CANTABRIA24HORAS.COM, febrero 2009

Manuel Ángel Castañeda: balance abreviado de 30 años de dirección en El Diario Montañés

Acaba de cerrarse –aunque es posible que por cierto tiempo continúe alguna muestra de influencia suya- la etapa de treinta años de dirección (incluyéndose tres en funciones) de Manuel Ángel Castañeda Pérez como director de El Diario Montañés, todo un record de duración al frente de un periódico del Grupo Vocento al que pertenece. Algo falla, a mi juicio, en el campo cultural e intelectual de Cantabria para que un cambio de tanta significación no abra algunas reflexiones más o menos profundas. Como estudioso de la historia del periodismo en nuestra región (en donde sobresalieron otros investigadores, a la vez que periodistas, entre ellos José Simón Cargaba), me parece obligado ocuparme de este relevo.

Al frente de un periódico regional, Castañeda ha sido el tercer  director de más largo mandato en doscientos años de prensa cántabra, después de Francisco de Cáceres y Torres en Alerta (1939-1979) y de Manuel González Hoyos al frente de El Diario (1932-67), superando, incluso, al gran maestro José Estrañi que dirigió El Cantábrico desde su fundación (1895) hasta su muerte en 1919, o a José del Río Sainz, Pick, que dirigió La Atalaya y su continuidad (al fusionarse con El Pueblo Cántabro en 1927), en La Voz de Cantabria. Aparte los valores de adaptación y acomodos que puedan deducirse de la persona, también podría valorarse la escasa estratificación dinámica en un medio de este arraigo, de origen católico-conservador, hoy en otras claves.

La figura de Castañeda tiene muchas vertientes y varios posibles análisis, pero el primero, y nada cuesta señalarlo, es de éxito en la profesión. Este dato es el más relevante: cuando en 1979 asumió la dirección del periódico, su tirada estaba en cinco mil ejemplares y al dejarla supera una media de treinta mil, siendo líder indiscutible de la prensa cántabra. Este hecho, por sí mismo, ya es suficiente para felicitar a este compañero de Asociación de la Prensa, testigo de tantos acontecimientos, desde los últimos años del franquismo, durante la transición a la democracia, el inicio de la autonomía y, en general, a lo largo de las transformaciones profundas de la sociedad cántabra y española en las tres últimas décadas. Un tiempo en el que vivimos distanciamientos y hemos compartido trato amistoso desde distintas posiciones. (No es el “precio” de la amistad lo que comentaré, en donde se podrían advertir interrupciones amistosas de larga duración en las relaciones de este destacado profesional, sobre todo en algún caso muy significativo y estable).

A lo largo del siglo XX, El Diario ha vivido en su larga historia de más de cien años circunstancias diferentes e incluso antagónicas. Desde la persecución que sufrió en la etapa republicana cuando fue suspendido por orden gubernativa y de forma arbitraria a raíz de la intentona golpista de Sanjurjo (1932) –es decir, perseguido desde el poder- hasta convivir con el poder durante años en la democracia actual, manteniendo posibles distancias, pero no siempre equilibradas, respecto de sus estructuras.  En el fondo, estas situaciones ofrecen el ejemplo más nítido del cambio de los periódicos al pasar del combate ideológico a primar la cuenta de resultados; es decir, no tanto la batalla ideológica decimonónica como la atención predominante al éxito económico, junto a los planteamientos profesionales respecto de quienes se hallan en los puestos de representación política.

El acceso a la dirección de Castañeda, tras previo recorrido desde la  izquierda (oposición al régimen anterior) a la derecha, como es bien sabido, coincidió con la entrada de capital privado y la desvinculación del DM de su antiguo propietario, el Obispado, entonces con Juan Antonio del Val como titular. Durante ese proceso tuvo bastante que ver Julián Pelayo Herrero (que representó a la plantilla), quien intuyó que la “salida” pasaba por arropar a uno de los redactores -M.A. Castañeda- para realizar el tránsito de esa etapa episcopal a la privada. Castañeda sintonizó -aun viniendo de una indefinida izquierda más allá de la socialdemocracia- con alguno de los principales dirigentes de Unión de Centro Democrático (sobre todo, Justo de las Cuevas), y con la conveniencia de entenderse con los representantes más influyentes del partido centrista gobernante, en el que tuve el honor de participar desde mi respaldo a las políticas democráticas de Adolfo Suárez.

Militaban los nuevos accionistas, todos ellos con cargos públicos en aquella etapa, como Mariano Linares Argüelles, diputado provincial, pero también diputados nacionales como el mencionado Justo de las Cuevas González y Alberto Cuartas Galván, así como los senadores Leandro Valle González-Torre y Roberto Sáez González, después de que se desvinculara accionarialmente del proyecto José Antonio Rodríguez, entonces presidente de la Diputación Provincial y primer presidente de la Comunidad Autónoma.  Fue así como en 1979 inició su etapa de director en funciones M. A. Castañeda Pérez.

