EL MUNDO, CANTABRIA24HORAS.COM, 15 de agosto de 2015
Cuando en 1955 el párroco Teodosio Herrera de la Fuente consideró que era necesario dar un paso definitivo para construir un gran templo sobre las ruinas de la vieja iglesia de la Consolación, Torrelavega acababa de superar los veinticinco mil habitantes. La ciudad conocía un vigoroso crecimiento por el desarrollo de sus industrias que precisaban más mano de obra, lo que provocó la llegada de inmigrantes de otras regiones y, al tiempo, la necesidad de construir barriadas para acoger a sus familias. Este crecimiento –según el doctor Ruiz de Salazar, director del Centro de Higiene– exigía medidas urgentes en materia de higiene pública, afirmando como reto del momento “que hacer higiene es hacer sanidad”.
Fue el 14 de agosto de 1955 cuando ante las viejas ruinas y en el transcurso de la procesión de la Patrona –que había salido de la iglesia de la Asunción– donde actuó brillantemente la Coral dirigida por Lucio Lázaro, un Teodosio Herrera emocionado anunció ante miles de feligreses la construcción del templo para acoger a la Virgen Grande. En su alocución ya anunció que proyectaría una iglesia “a lo grande” desde estas reflexiones: 1) como Casa de Dios debía construirse lo mejor posible; 2) sería la sede de la Patrona de Torrelavega y si en tantas cosas la ciudad era capaz de hacer cosas grandes, tratándose de la Virgen Grande no se podía realizar a medias y, 3) se edificaría sobre las ruinas de la primitiva iglesia y de la Torre de los Garcilasos. Por consiguiente, debía de unir a su carácter sagrado su calidad artística y monumental, una idea del párroco que desde cuatro años antes ya contaba con el apoyo del sacerdote y coadjutor Amable Pelayo.
Precisamente por ello, Teodosio Herrera tomó la decisión de que piedras de la torre de los Garcilasos sostuvieran la magnífica ara del altar mayor y en una de ellas se esculpió en latín esta inscripción que dice más o menos así: “Aquí y en estas mismas piedras estuvo edificada la torre y la capilla de los Garcilasos que dieron origen a la ciudad y a la parroquia de Torrelavega”. De esta manera, todos estos motivos –el origen de la ciudad- quedó esculpido en el altar central colocado en el mismo lugar en el que estuvo enclavada la histórica Torre.
Desde el primer momento, el párroco don Teodosio consideró que la construcción del nuevo templo tenía que lograrse a través de un movimiento ciudadano con presencia de las autoridades y del ámbito católico. Después de madurar el proyecto y compartir el mismo con las llamadas fuerzas vivas, el 23 de agosto de 1955 dio a conocer la composición de la comisión para la construcción del templo de la Virgen Grande, acto que se celebró en el Ayuntamiento. De las personas que formaron aquella comisión solo sigue entre nosotros Carmelo Oria Cifrián, que un año antes gracias a un modesto reemisor había puesto en marcha Radio Juventud de Torrelavega. Cuando se formalizó la comisión, don Teodosio ya informó sobre el primero de sus logros: la adquisición de un terreno anexo a la antigua iglesia por un importe de 325.000 pesetas, acordando los vendedores entregar 25.000 pesetas como donativo. Entre las primeras aportaciones hay que destacar, además, la del Ayuntamiento (300.ooo pesetas); Elisa de Bustamante, en memoria de su esposo José Argumosa (25.000), Francisco Gómez Ceballos Moreno y Teodosio Herrera (5.000) y los sacerdotes Amable Pelayo Ortiz y Felix Apellániz Jáuregui (1.000 pesetas).
