La prensa contemporánea
del país lebaniego /3

Liébana Mensual del fotógrafo Nacho Viaje tuvo como
colaborador al actual presidente de Cantabria.

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Dos recientes artículos sobre la llegada de la imprenta y el telégrafo a Potes hace cien años con una visión de la prensa lebaniega de la época, ha provocado algunos correos que me piden aborde la historia de la prensa más próxima a nuestros días que promovieron personas significativas a las que conocimos y apreciamos de verdad. Lo voy a hacer fijando mi atención, en primer lugar, en Liébana mensual que comenzó a editarse en 1978, publicación promovida por dos personas que dejaron una imborrable huella de amor y servicio a su patria chica: Ignacio A. Viaje el querido Nacho, fotógrafo y mando de la Cruz Roja, y Carlos Ganza Ruiz, que fuera corresponsal de Radio Nacional de España, ambos ya fallecidos.

En los casi cuatro años de vida de la publicación, sus promotores abrieron el debate a problemas seculares de la comarca; recuperar biografías y tradiciones, y orientar a los lebaniegos sobre temas de la salud, el campo y sus riquezas naturales. No obviaremos este dato que es curioso y significativo: el actual presidente de Cantabria figuraba entre los redactores y colaboradores de la publicación, dejando en sus columnas artículos reivindicativos que firmaba como presidente de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), que por aquellas fechas se presentó en Potes de la mano del economista Ángel de la Lama Álvarez de Miranda.

De la lista de redactores destacaban, además, la articulista Dovidena, María Jesús de la Lama Gutiérrez, Miguel A. Galache, Alfonso Gutiérrez Cuevas (actual alcalde de Potes); Tomás Bulnes Arenal, Juan González Bedoya –en ese tiempo director de Hoja del Lunes- Luis R. Castelao, y más tarde aparecieron Jaime de la Fuente –excelente periodista que entonces era compañero de Pueblo- Enrique Campuzano, Jesús Celis Iglesias, Peridis, Eduardo Barrenechea (director del suplemento económico de Informaciones, que se editaba en paginas amarillas, de gran rigor y prestigio); José Antonio Odriozola, entonces presidente de la Federación Española de Montañismo, Jesús Pindado, Luis de la Lama y algunos otros nombres que se refugiaban en seudónimos como Cantabreta y Trestemas. Era administrador Marcos Ruiz Rodríguez y asesor jurídico Jesús Velasco Urdiales, imprimiéndose en los talleres de Jean, S.A. y finalmente en la imprenta J.Martínez.

En el número cero de Liébana mensual, Ignacio Viaje se dirige a los lectores para expresar su ideario: “salimos a la luz en defensa de la justicia y la verdad (...) no somos insensibles a cuanto se ha realizado, pero tampoco hemos dejado de pensar lo que se hubiera podido llevar a la práctica si no habría tanto intereses creados y alguna que otra cacicada”, para ratificar su trabajo “en beneficio de Liébana y de sus moradores”. El artista Peridis, natural de Cabezón de Liébana, reflejó en una viñeta el espíritu de la publicación con un ¡Viva Liébana! y esta dedicatoria que representaba todo un mensaje: “A todos los lebaniegos que viven fuera, pero sobre todo a los que se quedaron dentro”. En las páginas interiores del número cero se publica una información sobre Trillayo con una foto de vecinos en la que aparece un destacado periodista deportivo de los años sesenta y setenta, Juan Manuel de las Cuevas, Nel, natural de este pueblo de Cillorigo, con una larga andadura de servicios a Liébana y a la Cofradía de la Santa Cruz, que presidió durante algún tiempo. También se destaca la inauguración de la carrera a Dobarganes (Vega de Liébana), momento gráfico en la que aparece Pepe Calvo, que fuera alcalde de Camaleño y finalmente de Potes, y Vitín de las Cuevas, diputado provincial por la comarca, destacados políticos en el régimen de Franco. Dos nombres brillantes aparecen también: Eduardo García de Enterría que acababa de ser nombrado juez español para la Corte de los Derechos Humanos y don Paco Núñez de Celis, el pintor de los Picos, a quien conocí en casa de Cari y Severo en Cosgaya, forjadores con el tiempo del gran complejo de El Oso.

