Los límites territoriales de Cantabria (Conclusiones) /y 5

Sin la decisiva aportación de los estudios históricos de Zurita, Sota y Flórez, nuestra tierra se hubiera quedado ¡sin historia!. Así de claro y concluyente.

Las instituciones tienen la obligación de alentar estudios sobre acontecimientos relevantes de la Cantabria antigua; organizar seminarios y congresos y llevar a la escuela la rica y fecunda historia cántabra y española.

A lo largo de cuatro artículos hemos analizado los posicionamientos de tres historiadores de primera línea - Zurita, Sota y Flórez - que con sus estudios, que han sido concluyentes en el debate historiográfico, reflejan y demuestran la identidad histórica de Cantabria, que, en su conjunto, han servido, especialmente, para desmontar la falsa tesis del vasco-cantabrismo consistente en localizar la antigua Cantabria y el pueblo de los Cántabros en territorio de las tres provincias vascas, lo que representó un intento de apropiación de la historia de un pueblo amante de su libertad y que desde un heroismo contrastado y alabado por los escritores latinos, tantos problemas y dificultades creó al todopoderoso imperio romano.

En este análisis de conclusiones es importante reseñar, una vez más, el valor de la historia y la trascendencia que ha tenido en el afianzamiento de la identidad histórica de Cantabria los estudios de los tres historiadores del siglo XVI (Zurita); XVII (Sota) y XVIII (Flórez), sin cuyas aportaciones se hubieran consolidado las tesis pro-vasquistas, aún cuando escritores latinos como Estrabón, Plinio el Viejo o Ptolomeo expresaron claramente que "el río Ebro tiene sus fuentes en el país de los Cántabros". En este sentido, es importante dar más valor a la historia e impedir su falsificación, sobre todo cuando otros pueblos dedican importantes presupuestos o, en el pasado, el patrocinio de personas influyentes, como ocurrió en los umbrales del pasado siglo con motivo de una polémica sobre el origen de don Pelayo en el que intervinieron historiadores cántabros y asturianos y en la que, aún siendo más concluyentes las tesis de los que defendieron el origen cántabro de don Pelayo, Asturias contó con apoyos muy influyentes - y así se denunció en la publicación torrelaveguense El Cántabro que acogió la polémica -, para sentar el protagonismo del reino astur que, de forma incuestionable, tuvo su origen en Cantabria y en la familia del duque Pedro, además de recordar que su primera capital, Cangas de Onís, era entonces territorio cántabro, destacándose en aquella polémica que "Liébana fue la verdadera cuna de la Libertad Española; Covadonga, el primer triunfo de la libertad; Liébana, el segundo y sin ejemplo", lamentando los polemistas en favor de las tesis cántabras - Ildefonso Llorente y Alonso de la Bárcena - que Liébana y La Montaña no hubieran tenido apoyos para asegurar este relato histórico - el origen cántabro de don Pelayo - con una denuncia en estos términos:

"Liébana está sembrada de históricos recuerdos y en el corazón de los lebaniegos está grabado con caracteres indelebles, por la tradición, que aquí en la patria del Restaurador de España; y por más que no haya habido para Liébana una mano benéfica, cual la de los Srs. Duques de Mompentsier para Asturias, que por medio de obeliscos patentizase y perpetuase la memoria de los heroicios hechos aquí sucedidos, haciendo parar al viajero a contemplarlos; sin embargo, a los moradores de este país, jamás se nos borrarán, pues tal es la convicción que tenemos de la tradición histórica de nuestros mayores; y la historia misma desmiente la verdad de esas inscripciones, al estamparse en ellas la muerte de Pelayo, antes de la batalla de Covadonga".

Esta profunda queja de estos historiadores cántabros de finales del siglo pasado demuestra la inferioridad en que se encontraron para dar valor a determinados hechos históricos, lo que demuestra que sin la valiosa y decisiva aportación de Zurita, Sota y Flórez, nuestra tierra se hubiera quedado ¡sin historia!. Así de claro y concluyente. Esta es la verdad y por eso preguntamos e insistimos, el por qué desde las instituciones no se apoya más decisivamente la divulgación de la historia cántabra, la organización de seminarios y congresos sobre hitos importantes de esa rica y brillante historia, así como su enseñanza entre nuestros escolares como raíz inequívoca y trascendente de la historia común española.

Recuperado el valor trascendente del papel de la Cantabria antigua, la de hace veinte siglos, gracias, insisto, al aragonés Zurita, el cántabro de Arce, Sota, y al burgalés de Villadiego, Flórez, sin más dilaciones y sin necesidad de contraponer nuestra historia a la de otros pueblos vecinos, Cantabria debiera recuperar una capacidad perdida en defensa de su historia, sobre todo no solo en honor a nuestros antepasados sino como recuperación de esas brillantes páginas de historia cántabra forjadoras, en parte, de la gran historia de España, superando la pérdida evidente de influencia en tres hitos históricos fundamentales:

1.- Cantabria cuna de la Reconquista. El papel de Liébana, tanto guerrero como cultural y religioso en ese tiempo fue excepcional y se encuentra, en gran parte, sin abordar en una obra global.

2.- Cantabria, nacimiento del idioma castellano. Esta tesis era defendida recientemente por un catedrático de historia en el diario "El Mundo", manteniendo que si bien el castellano escrito comenzó en La Rioja, el castellano hablado procedía de las montañas de Cantabria.

3.- Cantabria, origen de la Monarquía Española, tesis que sustentan los propios historiadores asturianos que aceptan que el verdadero tronco de la Monarquía cántabro-astur fue Pedro, Duque de Cantabria y sus descendientes, como su hijo Alfonso I el Católico, su nieto Bermudo I y el hijo de éste, Ramiro I, con el que se inició el carácter hereditario- y no electivo - de la Monarquía Española.

Uno quisiera ser optimista pero cuando se observa, por ejemplo, cómo en ciudades y comunidades - excepto en Cantabria - se celebra con solemnidad el IV Centenario de la muerte del gran genio don Pedro Calderón de la Barca, hijo de montañeses de Barreda-Viveda, aparece el pesimismo por la ausencia de iniciativas capaces de defender, como lo ha hecho don Alfonso de la Serna en su libro "Visión de Cantabria" (edic. Estudio. Santander, 1995), que "La Montaña siempre ha recordado a sus egregios "nietos" (Lope de Vega, Calderón de la Barca y Quevedo) y en el siglo XIX cuando se produce un cierto "renacimiento" cultural en Santander, los más esclarecidos ingenios de la ciudad no dejan de tenerlos en cuenta como si fueran una partida en el "haber" de la cultura montañesa y, en todo caso, como un espejo brillante del árbol genealógico de la gente de Cantabria".

Con esta conclusión, finalmente, cierro esta serie de artículos que me demandó recientemente el profesor López Portilla. Ambos nos preguntamos, con la misma inquietud de otros cántabros, si esta situación "anómala" se corregirá algún día y si desde esfuerzos e inquietudes comunes seremos capaces de vigorizar nuestra historia. Este es el reto y para ello uno trabajó sin doblegarse en el objetivo alcanzado de que Cantabria fuera reconocida como Comunidad Histórica.

(ALERTA 10.9.2000)