EL MUNDO CANTABRIA , 26 de diciembre de 2014

Cien años de El Pueblo Cántabro

José Ramón Saiz. El autor rememora la salida del rotativo maurista.

Cien años de El Pueblo Cántabro

COINCIDIENDO con la fundación de la Asociación de la Prensa (1914), se sucedieron tres hechos significativos: una dura huelga de tipógrafos que impidió la edición de los periódicos Boletín de Comercio, La Atalaya, El Cantábrico y El Diario Montañés,  el inicio de la primera gran guerra y, finalmente, la salida de un nuevo diario, El Pueblo Cántabro, de orientación maurista. Este importante rotativo que alargó su vida hasta 1927 que se fusionó con La Atalaya para crear la cabecera La Voz de Cantabria, vino a significar un hecho modernizador ya que pasó a ser el periódico mejor impreso de cuantos se editaban, además de crear la primera sección de fotograbado a cargo de Severiano Quintana, padre de los hermanos Tomás y Alejandro Quintana Suero, forjadores de la firma Samot.  Severiano había comenzado como fotograbador con un taller en el Boletín de Comercio, donde inició su aprendizaje.

El primer número de El Pueblo Cántabro apareció el domingo 7 de junio de 1914, bajo la dirección de Pedro Acha, conocido abogado santanderino. Promovido, entre otros, por Eduardo Pérez del Molino, Salvador Aja, Luis de Escalante, el propio Pedro Acha y Francisco Escajadillo, su fidelidad al maurismo quedó demostrada con la publicación del mitin de Beranga de Antonio Maura defendiendo la neutralidad española ante la guerra que se presagiaba como inminente.

El cuerpo redaccional de El Pueblo Cántabro estaba formado por Ezequiel Cuevas Langa como redactor-jefe (el popular Don Sisenando de La Hoja del Lunes); Francisco Revuelta, redactor de calle y poeta; Sinforiano Horna, que llevaba las notas de finanzas y Gerardo Saiz, de las militares.  Otros redactores en estos primeros tiempos fueron también el escritor José Montero Iglesias (que venía de El Cantábrico), Santiago Escalera Gayá, José María Bayas, Arturo Pacheco, y Alberto Colomer.  Más nombres. Al frente de la sección deportiva, Joaquín Rasero (Amaya), bien asistido con las colaboraciones de Fermín Sánchez (Pepe Montaña) y las caricaturas de Rivero Gil, Padilla y de Parchequín. Relata Fermín Sánchez en su crónica cántabra que, en principio, el nuevo periódico salió a la calle sin un redactor deportivo, ya que el Racing aún estaba en pañales. Compaginando tareas de redacción con la de taquígrafos para recoger las crónicas del exterior, Jaime Rubayo y Saturio Riestra, además de Eduardo Rado y José Vayas como correctores. En esta etapa se inició  un joven Manuel Llano, que comenzó a asombrar por sus narraciones costumbristas.

Tras una etapa breve de Pedro Acha, asumió la dirección Rafael Hernández, a quien sucedió Eusebio Zuluaga, que prácticamente no estrenó su despacho ya que enfermo de melancolía los redactores pasaban a recibir órdenes por la fonda en la que se hospedaba. Estuvo poco tiempo, asumiendo la dirección en funciones, a partir de abril de 1915, el redactor José Montero Iglesias, que meses después se instaló en Madrid  atraído por sus ambientes literarios. El almuerzo que se le tributó nos permite conocer una parte de la nómina de periodistas de esta segunda década del siglo XX: José Estrañi, Eusebio Sierra, Ángel Quintana,  Evaristo Rodríguez de Bedia, Jesús de Cospedal, Pablo Martín de Córdova, Braulio de La Riva, José Barrio y Bravo, José del Río Sainz, Arturo Pacheco, Rafael Hernández, Santiago Escalera, José María Aguirre, Alberto Espinosa, Jaime Rubayo, Justo Serna, el dibujante y caricaturista Rivero Gil y los gerentes de La Atalaya y El Cantábrico,  Eduardo Amézarri y Mauricio Rodríguez Lasso de la Vega, respectivamente.

A partir de 1918 ejerció la dirección Antonio Morillas Aguilar, que venía del diario Acción y de la revista taurina El Fenómeno, en la que empleó el seudónimo de Paco Censuras. Morillas destacó por su impronta de trabajo que dinamizó el periódico, potenciando la información de la provincia y los deportes. Morillas dirigió con éxito El Pueblo Cántabro, hasta que en 1927 se fusionó con La Atalaya. Este Morillascon pañuelo al cuello y gorra de golfo madrileño”, tal y como le definió Fermín Sánchez (Pepe Montaña), casi todos los días, sobre la medianoche, leía a la redacción en pleno una especie de sainete que firmaba con otro de sus seudónimos, el de Roquefor. Antonio Morillas fue jefe de redacción de Alerta desde 1037, director de La Hoja del Lunes en 1938 y redactor-jefe hasta su muerte en 1971.