En su primera etapa  al frente de El Diario,  existieron algunos momentos de gloria de Castañeda, como también de chirriar a fondo de la exigible ponderación y equilibrio a la que nos debemos los profesionales. Pero supo liderar esperanzando a un equipo de buenos profesionales y  situar al periódico en primera posición. Sorprendió también con titulares -como en el estreno de la autonomía y coincidiendo con la ruptura en la UCD- que sin duda no figurarán en un manual de periodismo  riguroso y equilibrado. Al fin y al cabo, aquellos episodios coincidieron con su paso de director en funciones a director titular.  En mi libro Así comenzó la autonomía (2007), se recogen algunas muestras de una parcialidad informativa motivada, sobre todo, por la pérdida del poder de manera inesperada por el núcleo accionarial de Editorial Cantabria, que creo innecesario trasladar a estas reflexiones.

La preparación profesional y la intuición de Manuel Ángel Castañeda en la dirección del medio, así como el fortalecimiento económico de la empresa que, finalmente pasó a formar parte del grupo de empresas periodísticas de El Correo Español-El Pueblo Vasco, llevó a El Diario al liderazgo en ventas, convirtiéndose en el de mayor tirada de Cantabria. No entro ahora a valorar las “facilidades” de los avatares de la competencia y otras ventajas indiscutibles en el entorno comparativamente hablando. Castañeda, en sus treinta años en la dirección del periódico, ha si capaz de crear  un equipo joven con numerosos efectivos en su redacción. También con relevos y “bajas” entre colaboradores importantes y muy afectos al medio durante años, entre quienes podría citar algún caso especialmente llamativo.

Se trata de un tiempo político e informativo en el que Castañeda Pérez como director  acertó en posicionamientos claves del periódico -que entonces seguía en las vetustas instalaciones de Moctezuma, 4-; en concreto, ante dos acontecimientos que facilitaron el vuelco en el liderazgo de la prensa regional: el acceso al poder del Partido Socialista a raíz de las elecciones de octubre de 1982, momento en el que El Diario Montañés encontró un mayor hueco para la crítica política, y el proceso de privatización de Alerta que en 1984 pasó al control de personas vinculadas al socialismo en el poder.  Situando el periódico en la zona templada del centro-derecha y con articulistas nacionales vinculados a la derecha conservadora, se fue haciendo de una clientela de derechas que estaba vinculada a Alerta como periódico oficial del Movimiento. Por supuesto, en ese proceso Castañeda fue parte importante con un  “despliegue” de relaciones públicas que principalmente realizó en la vida social de la capital cántabra.

No se puede ignorar que su talento -y acomodo a los “mejores vientos”, digámoslo todo con franqueza- ayudaron a que este periódico alcanzara una consolidación ascendente, apoyado indirectamente, y en ocasiones trascendentes, por errores importantes y manejos existentes en su competencia más directa, el otrora triunfante periódico del Movimiento. Así, en 1986 -cuatro años después de ser confirmado como director titular Castañeda Pérez-  los datos de la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD)  que desde 1964 representan una pieza esencial para analizar el desarrollo de la prensa en general y de periódicos concretos en particular, avalaron su estrategia llevando a El Diario al liderazgo en ventas. Una vez que ingresó en la OJD en 1984, en sus primeros datos, en cuanto a difusión media, ya le situaban a algo menos de seis mil ejemplares de su principal competidor. El periódico había pasado de los cinco mil ejemplares a los veintiún mil. Finalmente, en el balance de 1986 los datos de OJD en cuanto a venta media ofrecían 19.880 ejemplares para El Diario  (que representaba el 39,8 por ciento de la difusión de periódicos en Cantabria) por 19.685 que contabilizaba para Alerta. Un vuelco definitivo llegaría en los siguientes años.

No tengo impedimento alguno en reconocer los méritos profesionales del ya ex-director del decano de la prensa de Cantabria -desde que asumió este honor al desaparecer El Impulsor en 1937-  con la relación de éxitos  que he señalado, acompañados sin duda de lagunas en hacer más universal el derecho a la información de los cántabros, probablemente por aquello del guión o de la estrategia del capital dominante. Cuando se realice la obra que analice la prensa en Cantabria desde una visión algo más lejana en el tiempo, quizás se puedan relatar y debatir con más detalle esas sombras que nos deja en tan fructífero mandato para los balances del abuelito de la prensa cántabra.

