Las aspiraciones del País Campurriano /4

Atropello de intereses materiales y sentimentales

"Ningún pueblo de Cantabria debe mirar con indiferencia el problema de Campóo; no estaría bien olvidar que La Montaña comienza un poco más allá de la cumbre del Pozazal" , escribió en "El Cantábrico" don Santiago Arenal.

En el capítulo octavo - y último - de la serie de artículos que don Santiago Arenal publicó en El Cantábrico entre los meses de marzo y abril de 1930 con el título "Las aspiraciones del País Campurriano" , en su parte de conclusiones se afirmaba que ningún pueblo de Cantabria debe mirar con indiferencia el problema de Campóo; no estaría bien olvidar que La Montaña comienza un poco más allá de la cumbre del Pozazal, y que una de las más bellas y más típicas regiones de ella pide a sus hermanas que la acompañen en una noble y serena jornada de petición de justicia para unos labrantines que han de pasar por el dolor de abandonar para siempre sus pueblos, que quedarán bajo las aguas del embalse gigantesco .

Este llamamiento a la solidaridad de todos los cántabros con los ciudadanos de Campóo estaba más que justificada. Se estaba instalando con fuerza, entonces, el atropello gubernamental a las aspiraciones de los campurrianos de que a cambio de la ubicación en sus tierras del pantano se fijaran unas indemnizaciones justas, que permitieran a los afectados reiniciar una nueva vida en otros lugares de la comunidad cántabra. En un mensaje dirigido al Monarca Alfonso XIII, firmado por todos los alcaldes de la comarca que se reunieron para tal fin en Montes Claros, se denunciaba:

"Señor: La vida está suspendida en este país desde que se anunció por el Gobierno de Vuestra Majestad la realización del Pantano del Ebro. Nadie compra; nadie vende; se ha cerrado la fábrica de vidrio de Arroyo, que daba pan a muchas familias; se han paralizado las minas de carbón; todo está supeditado a que la Confederación fije unas bases para expropiar conforme a los trabajos realizados por las comisiones de valoración, y no habiendo llegado éstas a un acuerdo a que los ponentes nombrados por el señor gobernador civil de Santander emitan cuanto antes un dictamen justo, razonable y, por el sacrificio que se nos impone, también generoso.

El tipo base para expropiar es la cuestión más fundamental del problema planteado en Campóo con el embalse del Ebro; pero es necesario ocuparse a la vez del porvenir de éstos nobles y honrados campurrianos y buscar lugares apropiados donde las familias que forzosamente han de abandonar su hogar encuentren los medios de vida acomodados a su modo de ser, dando preferencia a los más próximos a la región que abandonan, siempre que sean habitables y ofrezcan medios de vivir.

Por último, pedimos que se lleven a cabo los ofrecimientos tantas veces repetidos de carreteras, caminos y escuelas, que, como justa compensación a otros daños, ha hecho la Confederación; que se hagan anticipos a cuenta de lo que han de recibir por valor de sus propiedades o por indemnización de daños a los que lo soliciten, y que se abone a los obreros ya parados lo prometido como indemnización, puesto que ya han sufrido el daño y deben poder orientar su vida".

Estas peticiones y exigencias al Rey no fueron siempre entendidas por el Gobierno y, sobre todo, la autoridad gubernativa de la entonces provincia de Santander, que procedió en el momento más agudo del problema a disolver a la Unión Campurriana, hecho autoritario que generó una gran decepción y lamento ciudadano, que Santiago Arenal expresó así: Los campesinos, al encontrarse sin sus elementos directivos, al sentirse en un plano inferior, se vieron desalentados con una triste angustia de dolor resignado .

La Unión Campurriana no cejó en su empeño de defender los intereses de los campurrianos, a pesar de la campaña de acoso y derribo que emprendió contra sus dirigentes el entonces gobernador civil, general Saliquet. No se instaló en una posición obstrucionista al pantano, obra que consideró buena para la nación y las regiones que directamente se beneficiarían; su marcado acento reivindicador se centró en exigir derechos y un trato digno para las familias que vieron expropiadas sus casas, establos y propiedades. En este objetivo su voz fue incansable, entendiendo que lo que se discute por parte de Campóo no es incalculable, ni su estimación fabulosa, ni la actitud de la gente de estas tierras se aparta de una noble conducta, muy digna, de defender sus intereses materiales y sus afectos - los que ligan al terruño - de orden sentimental, escribió Santiago Arenal.

Estos artículos que evocan aquellos otros publicados en El Cantábrico con el título "Las aspiraciones del País Campurriano" han tenido como objetivo recuperar una parte de esta historia y agradecer todos aquellos intentos reivindicativos en defensa de las gentes de Campó o que hace décadas sufrieron el desamparo y la injusticia por parte de los poderes públicos, recibiendo tarde y mal una miseria por su patrimonio expropiado y la pérdida de su identidad al ser desalojados de su habitat. Al menos, sin embargo, aquellas mujeres y hombres de la Unión Campurriana cumplieron con sus obligaciones ciudadanas, mientras que hoy vemos como desde las instituciones, ahora netamente cántabras, se mira a otra parte y no se exige que el Plan Hidrológico con sus inversiones billonarias haga justicia a Campóo en nombre de las cientos de familias que sufrieron aquella lacerante injusticia.

(ALERTA 6.12.2000)