El segundo acontecimiento que rodeó la salida del diario maurista fue la huelga de tipógrafos que impidió la salida -del 23 de mayo al 5 de junio- de los diarios locales. La poderosa Sociedad de Tipógrafos demandaba, por un lado, aumentos salariales pero también su rechazo a la modernización de los medios técnicos en los talleres –caso de la incorporación de la linotipia-, hecho que sembró muchas inquietudes en los trabajadores de artes gráficas. Las incertidumbres que planteaban estos adelantos, más las demandas de aumentos salariales, abrieron el camino hacia esta dura huelga de tipógrafos.

Una huelga de catorce días que culminó con un balance de derrota de los tipógrafos, que tuvieron que aceptar los imperativos del progreso técnico como significó la implantación de la linotipia. Las negociaciones se desarrollaron en un clima de tensión y de práctica ruptura. Las empresas editoras terminaron no aceptando las imposiciones, aun cuando se habían comprometido a no reducir los puestos de trabajo.  La situación alcanzó un alto grado de conflictividad a raíz de que las  empresas editoras comenzaran a gestionar la contratación de personal de otras imprentas con el fin de recuperar el contacto con sus lectores. La huelga finalizó con la ira de la Sociedad de Tipógrafos, que comenzó a editar unas hojas sobre la huelga, calificando a los patronos de “explotadores sin entrañas”. Los tipógrafos terminaban atacando al Gobernador civil por dar la orden de que se vigilasen las imprentas para permitir la salida de los diarios.

Semanas después de su salida se produjo una noticia que convulsionó las redacciones por significar el comienzo de una larga y penosa guerra. El drama de Sarajevo ocupó grandes espacios en la prensa local. El día 30 de julio apareció en la Gaceta de Madrid una disposición del Ministerio de Estado en la que podía leerse: “Existente, por desgracia, el estado de guerra entre Austria, Hungría y Serbia, según comunicó por teléfono el embajador de España en Viena, el Gobierno se cree en el deber de ordenar la más estricta neutralidad a los súbditos españoles”.

Aunque la opinión popular se dividió en torno a la guerra –germanófilos y aliadófilos-, la declaración de neutralidad fue bien acogida por todos. Las pasiones llegaron también a la provincia santanderina con la aparición, en 1916, de la revista España Neutral que nació al calor de las rotundas afirmaciones de exigencia de neutralidad en el famoso discurso de Maura, en Beranga.  José del Río Sainz (Pick)  y Francisco Revuelta fueron los directores de esta publicación y los dos no escondieron sus tendencias germanófilas.

En la ardorosa defensa de las ideas de España Neutral no faltaron, incluso, tropiezos hasta de índole personal. En efecto, Del Río recibió un día una misiva del cónsul inglés en Santander que exigió a José del Río que se presentara al día siguiente en el consulado. Pick le contestó de inmediato afirmando que no tenía por qué recibir órdenes de ningún extranjero, advirtiendo al cónsul, uno de los agentes más activos del espionaje en la zona cantábrica, que España no era todavía una colonia.

Sobre la gran guerra destaca el protagonismo de un periodista nacido en Bárcena de Pie de Concha,  Luis Araquistain Quevedo, que  el 12 de enero de 1916 publicó en The Daily News, de Londres, un artículo en el que desvelaba que varios rotativos madrileños recibían subvenciones por apoyar las tesis de Alemania.  Entre 1916 y 1922 estuvo al frente de la revista España y  figuró entre los colaboradores del periódico de propaganda Los Aliados.

El Pueblo Cántabro terminó sus días fusionándose con La Atalaya en 1927, alumbrando la nueva cabecera La Voz de Cantabria que pasó a dirigir José del Río. Prohibidos los partidos por la llamada dictablanda, el maurismo decayó después de ser durante años un partido con fuerte implantación. Tiempos en los que en Torrelavega alcanzó un reconocido éxito la publicación, también maurista, Hidalguía Cántabra de la que que destacaron como directores Florencio Ceruti (hijo) y  Hermilio Alcalde del Río.

 

JOSÉ RAMÓN SAIZ FERNÁNDEZ
El Mundo-Cantabria, 26 de diciembre de 2014