ALERTA, 3 de octubre de 1993
Cuenta la comarca lebaniega con una rica historia de publicaciones (Waterloo, Picos de Europa, La Voz de Liébana, Luz de Liébana, Liébana mensual..), que pone de manifiesto las inquietudes de una tierra profundamente aislada con el exterior a principios del siglo XX, pero al mismo tiempo con una fuerte inclinación migratoria, especialmente la que respondió al objetivo de hacer las Américas.
Don Florencio de la Lama Bulnes, nacido en Llanes casualmente, porque allí había sido destinado su padre como médico rural, tiene mucho que ver en la existencia de esa prensa lebaniega a la que se incorporó muy joven –a los dieciséis años- para descubrir su vocación periodística y proyectarse en la prensa regional en la que pasó por todos los puestos, desde redactor de a pie hasta subdirector y director del decano de la prensa cántabra y de Hoja del Lunes, órgano que fue de la Asociación de la Prensa hasta su desapareció en 1984, después de medio siglo de existencia desde que fuera autorizado por el Gobierno Lerroux, siendo sus primeros directores José Simón Cabarga, Alejandro Blanco y Julio Jenaro Abín.
Pero si intensa y dilatada fue la actividad periodística de don Florencio de la Lama –más de medio siglo desde su primera colaboración en La Voz de Liébana en 1921 hasta su jubilación definitiva como director de Hoja del Lunes en 1975- no menor lo fue su influencia en la preparación, consejos y proximidad a las inquietudes de quienes en distintas etapas de su vida profesional le expresamos una común vocación. Así, don Florencio, como todos le llamamos desde el respeto, influyó en nuestras vidas siempre con el consejo sincero y acertado, inculcándonos los valores del periodismo que no son otros que los de la verdad y la objetividad que Juan XXIII apuntó en la Pacem in Terris: “La verdad hace verdaderos a los hombres, les confiere dignidad y transparencia y quien la prostituye ensucia a los hombres y los conduce a la desesperanza”.
Don Florencio nos contagió su entusiasmo veterano y experimentado; fue todo un guía, médico, amigo que nos enseñó, sobre todo a compaginar el valor, el atrevimiento y el coraje con la prudencia, que es también otra esencia fundamental del periodismo ahora que, a veces, la intromisión en la intimidad o el ataque al honor de cierta prensa, distorsiona la nobleza de una profesión que tiene como misión un “análisis de situaciones” con fiabilidad y concreción, excluyendo cualquier deformación voluntaria de los hechos y cumplir el deber de proporcionar informaciones completas y comprobadas en todos sus detalles.
Recuerdo con bastante frescura los últimos años de don Florencio en la dirección de Hoja del Lunes, que sacaba adelante con escasas colaboraciones: Chirri y Marcorre, en deportes; Valentín Suárez, Tinín, en información local y sucesos; correspsonsales como Gabriel Cayón (Torrelavega); Ángel Gómez y Antolín Roldán (Reinosa); Ganza y Nacho Viaje (Liébana) y otros como Marcelino Ortiz Tercilla, Jesús Martínez Teja, además de mis colaboraciones desde Madrid con entrevistas y comentarios que encauzaron unas inquietudes para las que nunca faltaron los oportunos consejos del maestro, y aunque algunos chocaban o no encajaban en nuestro espíritu rebelde por juvenil, el tiempo y la experiencia los fueron justificando. Don Florencio siempre se definió por el equilibrio, el sentido común, la apertura e integración de firmas excluidas de otros medios y el servicio a los intereses de La Montaña –lo montañés fue su término preferido- que entonces y ahora son los del campo, a cuya información sirvió con seudónimos tan populares como los de Ruy Silva, César Palombera o Manrique de la Vega.
Don Florencio de la Lama, el maestro, es probablemente el periodista que ocupando puestos de dirección en la prensa cántabra, más se preocupó de formar a su lado un grupo de futuros periodistas con los que, además, ha sabido mantener el contacto y el consejo producente, quizás orgullosos de su magisterio, al que él no da importancia pero del que muchos damos fe. Las enseñanzas de un buen maestro que hoy cumple 88 años, constructor de una biografía que es parte intensa de la historia de nuestro periodismo.