EL MUNDO, CANTABRIA24HORAS.COM, 27 de agosto de 2015
José María de Pereda en El Sabor de la Tierruca ya evocó sobre los bolos que los desafíos se disputaban “entre mozos del lugar y otros tantos forasteros”, una tradición ya perdida. Desde mucho antes, los bolos suenan en Torrelavega con el veterano concurso de la Patrona que se remonta a 1896 cuando la publicación local El Fomento publicó referencias sobre el programa de festejos y el anuncio de que partidas de Bóo, Santander, Cartes y cuatro de Torrelavega se dieron cita en la memorable jornada del 16 de agosto de su primera edición: “Por la tarde, con calma placentera/ te irás a la bolera y hablarás con cualquiera/ De lo que ahora priva: ¡de los bolos!”.
Cuando el Consistorio organizó el primer concurso de la Patrona, los bolos conocieron un resurgir importante. Telesforo Mallavia -que llegó a la villa de su tierra torancesa- adquirió en 1893 un bar y dos boleras -que con el tiempo las hizo cubiertas- a Ramón Sagarminaga, impulsando las partidas y los desafíos. En 1899 había nacido la primera peña bolística en Torrelavega con un nombre que está en la propia filosofía del juego: La Amistad. Pasado el tiempo se construyó el corro de la Llama, que durante décadas fue conocida como la catedral, que hasta su desaparición -allá por 1995- registró numerosos hitos históricos.
En las boleras de la ciudad eran habituales los concursos. Para ofrecer un detalle, acudimos a El Impulsor de 20 de agosto de 1911, en plenas fiestas de La Patrona, que contó con ochocientas pesetas en premios. Celebrado en la antigua bolera de la Llama “merece mil plácemes el activo y popular Foro” (Mallavia), por contar con una bolera que es “la primera de la provincia”. Sobre el ganador, que lo fue Fernando Sañudo, se destacó que era jugador de “corta talla, aunque gran atleta, pues desde el último tiro coloca con gran facilidad las bolas más gordas en la caja; prueba evidente que los hombres no se miden a palmos”. Eran los tiempos en los que triunfaban dos grandes: Tomás Varillas y Federico Mallavia. A pesar de ser rivales en los corros, formaron una pareja campeonísima, hasta que por indisposición de Varillas la formó Ico con Manuel Gándara.
A partir de 1933, los bolos comenzaron a ser en Torrelavega cosa de dos. Irrumpió la Peña Bolística fundada por un grupo de aficionados encabezados por Carmelo Alonso de la Sierra. Tuvo como primera sede la bolera del Mortuorio, una de las más frecuentadas de la época, contando en los inicios con ochenta socios que aportaban cuotas desde un real a una peseta al mes. Un paso adelante en la historia de la Bolística fue la construcción de su bolera en terrenos municipales, con frontera marcada por el maloliente Sorravides, entonces al descubierto. Aconteció la inauguración el 22 de marzo de 1936 y la primera bola fue lanzada por Darío Gutiérrez, que abrió una competición ganada por Manolo Gándara. Desde su puesta en marcha, Mallavia y Bolística se alternaron democráticamente en la organización del concurso de la Patrona; los impares los de Mallavia y en los años pares la Bolística.
A pesar de esta colaboración, la rivalidad fue una constante, especialmente a partir de los años cuarenta. Se podía decir que la ciudad se dividió en dos partes. La zona de la Llama y adyacentes, eran de Mallavia por acudir muchos de los aficionados a su corro de siempre. El centro era territorio de la Bolística, que levantó su bolera en la misma plaza Baldomero Iglesias. Una etapa en la que, incluso, existió trasiego de forofos, como el caso del guardia municipal Rufino Díaz, fundador de la Bolística, que se pasó con armas y bagages a la Mallavia.
