El valor de nuestra historia / y 3

Príncipe de Asturias y Duque de Cantabria

"En los Reinos Españoles las mujeres al heredar u ocupar el trono asumían el nombre dinástico del marido. Ello explica la presencia de distintas dinastías posteriores a la de Cantabria. Así, Navarras, Borgoñas, Trastamaras, Austrias y Borbones, aunque siempre dentro de la misma Familia Real. Tal circustancia permite afirmar que Juan Carlos I desciende de Bermudo I por línea ininterrumpida de padre a hijos o hijas".

¿Por qué razones históricas el Príncipe Heredero de la Corona de España debiera añadir a sus títulos el de Duque de Cantabria?. El hecho en sí mismo sería un alto honor para esta Comunidad Autónoma y el reconocimiento definitivo de su papel histórico en hitos trascendentales de la historia de España, entre otros, cuna de la Reconquista -¿quién pone en duda el papel de la Liébana?- y origen de la Monarquía Española.

Preocupados todos por afrontar los retos del próximo siglo y milenio, a veces no miramos hacia nuestro honroso y brillante pasado, cargado de muchos sacrificios, que es patrimonio de una Comunidad con una antiquísima historia. Si este título de Duque de Cantabria que acompañe al de Príncipe de Asturias, nos corresponde por derecho propio e, incluso, se invoca por historiadores ajenos a Cantabria, ¿por qué no plantear oficialmente una aspiración que entendemos legítima y que se sustenta en hechos históricos irrefutables?. Soy de los inconformistas en cuanto a aceptar, exclusivamente, la relación de Cantabria y la Corona con los veraneos de los Reyes don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia en las primeras décadas del presente siglo. Nuestro pasado tiene más de cien años y la Monarquía Española ha cumplido más de doce siglos de historia. Un pensador afirmó con acierto que "conocer el pasado es defender el presente" y en ese espíritu sustento estos trabajos evocadores de un pasado brillante.

En esta ocasión vuelvo a invocar opiniones ajenas a Cantabria, como la del antropólogo e historiador asturiano José Manuel Gómez-Tabanera, miembro de número del Instituto de Estudios Asturiano, que en el libro sobre Alfonso II El Casto (Oviedo, 1991), páginas 553-537 escribe:

    "Será pues el príncipe Ramiro, posteriormente Ramiro I, de donde arranque la línea dinástica destinada a prolongar durante doce siglos una Casa Real de las Españas representada hoy por don Juan, Conde de Barcelona, don Juan Carlos, Soberano reinante y su hijo don Felipe, Duque de Cantabria, Príncipe de Asturias y de Gerona..."

Precisemos que Alfonso II el Casto fue hijo del rey cántabro Fruela I, hijo a su vez del rey Alfonso I, el Católico, "el gran guerrero cántabro" (así es citado por los historiadores) que plantó cara con éxito al Islám. Pero ciñéndonos a la afirmación del historiador Gómez-Tabanera, tenemos que afirmar que no es el único que evoca esta presencia significativa de la estirpe real de Cantabria en el origen de la Monarquía Española. Hay otras y muy significativas.

El propio Rey Alfonso XII - y las palabras se hallan esculpidas en piedra desde hace más de un siglo en el Palacio de Sobrellano - en una carta a la Infanta doña Paz escrita en uno de los veranos que pasó en Comillas, tras proclamar "la nobleza y el patriotismo" de nuestro pueblo, añadió:.."tal vez me creáis digno de esta Cantabria, cuna de la Monarquía Española". Más inmediato en el tiempo es el comentario del académico de la Lengua y catedrático de la Universidad de Oviedo, recientemente fallecido, don Emilio Alarcos, quién al referirse a la historia y la cultura de Asturias y Oviedo, escribe: "...No se olvide que los creadores del reino asturiano (Pelayo y luego la familia de su yerno) procedían de Cantabria". Se refiere Alarcos a Alfonso I el Católico, que se unió a la familia de Pelayo al contraer matrimonio con Ermesinda, la hija del caudillo asturiano, reconociendo, sin medias tintas, a los descendientes de Pedro de Cantabria como "creadores" del reino asturiano.

No he encontrado en todos los estudios editados sobre la historia del Reino de Asturias, vacilación alguna a la hora de reflejar la preminencia de la familia de Pedro de Cantabria en el origen del reino astur y, por tanto, de la Monarquía Española. Paulino García Toraño en su obra "Historia de El Reino de Asturias" (Oviedo, 1986) reconoce:

    "Con Alfonso II -hijo del rey Fruela I y, por tanto, nieto de Alfonso I el Católico- se reanuda el hilo de la sucesión hereditaria de la Corona, pero al morir sin hijos vuelve la Corona a la familia colateral de los cántabros para no interrumpirse ya más el principio de la Monarquía hereditaria (pág. 177).

