Intervención acto presentación del libro del Centenario de la Cámara de Comercio e Industria de Torrelavega

Intervención acto presentación del libro del centenario de la cámara de comercio e industria de Torrelavega

En tiempos de tantos aprietos para las instituciones por actuaciones muchas veces no transparentes como los tiempos exigen e  imponen,  conviene decir que este libro –y es un ejemplo del que deben tomar nota las Administraciones Públicas- se sacó a concurso por esta institución centenaria.  Es decir, Tomás Bustamante y el que les habla no fuimos elegidos a dedo para trabajar en la investigación histórica que representa esta obra hecha realidad; optamos a un concurso y nuestra alternativa fue creíble y, por ello, elegida. Conviene comenzar, por tanto, con esta verdad que honra en transparencia a esta entidad centenaria.

Reflejada esta verdad de cuyo significado se debe tomar buena nota, permitirme comenzar con una defensa del valor de la lectura a propósito de este libro.

Ni hoy, ni mañana, ni nunca es imaginable un periodismo sin periódicos, ni una sociedad sana y libre que no los tenga. Lo único que puede acabar con el periódico es el mal periodismo.

Frente a una televisión muy discutida y unos medios decantados por intereses económicos, cobra más sentido que nunca defender el valor de la lectura al que os invitamos con la historia de esta institución que son y representan cien años de ciudad. De éxitos y crisis, de ilusiones y frustraciones, de caer y levantarse… todo ello para hacer ciudad, de crear o, intentar crear, el mejor Torrelavega.

En los sesenta largos años sobre los que me tocó investigar, analizar e interpretar, la evolución de nuestra ciudad y de España fue extraordinaria. Pasamos de la España de las cartillas de racionamiento y de la autarquía a la del desarrollismo; la de la vespa al seiscientos, la de la dictadura y el autoritarismo a la democracia y la libertad. De la intolerancia a la tolerancia. De la peseta al euro y, finalmente, de la pujanza industrial a una crisis que vemos día a día sin soluciones a medio plazo.

Aunque en esas seis décadas largas que me ha tocado investigar la Cámara ha sido servida por presidentes y plenos camerales que respondieron a distintos modelos y orientaciones, siempre destacaron, todos ellos,  por cumplir con los fines de una entidad como la que nos ocupa: defender y promocionar los intereses de los negocios comerciales e industriales. Pero también contribuir al mayor desarrollo de la ciudad en todos los órdenes.  Todas las propuestas pasaron por sus plenos y ocuparon a sus componentes. Como siempre las soluciones más ambiciosas llegaban, casi siempre, quince o veinte años después de plantearse.

No quiero salirme del guión que me puede corresponder en este acto como coautor de esta obra. Pero hablar de la Cámara es hablar de la ciudad y de todas las circunstancias, en este momento, que nos aprietan fuertemente

Ciudad y Cámara como reflejo de inquietudes y esperanzas, que saben de las dificultades que existen y que nos apremian. Hay nudos que no se desatan fácilmente aunque representen una necesidad cívica y social.

Hace ya quince años, Cantabria aprobó un modelo comarcal y, sin embargo, a esta Cámara no se la deja expandirse con esa lógica proyección comarcal cuando han sido precisamente todos los municipios los que en base a su autonomía reconocida constitucionalmente han expresado esta petición.

El mismo nudo, más o menos, nos ata a la que por el momento aparece como estructura autonómica  administrativa inamovible, a pesar de que alternativas se han presentado: recuerdo que hace veinte años presenté y defendí en el Parlamento una proposición de ley para fijar la sede de algunas instituciones o departamento del Gobierno en esta ciudad, propuesta que también defendí como ponente de la reforma del Estatuto de 1998 con un texto alternativo al actual art. dos.

En ambas iniciativas –que comenté extensamente en este salón de actos en una conferencia organizada por el Grupo Quercus-, se prueba la necesidad de que siendo esta ciudad y su pueblo parte decisiva en la identidad cántabra, tenemos derecho a que aquí se establezcan sedes institucionales, como este mismo año ha indicado la Universidad de Cantabria en un extenso informe para esta Cámara.

En todo caso, unidos todos en el objetivo de lograr el mejor Torrelavega, que a la vez representaba apostar por la mejor España, muchos han sido los torrelaveguenses que pasaron por esta institución y aportaron su ilusión a favor de la buena idea de Torrelavega, la buena idea de España. Porque, vivamos las dificultades que vivamos, que son muchas, pocas realidades merecen tanto la pena como la solidaria nación y ciudad que heredamos, que moldeamos y reconstruimos, y que -se oponga quien se oponga- transmitiremos a las siguientes generaciones.

Y de eso, de la necesaria y exigible lealtad a las nuevas generaciones, dieron prueba cuantos rigieron desde diversas tareas a esta entidad ya centenaria.

En las actuales circunstancias, vivimos momentos críticos en nuestra historia local. La industria se ha caído, el comercio se resiente gravemente,  y en general el emprendedor que trabaja se ve sometido a un claro pesimismo por lo que ve a su alrededor. Y, sin embargo, algo nos dice desde dentro que es momento de  fuerza, valentía y coraje para afrontar quizá uno de los momentos más delicados de nuestra historia, lleno de problemas, obstáculos y decepciones, pero también de voluntad de superación. Porque quien tropieza, quien cae, no debe ensimismarse en su caída, sino que ha de levantarse, ajustarse de nuevo y emprender con más ánimo el camino.

Debemos avanzar. Todos. Y no lo lograremos sin pasar por la incomodidad de hacer preguntas y buscar respuestas. Elaborando este trabajo, he aprendido que la más feroz contribución al desastre es el desánimo. No decaigamos.

Los que creemos en Torrelavega tenemos deberes y responsabilidades, no solo para nosotros mismos sino para las próximas generaciones.

El tiempo de la sociedad es ahora. Y para ese protagonismo  tenemos deberes. Los hay en los gobiernos y los hay en la sociedad. No olvidemos en esta apuesta –porque lo vivieron nuestros padres y abuelos- qué hace con los hombres justos la confrontación irracional.

Sobre Torrelavega y su futuro, que es lo que está en cuestión para los torrelaveguenses, permítanme añadir lo que sigue:

SE DICE QUE LA HISTORIA NOS JUZGA A TODOS, EVITEMOS QUE LA HISTORIA NOS CONDENE POR NO HACER LO QUE NOS EXIGE NUESTRA CIUDAD, Y POR EXTENSIÓN CANTABRIA Y ESPAÑA.

 

Muchas gracias.

 

Nota. Acto celebrado en la sede cameral el 28 de noviembre de 2014, en presencia del presidente de Cantabria, Alcaldesa, concejales, Presidente de la Cámara y miembros del pleno cameral, expresidentes y empresarios.