Habían transcurrido diecisiete años desde la desaparición forzada de El Impulsor. Cubrió un vacío cultural y cívico en tiempos de racionamiento. Buen plantel de colaboradores con Joaquín Diez Blanco de director. Reivindicó la autopista Santander-Torrelavega coincidiendo con el estreno en el cine Avenida de Horizontes Lejanos.
Habían transcurrido dieciséis años desde la desaparición forzada de El Impulsor cuando aparece Dobra, una publicación mensual que va a recoger en sus páginas el pulso informativo y cultural de la ciudad, en un tiempo de dificultades económicas y políticas propias de la posguerra. Su primer número no admite dudas ya que en su tercera página aparece un texto que viene a definir aquel tiempo político bajo la fotografía del entonces Jefe del Estado, Francisco Franco: «El Dobra al nacer saluda con devoción y afecto a Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos don Francisco Franco Bahamonde, mecenas egregio de la cultura patria, cuya certera visión y mano firme hace que ésta alcance el mayor esplendor». Convencidos o no los promotores de Dobra de los elogios a Franco, lo cierto es que para obtener en 1953 un permiso oficial que autorizara a difundir una publicación exigía una adhesión al sistema político. Es decir, la única vía para hacer realidad aquél proyecto periodístico pasaba por aceptar los cauces que de forma muy encorsetada y con una ley de prensa de guerra permitía el régimen vigente.
Autorizada la salida de Dobra por la Dirección General de Prensa por oficio de 19 de mayo de 1953, se editó en los talleres de Antonino Fernández y su sede de redacción y administración se estableció en la calle Consolación, números 7 y 9; teléfono número 84 de los de la ciudad (meses después pasaría a ser el 1713), fijándose el precio de tres pesetas por número -en vísperas de su cierre la suscripción anual ascendía a cuarenta y ocho pesetas- y como puntos de venta las librerías Lysan y Hermosilla, en la calle José María de Pereda; Villegas, en la calle Estrella; Herreros, calle Ancha y Antonino Fernández, en Consolación; además de los kioskos de Canales y de la estación del Cantábrico.
BUEN PLANTEL DE COLABORADORES
La nueva publicación surgió en una de las habituales tertulias del café El Cántabro en el que se reunían sus promotores, continuando sus charlas y tertulias en la casa de don Julián Urbina, conocida por la «de los leones», en las ocho portillas. De estos encuentros comenzó a concretarse la necesidad de fundar una publicación, eligiéndose el nombre de Dobra, título que representaba «el símbolo que más evoca el alma de Torrelavega en la Historia» tal y como recogió su primer editorial.
Se encomendó la dirección a una persona conocida en la ciudad, don Joaquín Diez Blanco, perteneciente al círculo de mayor confianza de los influyentes Urbina; concretamente, Julián Urbina Carrera, que tanto alentó la salida de Dobra, fue alcalde poco tiempo después de finalizar la guerra civil; su hermano Manuel lo fue años más tarde, ambos hijos de Julián Urbina Alegre, también alcalde de Torrelavega en los comienzos del siglo XX. Díez Blanco fue secretario particular de Manuel Urbina Carrera en los años del régimen franquista que desempeñó los puestos de gobernador civil de Cádiz y Almería, y más tarde, coincidiendo con la salida de la publicación, ejerció como delegado de Información y Turismo en la ciudad.
Joaquín Díez Blanco aglutinó en torno a Dobra un buen equipo de colaboradores: don Juan José Subías Touzau, que profesionalmente desempeñaba el cargo de jefe de compras y personal de la Real Compañía Asturiana de Minas, asumió el puesto de redactor-jefe; don Luis Forcada Odriozola, profesor de Humanidades en la Universidad de Comillas fue el supervisor; don Juan Velarde Calleja, empleado de banca e hijo de un gobernador civil de Valladolid en la etapa republicana, coordinador-secretario y don Francisco Carrera Rueda ejerció de administrador. Entre los colaboradores más activos, don Julio Sanz Saiz, que tenía a su mando la dirección artística de la publicación; don Horacio Bustamante Hurtado figuraba como el repórter gráfico, así como una notable plantilla de dibujantes: Cándido Rodríguez Fernández-Diestro, que tenía un comercio en la Plazuela del Sol; don Tomás Cordero, famoso camarero del Sport, don Rafael González Lasaga, persona igualmente conocida y respetada en los ambientes artísticos de la ciudad, don José Angel de Lucio que simultaneaba la caricatura con las entrevistas, además de otras personas relevantes como don Hipólito Fernández Plata, don Julio Mayora, experto en temas de coleccionismo, el historiador don Pablo del Río y el abogado don José Pozueta Escalante.
