Los límites de la Cantabria Antigua según Sota /4

El monje benedictino Francisco de la Sota (1615-1680) fue cántabro por los cuatro costados, nacido en el barrio de Velo, del pueblo de Arce, término municipal de Piélagos.

Está más que justificada una reedición de su gran obra "Crónica de los Príncipes de Asturias y Cantabria" en la que "recalca el origen cántabro de Pelayo y de Pedro y con ello el de la monarquía cántabro-astur que nació en Covadonga, territorio perteneciente a Cantabria por estar situado al este del río Sella".

En los dos historiadores que hemos estudiado - el aragonés Jerónimo Zurita y el burgalés de Villadiego, padre Flórez - se coincide, en general, que mientras toda España se hallaba pacificada, sólo los cántabros preocupaban al imperio, lo que provocó que el emperador Augusto decidera no tolerar más inquietudes y tensiones en su gran imperio, ordenara abrir las puertas del templo de Jano y viniera personalmente a la tierra de los cántabros a combatirlos y exterminarlos. No le fue fácil y tuvo que retirarse a Tarragona ante una guerra que nunca acababa. Estos historiadores con el monje benedictino Francisco de la Sota fueron, además, los que desmontaron el tópico vasco-cantabrista de los historiadores de los siglos XV y XVI que identificaban lo vasco con lo cántabro, es decir, la falsa tesis de que el territorio que vino a dominar Augusto y que era el de los antiguos cántabros era el actual de las tres provincias vascas.Curioso, sin duda, porque según el padre Flórez el territorio vasco de entonces estaba dominado por Roma y, precisamente uno de los objetivos de la venida de Agusto fue el de proteger a los antiguos vascos y otros pueblos vecinos de las frecuentes correrías guerreras de los cántabros.

Francisco de la Sota nació en 1615 en el barrio de Velo, del pueblo de Arce, término municipal de Piélagos, localidad que puede manifestar su orgullo de tener como hijo a uno de los grandes historiadores de la época. En su trabajo "Cantabria según Zurita, Sota y Flórez" (Altamira LIII, 1998, pág. 205-224) de Antolín José Herrera de la Sota, se indica que "de los tres historiadores que nos ocupan, sólo Sota fue cántabro por todos los costados y de muchas generaciones. Nació y se educó en el seno de una familia muy religiosa: su padre, Simón, fue familiar del Santo Oficio de Navarra; sus tíos Marcos, cura de Arce durante muchos años, y Juan Tornera Villega, cura de Bezana; su hermano mayor Mauro fue monje benedictino de Oña y con el tiempo Prior de San Fructuoso de Miengo", añadiendo que la educación de Sota transcurrió entre su familia y el Priorato de San Fructuoso, distante poco más de una legua de su casa - ya hemos dicho que estaba ubicado en Miengo - y a los diecinueve años, el nueve de agosto de 1634, profesó en la Abadía de San Pedro de Eslonza, en la que permaneció durante treinta y cinco años, destacando como predicador.

Esta fama de orador sagrado le abre las puertas de la Corte en el tránsito del reinado de Felipe IV a su hijo Carlos II, etapa en la que adquiere una cierta influencia como Predicador Real, dedicando gran parte de su tiempo a clasificar y ordenar sus múltiples notas y escrituras que había ido recopilando en sus visitas a archivos y bibliotecas. Su obra más trascendente lleva por título "Crónica de los Príncipes de Asturias y Cantabria", que gracias a las aportaciones económicas de sus mejores amigos y defensores logró que se imprimera en 1681, un año después de su fallecimiento. En mis manos he tenido esta magnífica y trascendente obra - un ejemplar es propiedad de Caja Cantabria tras su adquisición del Palacio de los Marqueses de Benemejís de Santillana del Mar y de su extraordinaria biblioteca - y contiene tres libros: el primero se compone de seis capítulos y 38 páginas; el segundo de veinte capítulos y de 116 páginas; el último, de cincuenta y ocho capítulos y 404 páginas, incluyendo, además, un apéndice de 66 páginas con 53 escrituras, la mayoría de ellas en latín, con un índice final de materias, según hace constar en su trabajo Herrera de la Sota.

"El verdadero sitio de Cantabria", así titula Sota el capítulo segundo del libro primero de su "Crónica de los Príncipes de Asturias y Cantabria" y para localizarle atiende a lo dicho por Estrabón que vivió unos sesenta años a.C. y unos veinte d.C.; a Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Ptolomeo. Para ubicar la Cantabria antigua, Sota acude a Estrabón quién escribió que "el río Ebro tiene sus fuentes en el país de los cántabros" o, el mismo Plinio quién dejó escrito que "el río Ebro nace en los Cántabros, no lejos de Julióbriga". Por su parte, Ptolomeo describe que "al oriente de Asturias están los cántabros y por el suroeste lindaban con los vaceos que vivían en Tierra de Campos". Estos y otras fuentes documentales, permitieron a Sota escribir que "las únicas fronteras bien establecidas de los cántabros fueron el mar Cantábrico al norte y el río Sella al oeste", mientras que las fronteras del sur y del este "nadie las fijó, acaso porque fuesen muy variables por las continúas invasiones de los cántabros a sus vecinos", según recoge Sota del escritor latino Lucio Floro.

Herrera de la Sota fija su atención en alguna de las conclusiones que aporta Sota en su libro tercero, que entiende como el más interesante, entre la que destacamos aquella en la que recalca "el origen cántabro de Pelayo y de Pedro y con ello el de la monarquía cántabro-astur que nació en Covadonga, territorio perteneciente a Cantabria por estar situado al este del río Sella". También estudia Sota el origen cántabro del conde Fernán González y, por ende, el de sus herederos los reyes castellanos. Dichos orígenes se confirman por las propiedades que tenían en Cantabria los reyes de Castilla y León, no obtenidas por conquista y sí por herencia".No parece que se pongan de acuerdo Flórez y Sota sobre los orígenes del nombre de Cantabria, destacando la opinión de San Isidoro que insinúa que se llamaron cántabros (de cantos y Ebro) y después se denominó Cantabria a la tierra que ocupaban.

El estudio de Antolín José Herrera de la Sota termina señalando que "Zurita y Flórez escribieron obras históricamente más importantes que Sota, pero la Crónica de éste es de mucho mayor interés para los cántabros por dos razones: por ser el primero en publicar sus investigaciones en 1681 y porque su Crónica no sólo comprende la Edad Antigua, sino que se extiende a la Alta Edad Media, siendo imprescindible para los estudiosos de este periodo en Cantabria. Estudio y análisis con el que expreso mi identidad cuando el autor refleja que "es obligado señalar la deuda que los cántabros mantenemos con Estrabón, quién hace veinte siglos escribió que "el río Ebro tiene sus fuentes en el país de los cántabros". Esa frase fue el punto de partida de Zurita, Sota y Flórez para establecer nuestra identidad histórica".

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