REVISTA LOS CÁNTABROS, primer trimestre 2005

Progresismo y laicismo de José Estrañi

El Cantábrico se comprometió con la defensa de los intereses generales y regionales y un espíritu de amplia justicia sin herir sentimientos religiosos, ni defender personalismos.

El 4 de mayo de 1895 fue sábado. En el amanecer de aquel día –importante en la historia de la prensa cántabra-  la modesta impresora plana de La Atalaya, propiedad del industrial Lorenzo Blanchard Arce, imprimía el primer número de El Cantábrico, diario independiente de la mañana que después de intensas gestiones fundaron el periodista José Estrañi y Grau y los abogados Manuel y Buenaventura Rodríguez Parets, que aportaron el capital necesario. Fue una madrugada de extraordinaria actividad para culminar los trabajos de cierre de las cuatro páginas de que constaba el nuevo periódico en un contexto de negros nubarrones para la sociedad española y cántabra cuando de Cuba llegaban noticias sobre las últimas revueltas separatistas que obligaron al Gobierno de Cánovas del Castillo a enviar nuevas tropas de refuerzo que, en su mayoría, salían del puerto de Santander. La víspera de la aparición de El Cantábrico, varios cientos de soldados embarcaron en la machina del puerto y días después lo hizo el batallón Cantabria.

Se ha escrito que el siglo XIX es el siglo del periodismo con la lucha por la libertad de imprenta y el avance en las innovaciones técnicas que se irán incorporando a lo largo de los primeros años del siglo XX. En ese contexto en el que el telégrafo aún no había sido sustituido por el teléfono, el montaje del periódico se hacía letra a letra a falta de la linotipia, y cuando la rotativa no ha sustituido a la impresora plana, apareció El Cantábrico, diario independiente de la mañana que se presentó ante sus lectores con un compromiso novedoso: El periódico no podrá en ninguna ocasión constituirse en órgano de fracción ni partido determinado, pues su principal misión ha de ser la defensa de los intereses generales y regionales, espíritu de amplia justicia sin herir sentimientos religiosos ni defender personalismos” .

Los propietarios de la nueva cabecera de la prensa cántabra no habían logrado montar la imprenta que precisaban para alumbrar el que, con el paso del tiempo, se convirtió  en el periódico más popular de los editados en Cantabria. Pero aquella madrugada primaveral lograron hacer realidad lo que unas semanas antes era solo un lejano sueño, gracias a la colaboración de los talleres de impresión Blanchard, cuyo propietario había abandonado El Atlántico para fundar, en 1893,  La Atalaya.  Aquella mañana del 4 de mayo de 1895 los vendedores de El Cantábrico vocearon la salida del periódico en las principales calles y mercados más concurridos de la ciudad, que entonces no superaba los cincuenta mil habitantes.

Fue a mediados de  abril de 1895  cuando el periodista José Estrañi se despidió de su trabajo de redactor-jefe en La Voz Montañesa –periódico en el que triunfó como escritor festivo, asumiendo la dirección en las ausencias de su propietario Antonio María Coll y Puig-, y solo unos días después  pactaba con los hermanos Rodríguez Parets fundar El Cantábrico –a los que se unió Mauricio Rodríguez Lasso de la Vega-, que garantizaron a Estrañi la libertad para dirigir el nuevo periódico. El mismo director y cofundador confesaría que “El Cantábrico se fundó por iniciativa mía, proponiéndome hacer un periódico a la moderna, de información, no de partido, ni de combate, ni de propaganda”. En esta primera etapa, Estrañi se puso al frente de una muy escasa pero selecta redacción de la que formaron parte Buenaventura Rodríguez Parets y el reportero Francisco García Núñez.

Esta es, resumida, la génesis de esta histórica cabecera de la prensa cántabra que se define por su republicanismo y laicismo –sostenido por su director, José Estrañi y Grau- que se narra en mi libro sobre este gran diario de la mañana que alcanzó una vida de cuarenta y dos años y que  representó un nuevo modelo de prensa más informativa y menos ideológica, proyectándose como el máximo defensor de las ideas democráticas de la historia de nuestra prensa. Con la aparición de El Cantábrico podemos elaborar el árbol genealógico de los diarios de la mañana y su evolución en años posteriores, encontrándonos con dos orígenes: La Voz Montañesa (1873) y El Atlántico (1886), y fruto de la ruptura de Estrañi con Coll y Puig surgió El Cantábrico. No ha habido entre uno y otro periódicos intermedios. En cambio, la descendencia de El Atlántico ha sido dilatada al surgir, por la disidencia de Lorenzo Blanchard, La Atalaya (1893) y de La Atalaya  se desprendieron dos ramas que dieron vida a dos periódicos: el clerical El Diario Montañés (1902) y el maurista El Pueblo Cántabro (1914).  Finalmente, en 1927, la fusión de La Atalaya y El Pueblo Cántabro, que se reconciliaron para morir, nació La Voz de Cantabria, dirigido por José del Río y Antonio Morillas como redactor-jefe.

