Pantano del Ebro: reparar la gran injusticia /y 2

-Cientos de familias campurrianas lo perdieron todo sin poder elevar una voz de protesta en aquellos tiempos de fuerte autoritarismo.

- Desaparecieron industrias como la Cristalería Española de Arija, la fábrica de vidrio de Arroyo y las minas de lignito de las Rozas. La Administración incumplió, además, que un ramal de la línea férrea de La Robla pasara por Reinosa.

El Plan "billonario" Hidrológico de España - que en otra oportunidad analizaremos en cuanto al tratamiento que da a Cantabria - presentado recientemente por el ministro de Medio Ambiente, debiera reparar la gran injusticia que en su día se cometió con los ciudadanos cántabros en general y, especialmente con los de Campóo de Yuso y Las Rozas, los grandes perjudicados de una gran operación de riqueza, a través del agua de regadío, para las comunidades de La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña. Las pérdidas materiales sufridas por la comarca campurriana por el embalse del Ebro fueron enórmes, pero no deben olvidarse otras imposibles de fijar, por ser de orden menos material y que en el estudio del Consejo Económico Sindical provincial de 1963, de la pluma de J. Montero, se denuncia:

"La protesta que ya ha surgido en los pueblos interesados es muy natural. No se trata sólo de sacrificar a una obra de utilidad pública la propiedad individual y, con ella, la colectiva de los pueblos y municipios; es que además, esos atribulados vecinos van a contemplar cómo desaparece bajo un inmenso lago el solar de sus mayores, el templo parroquial en que todos fueron bautizados, el cementerio donde reposan los restos de sus seres queridos, lugares sagrados que todos queremos conservar intangibles, y algo que es inmaterial, pero muy respetable y estimado, como son las leyendas, tradiciones y recuerdos que se borran y destruyen con el lugar a que se hallan estrechamente unidos".

Tres fueron los municipios afectados directamente por el pantano: Campóo de Yuso, Enmedio y Las Rozas de Valdearroyo con sus pueblos de Arija, Corconte, La Población, Lanchares, La Riva, La Costana, Monegro, Orzales, Quintanamanil, Bustamante, Quintanilla, Villasuso, Requejo, Retortillo, bolmir, Horna, Bimón, Llano, Renedo, Villanueva, Las Rozas, Medianedo, La Magdalena, Arroyo y Quintanilla. De estos pueblos, desaparecieron totalmente bajo las aguas las edificaciones correspondientes a Medianedo, La Magdalena, Quintanilla y Quintanilla de Bustamante; casi totalmente las correspondientes a Las Rozas de Valdearrroyo, Renedo y Villanueva; la mitad aproximadamente a Llano, Orzales y Arija y, parcialmente, menos de la mitad, de las correspondientes a Quintanamanil y La Población. No analizamos por falta de datos suficientemente contrastados, los daños indirectos ocasionados a municipios limítrofes.

Según la memoria de 1963 del Consejo Económico Sindical, las actuaciones en el municipio de Las Rozas afectaron directamente nada menos que a 433 familias que con sus familiares (1.876 habitantes) perdieron 750 hectáreas de tierras y 216 fincas urbanas, además de 1.594 cabezas de ganado. Por su parte, Campóo de Yuso fue el más afectado, al agudizarse en su territorio los problemas derivados de las obras del embalse con la pérdida de praderías de la parte meridional donde se encontraban sus mejores tierras de labranza, perdiendo casi dos mil quinientas hectáreas. Esta enorme expropiación y lo que significó en cuanto a "borrar" la productividad agro-ganadera de los pueblos afectados, fue analizada así por el Consejo de Ordenación Económica de Santander del año 1944:

"No es un propietario que pierde sus fincas o una parte de ellas, ni un colono que tiene que abandonar su tierra, pero que puede sustituirla con mayor o menor dificultad, conservando su horizonte familiar y un entronque con la economía del pueblo. No, es un desgajamiento de una masa de gentes que tienen que acudir al éxodo. Estos pueblos que quedan borrados bajo la superficie del pantano sepultan con ello, no sólo el valor afectivo que los cultivadores tengan hacia su pegujal, que ésto, con representar un valor moral estimable y cotizable, no lo es tanto como condenar a una masa de vecinos a destierro auténtico, con todos los quebrantos, dificultades y situaciones críticas del que es forzado a trasladar su hogar y sus actividades donde quizás no son necesarias o donde no se estiman".

Estas duras críticas tienen aún más valor al provenir de las estructuras del própio régimen - entonces una dictadura sin evolucionar, todavía, a un sistema autoritario - que impulsaba la construcción final del pantano. Reconocían, además, que en 1963 aún estaban sin liquidar muchas indemnizaciones de propietarios expropiados, "dilación en el pago que dejó sentir sobre los perjudicados toda la fuerza de la ley económica del daño emergente y el lucro cesante con todos sus trastornos en sus modestas haciendas". La injusticia fue, sin duda mayor, con las familias que tenían terrenos arrendados y que prácticamente no recibieron nada a cambio, perdiendo los ya escasos beneficios que obtenían de su trabajo que les permitía malvivir.

Otro daño también importante fue el de la desaparición de industrias ya que el pantano, directa o indirectamente, acabó con la Cristalería Española de Arija, la fábrica de Vidrio de Arroyo y aceleró el languidecimiento de las minas de lignito de Las Rozas. La fábrica de Arija se trasladó a Avilés y la Administración también incumplió otra de sus promesas, como la variante del ramal que en la línea férrea de La Robla debería de pasar por Reinosa.

Con la aplicación del Plan Hidrológico algunas tierras de España podrán alabar su solidaridad. Un plan en el que el Ebro y su caudal es la clave y, sin embargo, cientos de familias campurrianas y cántabras fueron castigadas sin poder elevar una voz de protesta en aquellos tiempos de fuerte autoritarismo. Una gran injusticia que debe repararse. Es lo que exigimos y debiera ser una de las condiciones para que Cantabria, propulsora de aguas fértiles para otras tierras, apoye ese plan, sesenta años después del latrocinio que se cometió contra la voluntad de muchos pueblos y sus ciudadanos.

Concluyendo, habitantes y municipios que lo dieron todo hasta quedar hipotecado su desarrollo socio-económico, en espera de que un día algún responsable vuelva la vista atrás y reconozca la deuda moral y económica en la que se dejó a aquellas tierras y sus habitantes, que desde hace más de medio siglo reclaman solidaridad. Ellos dieron su sangre (el agua redentora para otras tierras españolas), pero al día de hoy nadie les ha ayudado a reponerse.żLlegará ese día?. Al menos, estos artículos han cumplido la misión social de recordar aquella gran injusticia.

(ALERTA 17.9.2000)