Historia común española y territorial 1/

 

No se trata de confrontar la historia de España con la de cada Comunidad; al contrario, hay que insertar la historia singular de cada territorio en la historia común española y hacerla más entendible para los escolares.

No me parece justificado, aquí en Cantabria, esconder la cabeza debajo del ala en la polémica abierta a nivel de todo el Estado tras el informe de la Real Academia de la Historia que, como bien resumió este periódico en su titular de portada, denuncia que "algunas regiones falsean la historia en beneficio propio". Es este un asunto que he abordado en algunas de mis colaboraciones y, en este sentido, recuerdo unos cuantos artículos sobre el valor de la historia y la dejacción que aquí se hace en torno a nuestro papel y protagonismo cántabro en la construcción de España. Si hacemos buena la frase de Tocqueville "la historia es una galería de cuadros donde hay pocos originales y muchísimas copias", diría que algunas regiones exageran su historia - lo que no es falsear - y lo hacen dando un enórme valor a determinados hechos, mientras existen otras comunidades, entre las que estamos, que no damos el suficiente reconocimiento y valor a los hechos históricos desarrollados en este antiquísimo solar cántabro.

Cuando escribo estas reflexiones, el chaparrón inicial propiciado por el informe de la Academia de la Historia se ha amortigüado en parte. Los críticos con la postura de la Real Academia de la Historia sobre los libros de textos, afirman que el informe no se ha realizado con profundidad y precisión y, además, no todos los académicos opinan lo mismo. Insisto que no creo, casi aseguro, que no es correcta la apreciación de que se falsee la historia; estoy más favor de que pueda exagerarse o darse más trascendencia a determinados capítulos de la que pudieran tener. O, que se haya caído en el error de hacer una historia al margen de la historia común que tenemos como espales ya que, entendemos, no puede aceptarse una historia regional confrontada o, de espaldas a la historia común de España.

Desde hace ya más de una década tengo la sensación de que en Comunidades tan diversas como Cataluña, el País Vasco, Andalucía o Galicia, la historia de su territorio ocupa tanta o más trascendencia que la que nos une a todos, la común de España; en otras, caso de Cantabria, la historia de la nación española ocupa el lugar que se merece y, sin embargo, la historia de la Comunidad está muy por debajo de lo que es exigible para crear la necesaria conciencia e identidad regional. No se trata de construir una historia falsificada para impulsar una identidad de pueblo, sino de relatar la verdadera historia, la que nos corresponde, la que está probada, porque de otra manera, por ausencia o por dejación, estaremos propiciando que, en efecto, seamos copartícipes de una falsificación consciente de nuestra historia.

Algunos gobiernos de Comunidades Autónomas han manifestado que se sienten ofendidos por los contenidos del informe de la Real Academia de la Historia. Quizás no sea para tanto, porque lo que ha hecho la Real Academia ha sido apuntar un diagnóstico aunque se les haya ido la mano en algunos juicios de valor. No se puede afirmar sin pruebas que en las "ikastolas" se imparten enseñanzas inspiradas en el racismo, aunque sea cierto que los conceptos que sobre determinados hechos históricos se imparten en estos centros debieran, en muchos casos y con ejemplos concretos, corregirse. Además, no toda la manipulación reside en lo que dice el libro de texto, sino lo que en la "ikastola" pueda explicar el profesor y éste, si tiene una voluntad predeterminada en esa dirección, tiene más poder que el libro de texto para manipular la historia en el conocimiento de sus alumnos.

Como cántabros, sin acudir a un término un tanto desvalorizado en el debate autonómico, como el de ofendido, sí nos afecta - y mucho - el escaso interés que se observa en nuestras instituciones para que en los libros de texto que estudian nuestros escolares la presencia de Cantabria y la atención a nuestra historia particular, entroncada en la historia común de España, sea suficiente y centrada en aquellos hitos históricos de indudable valor que llevan sello cántabro. Hoy no ocurre así y esta evidencia demuestra el poco interés de los responsables públicos por defender un legado y patrimonio por el que debiéramos velar con más insistencia y responsabilidad.

