EL DIARIO MONTAÑÉS, 21 de enero de 1989

Setenta y cinco años de la Asociación de la Prensa de Cantabria

A Florencio de la Lama Bulnes,
maestro y compañero de periodistas.

 

El próximo día 13 de abril se cumplirán setenta y cinco años de la constitución de la Asociación de la Prensa de Santander, En 1914 gobernaba en España Eduardo Dato, uno de los jefes de gobierno asesinados en nuestro país, y las noticias que llegaban de centro-Europa presagiaban todo lo peor, pues se asistía a los prolegómenos de la I gran guerra mundial, de la que España, afortunadamente, quedó neutral. Es en este año cuando arranca una historia rica en acontecimientos, continuidad de otras experiencias asociativas entre periodistas, que habían comenzado en Madrid, impulsada ésta por el maestro de periodistas Miguel Moya.

El impulso definitivo a la creación de la Asociación de la Prensa de Santander nació de un artículo aparecido en El Boletín de Comercio, del 18 de marzo de 1914, que entonces dirigía Alfredo Corpas, quien en la primera página lanzaba a sus compañeros de profesión el gran reto de que Santander se uniera a las principales capitales de España con la creación o fundación de la Asociación de la Prensa y al amparo de este objetivo “crear, para alivio de nuestras necesidades, todos esos servicios propios de las sociedades de socorros mutuos, que lo mismo envían al facultativo a la cabecera del enfermo que resuelven con un inmediato  auxilio pecuniario las dificultades creadas en  los hogares por las dolorosas contingencias que con tanta asiduidad visitan las casas de los humildes”.  El comentario de El Boletín de Comercio era, pues, contundente desde una perspectiva de progreso social: los periodistas debían unirse para alcanzar una serie de derechos sociales entonces no logrados. La penuria de la profesión era grande y se imponían las soluciones colectivas para alcanzar una solidaridad mínima.

Aquella invitación de Alfredo Corpas tuvo éxito y un mes más tarde, el 123 de abril de 1914, la Asociación de la Prensa santanderina quedó constituida en una reunión celebrada en los salones de la Cámara de Comercio, aprobándose unos estatutos y eligiéndose una junta directiva en la que se integraron los periodistas más destacados de la época, encabezada por los tres directores de periódicos diarios de aquel año: José Estrañi, director de El Cantábrico, como presidente, Eusebio Sierra, director de La Atalaya y Angel Quintana, director de El Diario Montañés, como vicepresidentes. También formaron esta primera junta directiva los periodistas Jesús de Cospedal, Castor Venancio Pacheco, Alberto Espinosa, Alfredo Corpas, Fernando Segura y el administrador de La Atalaya, Fernando Amezarri. Los fines de esta primera junta directiva y de la Asociación de la Prensa constituida los definió Estrañi en su discurso de aceptación de la presencial, al señalar que “aparte las diferencias de criterios, que necesariamente tiene que haber entre periódicos representantes de distintas opiniones,tendencias y partidos, hubiera, entre los que nos dedicados a este penoso oficio, como llamaba el gran maestro Pereda de escribir para el público, respeto mutuo y compañerismo constante”. Y el maestro Estrañi también definía los límites de la controversia con estas palabras:

 …Sería hermoso establecer una línea divisoria entre la entidad periódico y los periodistas. ¡Qué humanitario y qué plausible sería que las luchas fueran entre los periódico, sin alusiones ofensivas a los obreros intelectuales que los escriben!”. 

 De aquel almuerzo celebrando en el Restaurante “Royalty”, del Sardinero, quedaba el compromiso de aliviar las polémicas periodísticas solicitado por Estrañi, el gesto del sueño del restaurante de aportar el dinero de la comida para el fondo de la Asociación y la petición de José del Río Sainz, después conocido por “Pick” de que el nuevo órgano de los periodistas montañeses se preocupara por un preso detenido por delito de imprenta, proponiendo a la Asociación y aprobando ésta, que se aliviara en lo posible su desgracia. Esto ocurría hace setenta y cinco años, en vísperas de una gran guerra mundial, de una huelga de tipógrafos que dejó sin periódicos a la provincia durante quince días, la aparición de un nuevo medio de comunicación, El Pueblo Cántabro, diario maurista, que tuvo vida hasta 1927 cuando fusionándose con La Atalaya, dio paso al nuevo periódico La Voz de Cantabria, o la presencia en su tierra para asistir a un acto del Círculo de Obreros de don Angel Herrera Oria, director de El Debate.

