José María de Cossío, Señor de Tudanca.

Uno quisiera encontrarse a este gran hombre - que murió en 1977 - en la calleja empinada que lleva a la Casona en la que que recibió y convivió con poetas, pensadores, periodistas, gentes del arte de escribir y algún que otro perseguido político.

Allí, entre sus callejas, prados y montes, naturaleza en la que se inspiró Pereda, se desarrolló el histórico escenario de la gran novela "Peñas Arriba".

Llegar a Tudanca es alcanzar el corazón de Cantabria. El Nansa une tierras en torno a una comarca natural en la que las formas de vivir, costumbres, fiestas y afanes conforman la existencia de unas gentes y unas tierras que son parte significativa de nuestra identidad y del propio ser de Cantabria. La antigua tierra cántabra no podría entenderse sin la existencia de estas tierras agrestes y verdes, o los árboles de sus bosques casi impenetrables, el sabor de sus aires que son acariciadores en los días de sol y cortantes en el invierno; las notas musicales que salen del rabel o, la familiaridad de sus gentes, porque del Nansa y su geografía han surgido leyendas y narraciones que entienden de todo "lo nuestro".

Las dificultades de acceder a esa comarca prodigiosa en geografía aporta más encanto a sus pueblos y convierte en más trascendental el protagonismo cultural de la Casona de Tudanca - que se alza majestuosa en su ladera -, lugar al que llegaban en otros tiempos, cuando en su seno vivía su señor, don José María de Cossío, poetas, pensadores, periodistas, gentes del arte de escribir y algún que otro perseguido político, a lo que fue también fiel uno de los poseedores en el siglo XVIII de la casa, don Manuel de la Cuesta, hombre de grandes influencias.

Don José María de Cossío, el último gran patriarca de la Casona de Tudanca, ha sido recordado estos días en distintos foros culturales, lo mismo que hace ocho años evocamos su legado con motivo del centenario de su fallecimiento. Aunque no nació en Cantabria, don José María de Cossío es uno de los nuestros - y entre los más brillantes - ya que a nuestra tierra quedó vinculado de por vida, a nuestros paisajes, costumbres y a las gentes de Tudanca, el pueblo que amó y abrazó y que gracias a Cossío es desde hace tiempo referencia de la cultura cántabra y patrimonio nuestro que evocamos con orgullo.

En cada ocasión que me he acercado a Tudanca - la última con el gran investigador de la novela perediana Anthony H. Clarke -, con motivo del centenario de la novela perediana de Peñas Arriba que centró su relato en aquellos parajes, he podido recrearme en las notas preliminares que escribió Cossío con motivo de su libro "Estudios sobre Escritores Montañeses", el día de San Pedro, patrón de Tudanca, en el año 1958, cuando don José María ante su máquina de escribir, refleja que "a poco de salir de la misma mayor han comenzado a espesarse las nubes, arrastrándose bajo la niebla alta, que auguraba un día de luz tamizada y gris, y han acabado de lanzar sobre la aldea el agua en chaparrones interminentes, pero con frecuencia bastante para alejar a las gentes del jolgorio a campo libre". Y añade don José María, como si viviéramos el momento con emoción contenida, que "recluido en mi despacho, viendo caer la lluvia desde mi sillón de trabajo sobre la huerta familiar, y lejano y como apagado el ruido de la fiesta...". Aquella tarde de un día de agosto de 1995, cuando se pronunció el nombre de don José María de Cossío, todos le recordamos - no sólo los testigos de su tiempo - ante su mesa de trabajo rodeado de las virtudes que la adornaron: la pasión por las letras, su amor ilimitado a Cantabria y su pueblo de Tudanca, su cariño a las gentes, su amistad y solidaridad con quién reclamaba ayuda y auxilio, retrato éste aproximado a lo que fue don José María, benefactor de cuántos precisaban apoyo.

Cossío el hombre de letras, el intelectual, ha sido suficientemente recordado y evocado. Me interesa el hombre, el vecino de Tudanca, el que amó a Cantabria con las letras o, defendiendo los colores del Rácing siendo presidente. Gentes cargadas de edad, las mujeres con sus lutos, los hombres con su boina, que hace un cuarto de siglo eran tertulianos de don José María, le evocaron otra tarde en la que los alcaldes del Nansa regalaron a la Casona, en homenaje al gran patriarca, una "basna" (en la que se bajaba la hierba de las praderías), recordándole como un poco padre de todos los tudancos. El tenía cultura, amistades, poseía el arte de escribr, todo de lo que carecían sus vecinos, pero don José María no perdía la partida de bolos con sus notables "canicas", el juego de la flor o de mus cuyos lances "adornaba" con frases y ocurrencias ingeniosas. Nada de Tudanca le fue indiferente, ni siquiera el nombre de sus más humildes convecinos.

Hoy la Casona de Tudanca es un prestigioso museo de la cultura cántabra y española. El recuerdo de don José María y de otros grandes protagonistas de las letras nacionales del presente siglo está presente en cada rincón de la vieja y patriarcal casa. En los interiores de la vieja Casona no existieron divisiones ideológicas y por allí pasaron don José María de Pereda para inspirarse en su gran obra "Peñas Arriba"; más tarde, Unamuno, García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego, José del Río...que hicieron del diálogo una forma de entenderse, ejerciendo don José María de anfitrión querido y respetado. Y esa herencia de diálogo, compromiso de convivencia, cultura y letras adquiere en Tudanca un mayor protagonismo que día a día debemos engrandecer en honor del gran legado a Cantabria del recordado Cossío.

Llegar a Tudanca merece la pena. Recorrer su calleja empinada que lleva a la iglesia y el cementerio hasta la Casona tiene misterio y grandeza. Uno quisiera encontrarse en alguna de las encrucijadas del camino con el señor de la Casona, saludarle, conversar, aprender. Es un deseo que pronto se viene abajo. Don José María de Cossío murió en 1977 y cada vez que me he sumergido en su obra y legado, he lamentado profundamente no sentir su presencia y su palabra. De su espíritu cántabro ejemplar, de su condición española profunda, nos queda el ejemplo, los libros y la Casona, que generosamente legó a los cántabros. Honor al patriarca y a su aldea, ambiente y naturaleza que fuera el escenario histórico de la gran novela de Cantabria, "Peñas Arriba".

(ALERTA 11.11.2000)