Lo que quiere decir García Toraño se entiende mejor con estas palabras: la rama de Alfonso I, hijo de Pedro, casado con la hija de Pelayo, se extinguió con Alfonso II el Casto, pero perduró la rama exclusivamente cántabra con Fruela el hermano de Alfonso I, ambos hijos de Pedro de Cantabria, cuyos hijos Aurelio y Bermudo I fueron reyes y fue el hijo de este último, Ramiro I, con el que continuó hasta don Juan Carlos la tradición monárquica.

En su interesante obra "Nobiliaria Española", de Vicente Márquez de Plata y Luis Valero de Bernabé, también se hace una explícita mención al origen cántabro de la Monarquía Española en los siguientes términos:

    "Durante trescientos años fue una dinastía cántabra la que dirigió los destinos del Reino Astur-leonés desde Alfonso I (739), Duque de Cantabria y tercer rey de Asturias, hasta Sancha I, reina de León (1O37) y esposa de Fernando I que fueron los primeros reyes de Castilla".

Son razones históricas profundas las que exponen los historiadores al citar a don Felipe de Borbón como Duque de Cantabria tras su título de Príncipe de Asturias que data de 1388 - ya habían pasado 670 años del origen de la Monarquía - creado por el rey Juan I con ocasión del matrimonio de su hijo don Enrique con doña Catalina de Lancaster. Estas consideraciones no las estamos planteando nosotros desde nuestras lógicas pasiones y deseos. Las sustentan quienes han estudiado la historia y conocen en profundidad las auténticas raíces de la Monarquía Española. Si no se discute - y son hechos probados y ratificados - la preeminencia de Pedro de Cantabria y sus descendientes en la Monarquía astur-cántabra, está justificado que el Príncipe Heredero ostente este título de Duque de Cantabria con los que, por tradición, viene asumiendo.

Si como generalmente es aceptado el reino de Asturias se crea tras la unión de las familias de Pelayo y de Pedro, no admite discusión - incluso en los historiadores asturianos a cuyas fuentes acudimos - que de la familia de Pelayo solo fue rey y, por poco tiempo (737-739), su fijo Favila, mientras que de la familia de Pedro de Cantabria fueron reyes todos sus descendientes directos: su hijo Alfonso, sus nietos Fruela I (hijo del primer Alfonso); Aurelio y Bermudo (hijos de Fruela, hermano del rey Alfonso) y sus bisnietos Alfonso II el Casto (hijo del rey Fruela I) y Ramiro I (hijo del rey Bermudo I), para continuar con la trasmisión de la corona de padres a hijos. Este protagonismo de la familia de Pedro de Cantabria en los primeros reyes españoles es concluyente para la historiadora Torrente Fernández que en el II volúmen de la Historia de Asturias (Oviedo, 1996) acepta totalmente esta preeminencia y, refiero lo que ha dejado escrito:

    "El triunfo de Ramiro I en su empeño marca un hito en la Monarquía Asturiana, ya que su triunfo lleva parejo el definitivo de la dinastía de Pedro de Cantabria, así como el de la línea sucesoria de varón a varón".

De nuestros reyes cántabro-astures se llegó definitivamente, con el paso del tiempo, a la unificación dinástica que coincide prácticamente con la construcción unitaria de España. Gómez-Tabanera en su trabajo publicado en el libro sobre el rey Alfonso II el Casto, afirma lo siguiente, mereciendo una lectura detenida:

    "Hecho significativo en la historia de la Corona española es que en la misma se dieron una serie de cambios de nombres de las dinastías que han ido integrándola, dado que en los distintos reinos de las Españas, tras una legislación restrictiva dictada bajo los Borbones, en los Reinos españoles las mujeres al heredar u ocupar un trono asumían el nombre dinástico del marido. Ello explica la presencia de distintas dinastías posteriores a la de Cantabria. Así, Navarras, Borgoñas, Trastamaras, Austrias y Borbones, aunque siempre dentro de la misma Familia Real. Tal circustancia permite afirmar que Juan Carlos I desciende de Bermudo I por línea ininterrumpida de padres a hijos o hijas".

Apunta bien Gómez-Tabanera al señalar al rey Bermudo I y no al primero de los reyes de la dinastía cántabra, Alfonso I, al referirse a la sucesión por "línea ininterumpida de padres a hijos o hijas", ya que Bermudo I es padre de Ramiro I, al que sucede su hijo Ordoño I, padre de Alfonso III el Magno, al que reemplaza su hijo Ordoño II, hasta llegar tras mil años de historia monárquica al actual rey don Juan Carlos. Por el contrario, la línea directa - sucesión de padre a hijo - de Alfonso I, el Católico, emparentada con la de Pelayo, continuó en su hijo Fruela I y, en el hijo de éste, Alfonso II el Casto, se interrumpió.

Creo que todo está escrito y perfectamente sustentado. Un pueblo que este decidido a construir un brillante futuro no puede perder la memoria de la historia.


ALERTA - 24 de Septiembre de 1999