Los “dobros” realizaron duras críticas al poder municipal denunciando “el soniquete de soluciones posibles que en la práctica resultan lamentables fracasos”. Con el título “¡¡Pesadilla, Obsesión y Sueño!!” y un montaje fotográfico de Bustamante Hurtado, ya reclamaron una Avda. del Cantábrico ancha y larga. Se despidieron en 1955 afirmando que el grupo “se ha visto fuertemente mermado: enfermedades, ausencias, vinieron a restar sumandos... y los que quedan, no pueden con tan intenso trabajo”.
Del estudio crítico sobre los contenidos de Dobra, destacamos que según se acercaba a su final aumentaba su carácter reivindicativo que, en ocasiones, sorprendía si tenemos en cuenta las restricciones informativas de una época de censura. En el número 25, correspondiente a junio de 1955 el editorial de tercera página llamaba la atención al Ayuntamiento por los problemas de la ciudad urgiendo a enfrentarse con la realidad «incluso comprometiendo los ingresos de generaciones futuras, mediante un gran empréstito; no debe regatearse esfuerzo y sacrificio algunos..» Un deseado abastecimiento de aguas, centraba el editorial: «Entre las exigencias mínimas de la vida ciudadana se encuentra, en primer término, la de un buen abastecimiento de aguas… Edificar casas y no proveerlas de agua suficiente, para quienes las habiten, no puedan apagar su sed ni cumplir los requisitos mínimos de una higiene elemental, resulta, a todas luces, un absurdo. Y lo absurdo no engrandece los pueblos ni los hace felices ni prósperos ni poderosos».
El equipo de redacción de Dobra era muy crítico con este y otros problemas de la Torrelavega sometida aún a muchas necesidades. Es en cierto modo sorprendente la dureza de la crítica si tenemos en cuenta, insistimos, la censura periodística de estos años. El problema del abastecimiento de aguas se califica de «dramático» y la atención al problema por parte de las autoridades se apunta como «caprichosa» para añadir que «oímos el soniquete de soluciones posibles que en la práctica resultan lamentables fracasos». Es decir, los «dobros» no se andaban por las ramas a la hora de analizar y denunciar el problema del abastecimiento de aguas de Torrelavega.
La piqueta comenzó en estos tiempos a funcionar a diestro y siniestro en Torrelavega para preocupación de los «dobros» que observaban como algunas «joyas arquitectónicas» de la ciudad se veían amenazadas por el desarrollo urbanístico. En este sentido se expresó el artículo de Florencio Fernández Malagón que con el título «Una joya que desaparece», adelantaba la inmediata demolición del palacio del famoso doctor Argumosa que conocido por «El Cierro» y construido treinta y cinco años antes, “admirado por propios y extraños como sólida edificación, de esbelta traza, depurado estilo y cuidadísimo acabado», fue obra del arquitecto castreño Leonardo Rucabado que gracias a su idea sobre este palacete se le premió con la medalla de oro en la Exposición nacional de Bellas Artes de 1916.
Como reivindicación en nombre de la belleza y rechazando la fealdad, se puede entender el comentario titulado «¡¡Pesadilla, Obsesión y Sueño!!» y que con un montaje fotográfico de Bustamante Hurtado nos presentaba una Avda. del Cantábrico ancha y larga, sin el obstáculo que, todavía hoy, sigue ofreciendo la estación del ferrocarril y que la redacción presentaba como un ideal para la ciudad al grito de «¡Que hermosa Avenida sin esa fea estación!» para añadirse: «También a mi me ofende ese esperpento. Quitémosle de ahí».
UN PASADO PERIODÍSTICO
Los artículos con una mirada profunda a la historia local merecieron especial atención de algunas de las brillantes firmas que se asomaron a las páginas de Dobra como José del Río Sáinz, Pick, José Pozueta Escalante, el doctor Collado (Juan Portugués) o Pablo del Río. Personajes, vivencias y relatos cuya reivindicación para las páginas de Dobra pedía Pablo del Río en un artículo con el título «De nuestro pasado periodístico» con el fin de que la publicación “evocara aquellos momentos especiales que vivieron nuestros antepasados, creadores de nuestro ser de hoy», artículo en el que se recordabala publicación El Cántabro «que donó a nuestra Biblioteca Municipal don Ildefonso Llorente Fernández, personaje de gran relieve literario y muy encariñado con Torrelavega» y que entre sus numerosos trabajos destaca el dedicado a demostrar que «el rey don Pelayo fue montañés, nacido en Liébana y que las glorias de la Reconquista en Liébana comenzaron».