Esta reconciliación de los periodistas montañeses en una misma Asociación de la Prensa ofreció bien pronto algunos efectos positivos. Me voy a referir a uno en concreto, ocurrido en mato de este mismo año 1914. Los periódicos de Gijón, en una estrategia de defensa de su puerto y al comunicar le riesgo corrido en aguas de su bahía por el “Reina María Cristina”, los colegas asturianos señalaron que en las circunstancias en que se encontraba la mar aquel día, las operaciones de embarque fueron también imposibles en el resto de los puertos de la costa cantábrica. La prensa cántabra reaccionó, advirtiendo que, efectivamente, cuando el trasatlántico español luchaba con el temporal frente al puerto de Gijón, otro buque de gran porte, el alemán “Furts Bismarck” recogía en Santander sus pasajeros y se hacía a la mar, emprendiendo el viaje a Cuba. Nuestros diarios aprovecharon el “incidente” con la prensa hermana de Asturias para “recordar a las empresas navieras la consideración que merece el puerto de Santander, respetando el disgusto y la decepción de los periódicos gijoneses”.

El final de la polémica quedó zanjado por el periódico asturiano El Noroeste, que felicitó al puerto de Santander por su inmunidad ante los temporales más recios, recordando los periódicos montañeses a otra insinuación asturiana que “el ábrago, ese viento tan montañés, trae también, en sus furores, ciertas ventajas. Y tiene la delicadeza den o molestar para entrar y salir del puerto de Santander, cosa que, por lo visto, no saben los periodistas de Gijón”. Al final, se selló la paz, pero la Asociación de la Prensa había realizado un primer servicio a la defensa de los intereses de La Montaña.

Han transcurrido setenta y cinco años desde aquel 13 de abril de 1914, fecha de la constitución de la Asociación de la Prensa de Santander, y en esta larga etapa, el órgano colegial de los periodistas montañeses y cántabros han rendido importantes servicios a la causa regional y a la tarea de construir una historia de la que sentirnos orgullosos. Hasta los años treinta, la Asociación de la Prensa se significó  como el eje y motor de   muchas actividades de Cantabria, desde las mejores funciones de teatro hasta la celebración del “Día de la Provincia”, que congregaba a decenas de miles de cántabros, o la celebración de las justas literarias hispano-americanas en 1923, en las que se rindió homenaje a Jacinto Benavente, que desembarcó en Santander después de conocer en América la conquista del Premio Nobel de Literatura. Y en estos recuerdos no puede obviarse la fundación en el Santander de 1922 de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, por iniciativa de la de Cantabria, bajo la presidencia del Rey Alfonso XIII.

Fue, por tanto, este año de 1914 el punto de arranque de una parte rica de la historia del periodismo cántabro; el año en el que Pío X había llegado a llorar al definir como horroroso el enfrentamiento entre sacerdotes, obligados a ir a la guerra, a tener que luchar unos contra otros y negarse a impartir la bendición para los Ejércitos austriacos al ser el Pontífice de todos los católicos, o el año también del tradicional verano de la familia real, que en el mes de junio llegaba por tren a la capital montañesa, después de un descanso de cuatro horas en la solitaria estación de Montabilz, lugar al que se acercaron el alcalde y los concejales de Bárcena de Pie de Concha, y bastante gente de los pueblos inmediatos para dar la bienvenida a los huéspedes reales. Lo contaba la prensa santanderina de aquel entonces, que rendía al pueblo el servicio de la información a través de unos periodistas que aspiraban a iguales derechos sociales que profesionales de otros colectivos.

 

JOSÉ RAMÓN SAIZ FERNÁNDEZ
El Diario Montañés, 21 de enero de 1989