Discurrían tiempos difíciles que empujaron a impulsar campañas contra el frío, concienciando a la población de la necesidad de confeccionar prendas de abrigo. Una institución tan querida como el Asilo –fundado a finales del XIX por el párroco Ceferino Calderón– no tenía calefacción, promoviéndose una gran campaña de solidaridad para dotar a la residencia de ancianos del necesario calor en un invierno –el de 1956- que fue excesivamente frío con temperaturas durante varias semanas por debajo de los cero grados. Otro dato que permite comprender el momento económico nos lo ofrecen los presupuestos municipales. En 1935 alcanzaron las 900.000 pesetas, destinándose a la partida de obras 50.000 pesetas; ocho años después, en 1943, con Manuel Urbina de alcalde, el presupuesto ascendió a 1,7 millones, con una inversión para obras de 110.000. En 1948, primer año de Manuel Barquín, el presupuesto alcanzó los 3 millones, dedicándose a obras 610.000 pesetas. Finalmente cuando Teodosio Herrera anunció la construcción del nuevo templo, con Fernando Ortueta en la alcaldía, el presupuesto llegó a los 8,8 millones con una partida para obras de 1.1 millones de pesetas.
Un año después, el mismo día de la Patrona de 1956, se colocaba la primera piedra en un acto presidido por el obispo auxiliar, Doroteo Fernández Fernández, quien como relatan las crónicas de la época procedió a la bendición y colocación de la primera piedra de la iglesia que, dedicada a San José Obrero y para Sede de la Virgen Grande, Patrona de la ciudad, “va a levantarse por suscripción popular en el mismo lugar en el que estuvieron edificadas la Capilla y la Torre de los Garcilasos de la Vega que dieron origen a la parroquia y a la ciudad ”, según quedó escrito en el acta del acontecimiento. En las fiestas de la Patrona de este año, los premios literarios fueron ganados por Juan Antonio Pérez del Valle con mención honorífica al poeta de Viérnoles, Ángel Laguillo, por su Canto a la Virgen Grande, mientras que el de narración fue otorgado al abogado y escritor José Ángel de Lucio.
Cuando aconteció este importante acto de la primera piedra del nuevo templo, existían 600 comercios en Torrelavega con 1.307 empleados. La llegada de visitantes a la ciudad se debía, principalmente, al prestigio de sus mercados y la feria ganadera de la Llama. La evolución del comercio en un periodo de veinte años (de 1936 a 1955) acusaba un incremento del 272,73 por ciento ya que en el año 1936 existían 220 comercios y en 1956 eran 600.
La imagen de la Virgen Grande, Patrona de Torrelavega, que este viernes, 14 de agosto, recorrerá procesionalmente las calles de la ciudad, nació al amparo del lema «Ave María Gratia Plena», divisa que tiene su origen en el blasón de los señores de la Casa de la Vega, aquellos indómitos montañeses que lucharon contra los moros en la batalla del Salado.
La talla, conocida como la Virgen Grande, fue donada por Francisco Manuel Obregón, alcalde de la villa. Se trata de una bella y antigua imagen del siglo XIV, sedente en trono bajo, con el Niño sentado sobre su rodilla izquierda, bendiciendo con una mano y sosteniendo un libro en la otra. Las formas de esta imagen plástica hacen pensar que la creación iconográfica mariana responde a un estilo en boga en el siglo XV, de la etapa del Renacimiento. Discurriendo 1930, un grupo de torrelaveguenses tomaron la iniciativa de que se le bordara un majestuoso manto para las fiestas de la ciudad, que es con el que aparece en estos días señalados. Los vecinos de la ciudad consideran a su Patrona como el blasón donde están concentrados muchos de sus anhelos y esperanzas.
Independientemente de su sentido religioso de la vida, de su apego a los ritos, son pocos los torrelaveguenses que no sienten un profundo respeto y devoción a la Virgen Grande. Muchos ciudadanos que durante el año viven fuera de Torrelavega regresan un día como hoy para acompañar a la imagen en su solemne procesión por las calles de la ciudad, siendo muchos los que, a su paso, sienten cierta emoción.