Del pasado periodístico y de algunos personajes brillantes, Dobra nos descubre a dos sobre los cuales merece adelantar una breve referencia: Juan González Campuzano, «Juan de Sierrapando», perteneciente a una familia de claro abolengo torrelaveguense al estar emparentado con los Fernández Hontoria y los Ruiz de Villa. Pick escribió en Dobra que Juan de Sierrapando periodista de La Atalaya en los primeros años del siglo XX, fue un brillante escritor costumbrista como noctámbulo impenitente,»llevando a la Montaña impresionada en lo más recóndito de su alma”.
También se evocó en Dobra a Manolo Blanco Rayón, el del Impulsor, que entonces seguía al pié del cañón en la imprenta. Blanco, que de aprendiz en el taller de El Impulsor alcanzó el puesto de regente y más tarde propietario, recordaba su primer día en la imprenta con doce años de edad y allí, según relató a Dobra, «me encontré con el boticario (LópezSánchez), un señor alto y enteco, de barbas largas y facha quijotesca». «Manolo el del Impulsor» al morir el boticario-director en 1909, compaginó las labores de mancebo de farmacia y las normales de la imprenta en las que con dos aprendices ejerció los trabajos de ajuste, composición y tirada de la publicación decana de Torrelavega.
1955: EL ADIÓS DE DOBRA
Tras dos años largos de vida, la publicación Dobra anunció que suspendía la salida, añadiéndose que «con nuestro esfuerzo ha quedado demostrado que en Torrelavega puede y debe haber una publicación semejante a nuestra revista» y que «el Grupo Dobra no desaparece ni hace dejación ni renuncia de sus fines e ideales». En un comentario a toda página, se informaba:
«DOBRA», señores, no quiere ni puede ser obra de unos cuantos. Nació respondiendo a lo que creíamos una necesidad y seguimos creyendo que era y es necesaria. DOBRA, tarea de muchos -renovándose los equipos y repartiéndose el trabajo- es factible, pero es labor de esclavos. El grupo inicial se ha visto fuertemente mermado: enfermedades, ausencias, vinieron a restar sumandos…Los que quedan, no pueden con tan intenso trabajo»
Los responsables de Dobra destacaron que la publicaciónsiempre recibió el apoyo de organismos oficiales que «sin mediatizar su tarea, hicieron posible el milagro económico de que una revista, cuyo coste es muy elevado, se vendiera al público a cuatro pesetas” para quejarse a continuación del trato que el Ayuntamiento había ofrecido a Dobra al aportar tan solo 250 pesetas mensuales que no se destinaban al sostenimiento de la publicación sino para organizar conferencias, conciertos o coloquios. Los dobros terminaban así su despedida: «..No nos sentimos fracasados. Con nuestro esfuerzo ha quedado demostrado que en Torrelavega puede y debe haber una publicación semejante a DOBRA; lo que hace falta es sacudirse de encima la inercia y la desgana”.
Los agradecimientos alcanzaron a cuantos habían colaborado con DOBRA, «desde los que enviaron un artículo o unos versos, hasta los que compraban la revista y nos animaban», citándose de forma especial alGobernador Civil y Presidente de la Diputación Provincial. No se mencionaba al alcalde ni a la Corporación municipal de Torrelavega, pero los dobros insistían en su firme intención de continuar su labor como Círculo Cultural Dobra y para este fin se comprometieron a «aglutinar a todos aquellos hombres selectos, sencillos, doctos o no, que dedican cada día unos momentos al cultivo del espíritu y se sienten atraídos por todo cuanto representa la cultura.. El equipo Dobra terminaba con un llamamiento “a los inquietos…que saben Entrena…… empresa que no ofrece otras satisfacciones que las espirituales”.
Este llamamiento pro-cultural fue seguido con la organización de conferencias, exposiciones de artes plásticas y otras actividades desde la tribuna de la biblioteca José María de Pereda gracias al empeño del historiador local Pablo del Río. Pero Dobra que había anunciado su adiós temporal no volvió a reaparecer, perdiéndose para siempre su buen hacer en favor de recoger en sus páginas el acontecer local y redescubrir el pasado, objetivos que cumplieron con creces a pesar de las enormes dificultades de su tiempo.