Menéndez y Pelayo y Barcelona

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El 28 de diciembre de 1990 publiqué un artículo titulado “Carta cántabra al Sr. Alcalde de Barcelona” en el que exponía mui profunda decepción pro la decisión del Consistorio de la Ciudad Condal de suprimir el nombre de don Marcelino Menéndez y Pelayo del callejero de la ciudad y sustituirlo por el de Torrent de la Olla. Era una espina que teníamos clavada muchos montañeses y cántabros y que se agudizaba en cada uno de nuestros viajes a Barcelona, ciudad a la que don Marcelino honró con su presencia, como mantenedor de los Juegos Florales en la primavera de 1888. En numerosas ocasiones hicimos llegar nuestra decepción y queja al alcalde de la capital catalana, Pascual Maragall, vinculado familiarmente a un ilustre representante del catalanismo literario, que hacía aún más incomprensible la decisión del Consistorio barcelonés.

Hace unos días la Corporación de la Ciudad Condal ha rectificado y ha dado el nombre de don Marcelino a una calle barcelonesa, con lo que se ha restituido el reconocimiento y el agradecimiento a quien aportó luz propia al catalanismo de finales del siglo XIX, y que con su autoridad de brillante intelectual afirmó que “las lenguas ni se imponen por la fuerza ni se prohiben por ley”, una apuesta firme y sincera por la lengua catalana que tantos recelos provocaba entonces y que el Estado centralista siempre intentó reprimir. La ascendencia intelectual y moral de don Marcelino significó un hecho sin duda histórico que los catalanes conocedores de la historia recuerdan y agradecen.

Con la rectificación del o que fue una decisión injusta y precipitada, el Consistorio barcelonés ha vuelto a rendir honores a quien con José María de Pereda fue uno de los más ilustres mantenedores de los Juegos Florales de Barcelona del pasado siglo , que alentaban un espíritu catalanista que siempre buscó entre los intelectuales y escritores, entre los que destacaban nuestros representantes más ilustres, como don José María y don Marcelino, el apoyo y el aliento frente a las tendencias centralizadoras que dominaban aquellos tiempos. El periódico La Vanguardia con motivo de la presencia en la primavera de 1888 en Barcelona de Menéndez y Pelayo, escribió que el discurso del polígrafo montañés “es y será siempre un acontecimiento en el catalanismo por la autoridad de su autor, por la convicción y el calor de la defensa, por la alteza crítica de su hermoso contexto”. Cuando muchos han acusado de conservadurismo al ilustre don Marcelino, ocurrió que su discurso, en un momento en el que el regionalismo se encontraban reducido al ostracismo, fue un punto de arranque para las reclamaciones históricas de Cataluña.

Nuestro ilustre pensador dijo en aquel discurso que “las lenguas no se forjan caprichosamente, ni se imponen por la fuerza, ni se prohiben ni se mandan por ley, no se dejan, ni se toman por querer, pues nada hay más inviolable y más santo en la conciencia humana que el nexo secreto en que viven la palabra y el pensamiento. Ni hay mayor sacrilegio, ni a la par más inútil, que pretender amordazar lo que Dios ha hecho espiritual y libre: el verbo humano”, añadiendo en su apoyo a la lengua catalana que “la historia nos dice que en el larguísimo periodo de más de tres siglos que los catalanes dejaron de cultivar su patrio idioma, en el larguísimo periodo que va de Boscán hasta Cabañes y Ginferrer, ni un solo poeta de primer orden, ni apenas si de segundo, nacieron en eta tierra catalana y, antes al contrario, en cuanto renació la lengua brotó con el sentimiento poético…”.

Estas afirmaciones de don Marcelino fueron recibidas por La Vanguardia con este juicio:” pueden convencer a muchos estas palabras del insigne maestro de lo que debiera ser una verdad indiscutible; que los hombres y los pueblos han de escribir en el idioma que mejor sientan sí se quiere que produzcan obras seriamente literarias y que, por lo tanto, el catalanismo en literatura no es la manía de unos cuantos sino la necesidad de todo un pueblo”.

Celebramos, pues, la rectificación del Ayuntamiento de Barcelona y la vuelta del nombre de don Marcelino Menéndez y Pelayo al callejero de la ciudad. Nada se nos ha regalado, sino que se ha hecho justicia a quien defendió un compromiso con la lengua, la historia y las inquietudes y aspiraciones del pueblo catalán.


ALERTA - 11 de julio de 1993