LA ELECCIÓN DEL TÍTULO DOBRA
En el primer número de 28 páginas se expresaron las intenciones de la nueva publicación y las razones del título Dobra para su cabecera. «…Lo que está palpando con sus manos, hojas todavía casi húmedas y con aroma reciente de tinta impresa, es el nuevo retoño de la prensa torrelaveguense…Había que escoger un nombre que dijera mucho de Torrelavega en el que cupiera algo de la historia de la ciudad. Escogimos entre muchos nombres el de DOBRA, por las dos razones antes expuestas: el monte Dobra tiene algo de símbolo de la elevación espiritual de la ciudad que descansa a sus pies, es un vigía, un centinela y fiel guardián de este valle de Vega. He aquí que este nombre se consustancia con la ciudad».
En este primer editorial se recordó el descubrimiento en el pico Dobra y por el conocido historiador don Hermilio Alcalde del Río, de una lápida –una reproducción se encuentra en la calle Serafín Escalante- que refleja la trascendencia histórica del lugar, título y cabecera de la publicación, de gran importancia para la historia de la romanización del norte de la península, que dice: «Cornelio, vecino de Aunigaino, hijo de Cestio, puso esta Ara al Dios Erudino, el 23 de julio, siendo cónsules Manlio y Eutropio».
La escritora Concha Espina saludaba igualmente a la nueva publicación desde una visión poética: «..tu nombre Monte Dobra, alto y limpio, devoto de las águilas y de los cielos… y una gran ciudad a tus pies, apoyada en sus raíces, Torrelavega, orgullo de La Montaña”. Dos años después, en mayo de 1955, Dobra informaba de la muerte de Concha Espina, que distinguió a la publicación con brillantes colaboraciones.
COLABORADORES DEL PRIMERO NÚMERO
En su primer número, aparte de la presentación, nos encontramos con un comentario sobre las ferias de Torrelavega firmado por T. Pomares –otro seudónimo de Antonio Bartolomé-; una página dedicada a las pinturas rupestres de Altamira con el título «El despertar triunfante de una raza» firmado por Juan Antonio Pérez del Valle; Pepe Pozueta, destacado abogado de la ciudad que poco a poco fue vinculándose al trabajo de la redacción, sobre el escultor Mauro Muriedas; el oftalmólogo don José Collado Soto, a través del seudónimo Juan Portugués lo hizo sobre «Medio siglo de deportes a la sombra de El Dobra»; las fotografías de Bustamante Hurtado recogían un «flash» de la toma de posesión del nuevo alcalde de la ciudad, don Rafael Gutiérrez Velarde; el embarque de ganado de La Montaña con destino a la Feria Internacional del Campo en Madrid, los efectos de unas recientes inundaciones en Mies de Vega, así como una instantánea de una carrera ciclista organizada por el Frente de Juventudes, sin que faltara la habitual crónica de sociedad con los últimos matrimonios y primeras comuniones.
La publicación contó con un importante soporte publicitario con presencia de empresas, negocios y comercios locales de acreditada tradición local, destacando entre otras firmas las de Vinos Compostizo, cestería Vda. de José Belso; almacenes Herrero, mercería Obeso, Los Azcárate, Electrón, calzados Paco Cayón, hijo de Fidel Ramón Palacio, Casa Martínez, Vda. de Eulogio Sánchez, joyería Núñez, Hotel Moderno, la fábrica de baldosas Manuel Diaz-Bustamante, Librería Herrero o, la reparación de automóviles Demetrio Calleja, muebles 4 Caños.. impulsando, además, las compras en todos los establecimientos y comercios que regalaban el Bono Mercantil.
Otras firmas en este primer número eran las de «Armando Pulgar«, seudónimo del periodista y escritor costumbrista don Antonio Bartolomé Suárez; Pablo del Río Gatóo, Antonio Diaz Terán y Luis Forcada. Resulta curioso, por ejemplo, el comentario dedicado al futuro de Torrelavega en el que ya se habla de la autopista Santander-Torrelavega como proyecto «interesante, beneficioso y de ineludible realización, tiene que ser compensado por una serie de comunicaciones radiales de Torrelavega a los pueblos del contorno para evitar el desequilibrio que en el comercio pueda producir». La aspiración de los dobros era positiva pero la autopista llegó con treinta y cinco años de retraso… No era casual que en el cine Avenida se proyectara esos días «Horizontes Lejanos», como realmente se presentaba ese deseo y aspiración, en 1953, de la autovía entre Torrelavega y Santander.
La salida de Dobra coincidió con la llegada de don Francisco Cayón, Paco Cayón, vinculando durante medio siglo a la prensa santanderina como corresponsal en Torrelavega, a la presidencia de la Real Sociedad Gimnástica; el XII aniversario de la inauguración de la empresa Sniace y la buena marcha de la Granja Poch, S.A. que dedicaba, entonces, sus esfuerzos para abastecer de leche pasterizada a la capital de España con una recogida diaria de unos 35.000 litros de leche.