ALERTA de 27 de agosto de 1995

Testigo de la Transición /2

La etapa de Arias Navarro estuvo marcada por la espera del franquismo y de la oposición a la muerte del fundador del régimen.

El programa “La Transición” de Victoria Prego que se emite los domingos por la segunda cadena de TVE viene dedicando sus últimos capítulos a la etapa del presidente Carlos Arias Navarro, sucesor contra todo pronóstico, incluso entre los más fieles al sistema, del almirante Carrero Blanco, asesinado por ETA en un magnicidio perfectamente planificado en vísperas de la Navidad de 1973. Arias Navarro, encargado de la seguridad del Estado y de la vida de Carrero Blanco en su condición de ministro de la Gobernación, no estaban en las quinielas de los “presidenciables” y la sorpresa de su nombramiento solo encontró justificación en la influencia del os círculos familiares del Jefe del Estado que optaron por la alternativa de Arias en detrimento de las que se barajaban en las familias políticas del régimen, que dividían sus preferencias entre el almirante Nieto Antúnez y el entonces presidente en funciones, Torcuato Fernández-Miranda.

La etapa de Arias Navarro como jefe de gobierno del régimen de Franco –desde los primeros días de enero de 1974 al 20 de noviembre de 1975- puede definirse como de “espera” tanto en el seno del propio sistema como en la oposición, a la muerte física de Franco, resignados los partidos políticos, entonces en la clandestinidad, a que el fin del franquismo solo se produciría con la muerte de su fundador. Pero esa espera tensa e inquietante significaba al mismo tiempo una toma de posiciones de unos y de otros para afrontar la etapa que aun siendo una incógnita, existía la coincidencia generalizada de que nada sería igual. El Príncipe era el heredero al título de Rey pero mientras Franco personificaba el régimen y sólo su presencia garantizaba su continuidad al contar con el apoyo de una clase media silenciosa que había significado la gran conquista del franquismo en la década de los sesenta, el sucesor necesitaba ampliar tanto la base social como política y ese reto sólo podría lograrlo a través de la restauración de una auténtica Monarquía parlamentaria. Don Juan Carlos era consciente de la necesidad de liderar una transición hacia la democracia para garantizar la estabilidad de la corona y el propio Franco, en su decadencia física irreversible, le había confiado que todo cambiaría tras su muerte, que ya percibía muy próxima.

El conocido como “espíritu del 12 de febrero” –como así se bautizó el contenido del discurso de Arias Navarro ante las Cortes para presentar su programa de gobierno-, aspiraba tan solo a impulsar y ordenar el pluralismo de las familias del régimen ya que toda asociación política –que no partido- debería acatar  los principios fundamentales del Movimiento Nacional según la redacción final que se dio al asociacionismo. Fue  inicialmente una apuesta audaz del entonces jefe de gobierno ya que el ministro secretario general del partido único, confesaba en uno de los programas de “La Transición” que él mismo fue el primer sorprendido por la oferta de impulsar juego de las asociaciones políticas y que en un despacho con Franco el propio Jefe de Estado le había confesado su desconocimiento sobre el alcance de la apuesta Arias. Quizás por esta razón, el inmovilismo logró de Franco que el proyecto Arias se quedara prácticamente en nada, sobre todo cuando Fraga se negó a participar en un campo de juego tan estrecho.

En realidad, en esta etapa del fin del franquismo no existió una política coordinada de gobierno y cada cual buscaba su posicionamiento ante el inminente fin del régimen, pues solo así puede entenderse que el mismísimo ministro del Movimiento, Utrera Molina, no fuera advertido que el periódico “Arriba” que dependía directamente de su departamento, había sido el medio escogido por los más intransigentes del régimen  para abortar lo poco que de aperturismo significó finalmente el “espíritu del 12 de febrero”.  El manifiesto de Girón fue el mazazo definitivo que desde el propio sistema se asestaba a toda posibilidad, por mínimo que fuera, de aperturismo, significando el fin de la tímida aventura de Arias Navarro, que fue sometido a una gran soledad política tras el cese de Pío Cabanillas, estandarte informativo del aperturismo y la dimisión solidaria del vicepresidente Barrera de Irimo. A partir de estos momentos, el “espíritu del 12 de febrero” centró su acción política en la defensa de la seguridad y el orden interno y en controlar la calle y los campus universitarios donde cada día se dejaba oir con más fuerza la palabra libertad.

La etapa de Arias Navarro fue más de lo mismo y, acaso, podríamos añadir que representó un tímido intento de lograr un ordenamiento político de las familias del régimen ante la cercana desaparición de Franco, pero sin cambiar o fundamental del sistema. A partir de l1 de octubre de 1975 todo se aceleró. El Jefe del Estado apareció en el balcón de la plaza de Oriente para pronunciar un discurso difícilmente inteligible en la que fue su última comparecencia pública. Dos semanas después sufrió un amago de infarto y, tras el Consejo de Ministros del día 17 de octubre –también el último que presidió- Franco se percató que se encontraba en la antesala de la muerte y dictó su testamento, que entregó a su hija. Las protestas internacionales por los fusilamientos de septiembre y el problema del Sahara, sin duda afectaron esta cuenta atrás hacia la muerte del general.

Cuando el gobierno comenzó a informar de la enfermedad del Jefe del Estado, Franco había superados infartos que habían amenazado seriamente su vida. Hasta el 20 de noviembre se alargó una terrible agonía.  Franco quizás fue el franquista que mejor intuyó que nada sería igual a su muerte al apostar por un joven rey, y el Príncipe que esperaba serenamente su proclamación como Monarca, era consciente de que el inicio de su reinado solo podría basarse en un amplio consenso nacional del que nadie quedara excluido. Lo cumplió y solo así pudo ganar la apuesta de una auténtica restauración monárquica y democrática en  España.

 

JOSÉ RAMÓN SAIZ FERNÁNDEZ
Alerta de 27 de agosto de 1995

 

Nota. El anterior artículo sobre la transición (etapa de Carrero Blanco) se publicó el domingo 30 de julio de 1995.