Prólogo de Carlos Muñoz-Repiso Izaguirre del libro “100 Años de Tráfico en Cantabria”

Carlos Muñoz-Repiso, prologuista de "100 Años de Tráfico en Cantabria"A cometer la empresa de condensar en una publicación la historia de una unidad administrativa es, en sí mismo, algo meritorio. Bucear en archivos, buscar testimonios vivos y poner el resultado negro sobre blanco supone todo un éxito. El autor, José Ramón Saiz, desde su experiencia como escritor y Doctor en Ciencias de la Información (Periodismo), ha dedicado cientos de jornadas a esta tarea y ahí queda para la historia, quizá para la pequeña historia, pero lo cierto es que ya no se perderá en la oscura noche de los tiempos. Supone parte de la vivencia y los esfuerzos de muchas personas.

He visto muy de cerca la Jefatura Provincial de Tráfico de Cantabria. Fue mi primer destino como funcionario de la escala técnica de Tráfico, donde ingresé por oposición en el año 1973. He conocido a la mayoría de las personas que se mencionan en una parte significativa de esta obra, he vivido las vicisitudes de la Jefatura y he mantenido una sincera amistad con muchos de los funcionarios que la han integrado y con los cuatro jefes que ha tenido esta unidad en sus más de cincuenta años de existencia. Por ello acepté sin titubeos el ofrecimiento de escribir estas letras para el prólogo de esta obra Cien Años de Tráfico en Cantabria.

Como bien se explica en esta obra, el Organismo Autónomo Jefatura Central de Tráfico se creó en 1959 para ordenar y coordinar la circulación de vehículos en las carreteras de España. ¡Ardua tarea! En aquellos momentos todo era incipiente: la industria del automóvil comenzaba la fabricación masiva, algunos españoles ya podían adquirir, no sin sacrificio, aquellos Seat-600 o Renault 4/4 o Citroën 2CV, gracias a la eficacia del I Plan de Desarrollo ideado por el ministro Laureano López Rodó.

Hubo que inventar sobre la marcha la organización que se ocupase a nivel provincial de esta importante tarea. Los accidentes de circulación aumentaban de manera exponencial según crecía la motorización y ello, entre otras causas, porque los españoles estaban empezando a conducir automóviles con edades superiores a los cuarenta años, poco propicias para la adquisición de las habilidades y automatismos que la conducción segura requiere. Las carreteras eran claramente insuficientes y peligrosas y era evidente que no podían crecer ni mejorar al ritmo que lo hacía la producción en cadena de automóviles. La vigilancia de las vías, a cargo de la Policía Armada de Tráfico hasta 1959, pasó a ser competencia de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, que también tuvo que adaptarse a sus nuevas funciones sobre la marcha.

El panorama era difícil y los medios escasos. Las Jefaturas de Tráfico se ubicaron, en principio, en las dependencias de los Gobiernos Civiles y las indisolubles parejas de guardias civiles se vieron obligadas en más de una ocasión, ante la escasez de vehículos, a compartir la misma moto. Pero desde el principio se creó un espíritu de servicio muy especial, de trabajo duro para lograr mayores índices de seguridad vial, tanto en las unidades de la Jefatura de Tráfico como en las de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, y hoy podemos afirmar que se conserva.

Santander no fue una excepción. En la presente obra queda reflejada la peripecia de la Jefatura Provincial de Tráfico, pero justo es reconocer que en los últimos veinte años la Jefatura de Cantabria sí ha destacado por su dinamismo. Su activo, inquieto y siempre ocurrente responsable ha aportado muchas y buenas ideas y ha sido capaz de llevarlas a cabo con éxito, ha organizado seminarios, cursos y simposios que han atraído a esta bella tierra a todos los especialistas en seguridad vial y ha sido capaz de mantener un buen ambiente en la unidad a su cargo y de crear un magnífico equipo directivo a su alrededor. Por eso los que participamos en su momento en su nombramiento nos sentimos orgullosos del acierto de la decisión adoptada en su día.

El índice de la obra, finalmente, no puede ser más interesante. Desde las diligencias a los primeros automóviles con el primer reglamento de 1900, hasta nuestros días. Más de cien años de historia con la irrupción del primer coche que llevó la matrícula número uno de Santander, los bandos de las autoridades, la accidentalidad con el primer muerto por atropello en 1906, el Real Club Automovilista Montañés, el Sector de la Guardia Civil de Tráfico y los automóviles y motos de la España del desarrollismo, completan las páginas de esta obra de José Ramón Saiz que explican el interés por un tema –el del tráfico– que no ha sido muy historiado. Por ello, esta obra es un paso más en la dirección que ya señalé al comienzo de este escrito: que la historia no caiga en la oscura noche de los tiempos.

 

CARLOS MUÑOZ-REPISO IZAGUIRRE
Director General de Tráfico (1996-2004), Diciembre 2014