Fueron colegas de El Cantábrico en el año de su fundación: La Voz Montañesa (1873-1897), siendo su director y propietario Antonio María Coll y Puig; El Aviso (1872-1899); El Correo de Cantabria (1882-1905), dirigido por Alfredo del Río; El Atlántico (1886-1896), fundado por los hermanos Gutiérrez Cueto; La Atalaya (1893-1927) siendo director en este año Rafael Diaz y Aguado de Salaverry, y el decano de la prensa montañesa, El Boletín de Comercio, dirigido por José María Martínez, fundado en 1839. Precisamente en el segundo número de El Cantábrico el presbítero Eduardo Aja y Pellón -que había sido el primer director de La Atalaya– anunciaba mediante carta su separación del periódico clerical. Otras publicaciones semanales o de carácter local/comarcal eran El Eco de Santoña, La Región Cántabra, Campoo, El Sardinero Alegre, El Fomento, El Impulsor, Fray Veras, El Avisador, Santander Cómico y Profesorado Montañés.

Con esta pluralidad de publicaciones, el periodismo y su desarrollo es, por tanto, un timbre de gloria para el siglo XIX.  Es el gran arma de los partidos políticos en una etapa en la que la prensa es, sobre todo, ideológica; más un arma de partido que herramienta de empresa. Precisamente El Cantábrico es el gran periódico que marca un antes y un después. Ayudó a enterrar la etapa de prensa ideológica, de partido, que predominó en el transcurrir del siglo XIX y abrió la etapa de prensa independiente y un carácter más  informativo., siendo líder en difusión desde su nacimiento hasta su muerte, en 1937,  a manos de la intolerancia.

Ideas democráticas, republicanismo, laicismo y compromiso con los intereses de la tierra cántabra son las cuatro definiciones que alentaron la aparición de El Cantábrico, principios que defendió con flexibilidad y a los que demostró una gran lealtad. Ideas democráticas o regeneración frente a la vieja política, el caciquismo;  republicano y laico por convicción,  no fue El Cantábrico anti nada y, por tanto, no puede ser definido como un periódico antimonárquico ni anticatólico ya que todos los conceptos y  valores que representaban Monarquía y Religión fueron tratados con respeto en las páginas del periódico, compromiso pactado por Estrañi con sus socios los hermanos Rodríguez Parets

Este progresismo fundacional de El Cantábrico tiene su gran mérito al defenderse en los años finales del siglo XIX cuando el periódico asume como ideario la separación Iglesia-Estado, educación laica, modernización de España, tolerancia, lucha contra el viejo caciquismo y contra las leyes represoras en materia de prensa. En definitiva, la supremacía del poder civil sobre cualquier otro poder, así como una posición firme contra la pena de muerte. Hay que tener en cuenta que entonces la Constitución vigente proclamaba el carácter católico de la nación española.

Una cabecera, además, que respetó la pluralidad como prueban los símbolos que abrazó el periódico testigos mudos de la redacción con los retratos de Francisco Pi y Margall, presidente de la I República, que simbolizaba la ética y la moral políticas, Marcelino Menéndez Pelayo, José María de Pereda, Amós de Escalante y Benito Pérez Galdos, además del busto de Augusto González de Linares. Precisamente fue en las primeras décadas del siglo XX, el cauce por el que discurrirá una etapa esplendorosa de la cultura cántabra en la que proliferan los genios, escritores, pintores y artistas. Se trata de una etapa apasionante para la prensa de Cantabria que vive sus mejores años.

Ese gran periódico que fue El Cantábrico y que se situó a la cabeza de los periódicos regionales y provinciales, no había sido investigado a fondo con la elaboración de su interesante historia en la que se unen aspiraciones de progreso para la Montaña, implantación de una democracia real, convivencia y paz civil. En estos cuatro apartados puede resumirse un ideario que se quebró incivilmente en 1937, que marcó la tragedia de este periódico y la de sus propietarios –la familia de Tomás Rivero y Concepción Corral– al acabar bruscamente con su historia sin más acusación que el haber servido desde su fundación a las ideas democráticas. Confiscadas sus instalaciones, pasaron a Prensa del Movimiento que comenzó a editar Alerta, que desde 1984 es de titularidad privada.

 

JOSÉ RAMÓN SAIZ FERNÁNDEZ
REVISTA LOS CÁNTABROS, primer trimestre 2005

 

 

* Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Es autor de numerosos libros sobre Cantabria. En materia de prensa ha publicado tres tomos sobre Historia de la Prensa de Torrrelavega y 75 Años de Historia de la Asociación de la Prensa de Cantabria. Por el primer de sus trabajos recibió en el año 2001 el Premio Nacional de la Asociación Española de Hemerotecas, acto que presidió el entonces presidente de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, Alejandro Fernández Pombo y el vicedecano de la Facultad de Ciencias de la Información doctor José López Yepes.  Sus investigaciones sobre la prensa cántabra se completan con su reciente obra El Cantábrico, un periódico republicano entre dos siglos (1895-1937). Ediciones Tantín. 2004.