En nuestros encuentros y desencuentros, hemos sabido mantener unos mínimos que se han ampliado a periodistas de gran relieve como el caso de Juan González Bedoya -en otros tiempos la bestia negra para El Diario– y con el indiscutible frecuente enlace de Jesús Pindado, afecto hasta cierto día al DM y, sobre todo, a su director por años como pueden demostrar,  incluso, primeras páginas del medio en aquella etapa de finales de los sesenta –tras el paso modernizador pero breve de Gurriarán- en la que también andaba, entre Castañeda y Pindado, el recordado Juan Antonio Sandoval.  (Al citar a Jesús Pindado debo apuntar que su innegable esfuerzo personal e intelectual no se corresponde con la inelegante supresión de su nombre al hablar de la Enciclopedia, gran objetivo editorial en el que fue importante su contribución decisiva que soprendentemente no se menciona en siguientes ediciones).

Hasta mi desencuentro en los años noventa con el DM, dejé en sus páginas cientos de colaboraciones. Nadie desconoce mi afecto y gratitud por aquel gran lebaniego y maestro que fue don Florencio de la Lama Bulnes, una “escuela” de honradez, tesón y amor a Cantabria en la que pudimos aprender antes de que fuésemos a la Facultad en Madrid (de la que también formaron parte Pindado y Castañeda), en donde algunos, junto a la trayectoria profesional, quisimos profundizar pasando a remontar la típica exigencia doctoral universitaria. En efecto, la coexistencia con el DM se rompió porque, al parecer, no era admisible un colaborador que a su vez ostentaba un cargo  en la estructura de poder de la etapa de Juan Hormaechea, por cierto elevado a mejor gestor en un tiempo en sus páginas y que algo o mucho tuvo que ver en el desequilibrio entre El Diario y Alerta en el discurrir de los años ochenta.  Pude jugar otra carta, pero opté, como en otras ocasiones, por la responsabilidad que me exigía el cargo público. Desde entonces, como me imagino el caso de otros, quedé desterrado de las páginas del periódico líder, sobre lo que  jamás expresé una queja a Castañeda. Pero se ignoraron mis libros y otros razonables protagonismos. En algún caso, resultó curiosa la situación de ver cómo El Diario ocultaba una noticia no valorada, mientras en ABC -periódico del grupo- aparecía con generosidad y destacada, como el caso de mi reciente ingreso en la Real Academia de la Historia.

He escrito en este tiempo veinte libros (alguno como El Ducado de Cantabria lleva cuatro ediciones, obra por cierto nunca citada en el periódico ahora de La Albericia) y he reunido en Torrelavega a cientos de personas en cada uno de los muchos actos culturales de los que a través de mis libros he sido protagonista, un acontecimiento qu se repetirá el martes, 26 de enero.  Siempre ignorados, confieso que no me he sentido afectado. Sí creo que en mi caso, como en otros, se vulnera de alguna manera el derecho a la información de la ciudadanía. Aun así, entiendo que estos “lunares” (quizás sea un error citar en este artículo), no empañan mi obligación de comentar treinta años de exitosa dirección de Castañeda Pérez. La relación personal se salvó como no sé, ni juzgaré, si será posible en algún otro caso de mayor proximidad suya que no se explica haya sido crecientemente desplazada, apunte este que quizás sólo entienda el propio Castañeda. Pero las instituciones son una cosa y los casos particulares otra. Es evidente que el hecho de enfatizar ahora la habilidad de una dirección capacitada y exitosa hasta en sortear políticas y situaciones no es ajena a buenos profesionales, entre quienes cuento con amigos, y logros como la destacadísima contribución del empeño tesonero de alguien tan crítico otrora conmigo y, sin embargo, amigo Jesús Pindado.

Simón Cabarga nos dejó hace años su obra Historia de la Prensa Santanderina (1982), quedando incompleto el análisis de la prensa cántabra desde que llegara la primera imprenta en los años finales del XVIII. Desde hace ocho o diez años mantengo el empeño de alumbrar esa gran historia del periodismo en Cantabria que ocupará cientos de páginas. Pues bien, desde esa perspectiva o visión de la historia de nuestra prensa, acabo como comencé: Manuel Ángel Castañeda Pérez, tercer director de periódico en tiempo al frente de su medio, ha cerrado una parte destacada de su biografía periodística: llevó a El Diario de unos pocos miles de ejemplares o de ser la hoja parroquial a líder indiscutible en ventas e influencia. Hace cien años este fin de etapa periodística hubiese ocupado muchas columnas de tinta y acompañado de homenajes de todo tipo. En este caso, se me antoja que el mío es el único apunte de reflexión sobre un hombre que vive para ser periodista y nunca ha perdido el olfato de la noticia.

 

JOSÉ RAMÓN SAIZ FERNÁNDEZ
CANTABRIA24HORAS.COM, febrero 2009