Los datos que ha puesto sobre la mesa la Real Academia no parecen, en principio, determinantes para establecer las duras conclusiones que han provocado un importante revuelo. En una nación como la nuestra en la que los movimientos pendulares han estado muy presentes, no es fácil pasar de una etapa cartacterizada por un fuerte componente de nacionalismo español a otra en la que se adquiera en poco tiempo el necesario equilibrio. No podemos olvidar que manipular o amputar la historia ha sido siempre una opción de los grupos dominantes y, por esta razón, pasamos de unos tiempos en los que, por ejemplo, los comuneros eran unos bandidos, justamante ejecutados en plaza pública, a otra en la que, lamentablemente, en algunos territorios cuesta reconocer la indiscutible existencia de España como nación.

Hace algún tiempo adquirí en una librería antigua el libro escolar "Ser Español" de Agustín Serrano de Haro. En la página 18 se inicia un capítulo que lleva por título "Los judíos matan a un niño", afirmándose que "los judíos odiaban a los cristianos y les daba mucha rabia de que los niños quisieran a la Virgen y al Señor". La edición de ese libro aprobada por la censura eclesiástica y por el denominado Consejo Nacional de Educación, aunque no lleva fecha, por las características de la publicación me permite afirmar que corresponde a los últimos años de la década de los cuarenta, poco tiempo después de cometerse los asesinatos en masa de judíos en la Alemania nazi. Horrible y execrable el hecho histórico, terrible la manipulación que el libro escolar hace del pueblo judío. ¿Cuantos de aquellos escolares que estudiaron con este libro no mantendrán, todavía, prejuicios hacia el sufrido pueblo judío?. He ahí la gravedad de la historia manipulada y del daño que producen textos escolares inadecuados al servicio de ideas políticas.

Es posible que estemos ante un patinazo académico por el carácter generalizado del informe. Pero tiene el aspecto positivo de que, finalmente, nos haga reflexionar y que nos tomemos la historia con mayúsculas más en serio. La de España, tan común a todos, como la propia de cada comunidad, por la que tenemos que mirar con extremo cuidado y rigor, pero sin temores. No se trata de confrontar la historia de España con la de cada Comunidad y pasar de una época caracterizada por la exaltación del nacionalismo español a otra en la que los elementos comunes del proceso histórico puedan perderse. Al contrario, se trata de insertar la historia singular de cada territorio en la historia común y global y hacerla más entendible para las generaciones que hoy y en el futuro estarán en las aulas.

(ALERTA 1.7.2000)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cantabria en los libros de texto. y 2/

- José Ramón SAIZ -

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Rechazada por la Real Academia una "Historia de España homogénea", a los cántabros nos corresponde pedir cuentas sobre la pobreza y tibieza con que se tratan los temas de interés general de Cantabria en los libros que estudian nuestros escolares.

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En la anterior legislatura del Parlamento cánabro formulé varias iniciativas sobre el grave déficit en el tratamiento que los libros de texto conceden a la Comunidad Autónoma y, en especial, al ámbito histórico-institucional. Llevar este problema a debate al Parlamento ya indicaba la sensibilidad por la cuestión y la necesidad en la que he venido insistiendo de reforzar la presencia de Cantabria en los libros de texto con el fin de que nuestros escolares aprendan más y mejor historia, aunando la autonómica con la española. De aquellas iniciativas surgió el mandato a la Consejería de Educación del Gobierno de Cantabria para la elaboración de un informe de evaluación de los libros de textos y materiales curriculares y tratamiento que en ellos se realiza de la Comunidad cántabra, estudio que corrió a cargo de Teresa Susinos Rada y José Manuel Osoro Sierra y el becario de investigación Oscar Lucas Villanueva. Se analizaron en este informe los ámbitos geográfico-natural, socio-económico, histórico-político y de tradiciones, cultura y folklore.

Del contenido de este trabajo remitido al Parlamento de Cantabria, recuerdo que llamaba la atención las distintas sensibilidades - todas, sin embargo, por debajo de lo exigible - con que las editoriales tratan los temas de nuestra Comunidad Autónoma y que, con distancia, editorial Santillana es la que dedica más atención y precisión. Muy breves referencias en estos libros de texto a las guerras cántabras y a símbolos de esa historia antigua de Cantabria como Amaya, montes Bernorio y Cildá, los castros; en la Edad Media y la Reconquista, ningún papel se concede a Liébana como foco cultural-religioso y militar y, para nada se reconoce el origen de la monarquía en las tierras cántabras con el Duque Pedro de Cantabria y su hijo el rey Alfonso I el Católico. Pero si acudimos a la edad contemporánea, nos encontraremos que no existen citas para Menéndez y Pelayo, el literato José María de Pereda o, el investigador Torres Quevedo. Probablemente el capítulo de tradiciones, cultural y folklore es el más completo a través de editorial Santillana, que destaca las fiestas más significativas de la Comunidad; los deportes autóctonos, la artesanía y los bailes más tradicionales. Como detalle, alguna editorial no cita los bolos como deporte vernáculo y aunque no lo he comprobado es probable que no se cite a Beato de Liébana y el Año Jubilar que con Roma, Jerusalén y Santiago, se celebra exclusivamente en nuestra comunidad.