Fue una rivalidad enriquecedora para los bolos. La fiebre bolística estaba en pleno auge y los aficionados neutrales no existían. O se estaba con la Bolistica o con la Mallavia. Aquella rivalidad se traducía en desafíos que se sucedían en los dos corros entre sus figuras más sobresalientes. De aquellos desafíos, el más brillante fue el que disputaron a dos partidos y con cinco mil pesetas en juego -además del honor, cosa no menos trascendente- la pareja Federico Mallavia y Manolo Gándara, por Mallavia, y Manuel Leñero, barman del café Cántabro, y Emiliano Guillén, excelente jugador de la Bolística con gran futuro cortado por un accidente en Sniace. Con los dos corros a reventar de aficionados, ganaron los de la Mallavia en dos finales disputadísimas.
Cuando en 1958 se puso en marcha el Torneo Diputación con partidos a doble vuelta y con cuadrillas de cuatro jugadores, la participación fue de ocho equipos, seis de ellos de Torrelavega: Mallavia, Bolística “A”, Bolística “B”, Campuzano, Sniace y Solvay. El nacimiento de la Peña Telesforo Mallavia, coincidiendo con la fundación de la Liga, fue un revulsivo para las antiguas instalaciones. Entonces se adecentó la bolera principal y se levantaron las gradas con el objeto de adaptarse a las nuevas circunstancias. Sería en 1990 cuando la Peña Mallavia jugó su última Liga sin haber saboreado el triunfo y después de sumar ocho subcampeonatos en la máxima categoría, mientras su eterna rival, la Bolística, lo ganó todo en los sesenta. Esta trayectoria de éxitos y de pasión, fue valorado por Antonio Bartolomé (con su seudónimo de Armando Pulgar) en la revista La Montaña de la Asociación Montañesa en Méjico, al escribir que “Torrelavega fue siempre bolística, lo es y lo será (…) Siempre hubo a orillas del Besaya grandes campeones”.
De los grandes que pasaron por Mallavia hay que destacar, sobre todo, a Manolo Gándara, campeón de España en 1942 en la bolera montada en la plaza de toros de Santander. Campeón de muchos concursos, de estilo sobrio, Gándara marcó una época siendo un permanente ejemplo para la afición. Ya contaba con 45 años y había sido tercero en el primer campeonato que ganó Salas en Madrid. Otro mallavia campeón de España fue Luciano Ruiz (Cianín) que en 1946 logró el título en Gijón. Bolístico impresionante fue Gabino Revuelta, El Mozo de Campuzano, siendo Fidel Linares, tres veces campeón de España -uno de los títulos logrado en 1965 en el corro de la Mallavia- la mayor referencia de la Bolística.
Figura legendaria pero un tanto ignorada fue la de Ramón Mallavia. Hay testigos -entre otros Justo Echevarría que de chaval repartía la publicación Emboque en el corro de la Bolística– que vieron a Ramón emular la gran puntería de Rogelio González, El Zurdo de Bielva. Ocurrió una tarde en la bolera de la Bolística. Parece de leyenda, pero fue realidad. Con nueve bolas fue tirando uno a uno los bolos “pinaos” de la caja. Después se plantó el del centro con una caja de cerillas también pinada sobre el bolo. Dicho y hecho. Ramón lanzó la bola y logró que la caja de cerillas cayera pero el bolo siguió en pie. Y para cerrar la tarde gloriosa, al mejor estilo de El Zurdo, también embocó.
Desde que desapareció la Mallavia como institución y su bolera –de la que queda el busto de Ico Mallavia erigido en 1935 por suscripción popular- algunos forofos y jugadores de altura, han pasado a ejercer cargos directivos para elevar el prestigio deportivo de la Bolística, tomando sus poderes. El caso de los dos últimos presidentes, Pepe Ingelmo y Ángel Luis Mosquera, representan el último episodio de cómo dos mallavias de pasión han conquistado la peña que tiene su corro en el corazón de la ciudad.
En estos días de bolos en Torrelavega, evocamos los versos de un romance de Jesús Cancio:
“Tarde de la Virgen Grande,
toda luz y de fiesta
en el corro de la Llama,
y entre ovaciones sin tregua
hay un viril mano a mano
que es de la raza un poema”.