En el número tres, Juan González Bedoya reflexiona sobre dos males de Liébana: el caciquismo y que Potes ha sido un freno más que un acicate. Por su parte, el economista Miguel Ángel Revilla Roiz reclamaba que El Gobierno debería pagar por vivir en los pueblos de montaña, señalando que ya se hacía en Suiza “y algún día tendremos que hacerlo aquí”. En esa dimensión reivindicativa que definió a Liébana mensual, mi primera colaboración apareció en el número de abril de 1980 con el título Lo que Cantabria debe a Liébana. Apunté que el desarrollo de la comarca no podía depender, en exclusiva, de un teleférico ni de una peregrinación por muy santa que fuera. Un buen número de colaboraciones se incluyeron en el número de mayo de 1981 que alcanzó el récord de las 84 páginas, la primera en color, para celebrar su tercer año gracias al esfuerzo de Nacho Viaje y Ganza.

Por Liébana mensual pasaron protagonistas importantes de la vida lebaniega. Chisco Salcines, viajaba desde los años treinta a los mercados de Potes desde Santander. En un tiempo en el que faltaba potencia al motor y sobraban averías, en alguna ocasión el trayecto de cien kilómetros se cubrió en ¡diez horas!; las hermanas María y Carmen García Enterría, las queridas “chisquinas”, conocidas así porque su hermano firmaba en La Voz de Liébana con el seudónimo de Chisquín Besanucos, personaje literario de Pereda; Wences, al que se citaba como el Chicote o el Cándido de Liébana; la jubilación del cura Marcial Martínez que había llegado en 1921 a su primera parroquia en Bejes; el fallecimiento en marzo de 1980 del extraordinario fotógrafo Eusebio Bustamante; la conmoción por el asesinato a manos de pistoleros de ETA del guardia civil lebaniego, de 24 años, Mariano González Huergo, cuyos padres eran originarios de Cosgaya y Lón, o la muerte del general Teodoro Palacios, el embajador en el infierno, como le definió Torcuato Luca de Tena.

Dos temas –cara y cruz.- recogió Liébana mensual en sus páginas. En enero de 1981 la lotería del Niño dejó cien millones en Mogrovejo, gracias a un décimo adquirido en Bilbao con el número 69.713, que se repartió entre diecinueve vecinos. Se destacó el rasgo de Tomás González Dobarganes, obrero en paro en el País Vasco, que había ofrecido de palabra una participación, que no escrita ni firmada, cumplió con su honor, repartiendo los veinte millones que le tocaron. La cruz fue el cierre durante todo el año de 1979 del teleférico, que impidió que casi trescientas mil personas accedieran a Picos. Liébana mensual apareció con la portada enlutada por “365 días de silencio en memoria de tan peculiar como inexplicable muerte”, expresando su pesar “a las familias que vivían a su costa”, destacando con sorna lebaniega que entre los familiares no figuraban los “lebaniegos a pesar de ser los únicos primos de verdad”.

Liébana mensual, que competía con la publicación Luz de Liébana que dirigía el sacerdote Ambrosio Cuesta, recientemente fallecido, dejó de publicarse en vísperas de 1982, después de cumplir una etapa fructífera en el objetivo de remover conciencias y llamar a la defensa de los intereses lebaniegos. Unos meses antes había ocurrido la tragedia del Espolón de los Franceses, en la que se cebó Super García. Nacho Viaje se defendió por los ataques que recibió de Butanito, pero sobre todo por empañar la imagen de la Cruz Roja dirigida por Gervasio Lastra, institución a la que llegó la solidaridad, entre otros, de Felipe González que aun no había llegado a La Moncloa, y de José Antonio Odriozola, presidente de la Española de Montañismo. Pocos meses después, Liébana mensual dejó de editarse, probablemente porque Nacho Viaje y Carlos Ganza se cansaron de su trabajo en solitario y no siempre comprendido por las fuerzas vivas de una tierra que representa la gran historia de Cantabria y de España, que siempre aportó más de lo que ha recibido.


ALERTA - 09 de octubre de 2004