Si obtenemos conclusiones cántabras del informe de la Real Academia de la Historia que tanta polémica ha abierto, podemos afirmar que mientras algunas Comunidades Autónomas debieran centrar sus excesos en el relato de su historia, insertándola en la historia común de España, Cantabria tiene que hacer lo contrario, avanzar y centrar su presencia en los contenidos regionales de los libros de texto dirigidos a nuestros escolares, desde un principio que marca nuestra filosofía en este campo: proyectar y reforzar la imagen de una Cantabria que es raíz de España y que con hechos significativos hemos aportado mucho a la construcción de la nación española. Desde un planteamiento autonómico y de identidad con nuestro Estatuto, no es razonable que no actuemos con responsabilidad, rigor y sentido regional y nacional en afianzar la historia de Cantabria dentro del conjunto de la historia española. Por ejemplo, las autoridades educativas debieran explicarnos por qué se oculta en los libros de texto que en la "indómita Cantabria" surgió la Monarquía española, hecho éste reconocido en informes emitidos por la propia Real Academia de la Historia. No queremos ciencia ficción, aspiramos a que la historia real se defienda y se difunda. Y lo mismo afirmamos para otros hitos significativos que siendo nuestros, corresponden también a la historia grande de España.

Somos nosotros, y nada más que nosotros, quienes debemos luchar por defender lo nuestro. Nadie de fuera va a venir a reivindicar o lograr para nuestro pueblo aquello que nosotros no seamos capaces de alcanzar dignamente. A nuestras instituciones corresponde velar por una difusión correcta de nuestra historia e identidad de pueblo. Sin embargo, no parece que exista la sensibilidad necesaria para seguir el ejemplo de lo que se hace en otras Comunidades Autónomas - y pongo por ejemplo, en este caso, a la Galicia que preside don Manuel Fraga -, que no es otra cosa que defender a ultranza lo nuestro y llevar nuestra historia española y cántabra a las nuevas generaciones.

Dificilmente puedan cubrirse las deficiencias que observamos en los libros de texto que se refieren a Cantabria si antes no se asume la personalidad histórica del pueblo cántabro que nos dice - como afirma en su obra "Cantabria, Raiz de España", Manuel Pereda de la Reguera - que en la historia de la humanidad no es frecuente que una mínima región geográfica, como lo era Cantabria, acuse tan recia personalidad que haga que su nombre sea conocido y respetado, con evidente admiración, por todo el mundo y, menos en una época en que este mundo, reducido a poco más que la vieja Europa, obligaba a hechos o circustancias extraordinarias para que el conocimiento de ellas se propagara. Con acusada personalidad, el nombre de Cantabria y sus hechos que aparecieron en los textos de los geógrafos y escritores de la antigüedad, merece bastante más atención en los libros de textos actuales que, sin duda, interesan a los jóvenes escolares cántabros.

Concluyendo, estamos afirmando que la historia de España es innegable, pero como también afirma la propia Real Academia no se hace necesaria una Historia de España homogénea. Abogo por los estudios propios de las Comunidades Autónomas compatibles con la historia común española en los libros de texto a través de contenidos equilibrados y armónicos. Por otra parte, no existe varapalo o cuestionamiento alguno en el informe de la Real Academia de la Historia hacia los libros de texto que tratan temas cántabros. Es, sin embargo, a los propios cántabros a quienes nos corresponde exigir cuentas sobre la pobreza y tibieza con que se tratan los temas de interés general de Cantabria en los libros que estudian nuestros escolares. Actuar siempre por defecto impedirá construir la Cantabria que tiene autonomía desde hace casi dos décadas.