Reflexiones críticas sobre la situación de Cantabria
El Presidente de la Cámara de Comercio ha advertido que podemos perder el tren de las nuevas tecnologías, lo que conllevaría quedarnos fuera de juego en la necesaria apuesta por la competitividad.
En una Cantabria que aparece en mi visión anestesiada y dormida, donde es difícil articular reflexiones de presente y futuro sobre asuntos de interés general para los ciudadanos y, por tanto, de cierto tono y calado crítico, se justifica que prestemos atención especial sobre cualquier voz -en este caso la del Presidente de la Cámara de Comercio- que de forma positiva y constructiva aleccione a las autoridades públicas sobre los desafíos sin respuesta y, en general, presente una determinada radiografía que nos ofrece hoy Cantabria, en vísperas de adentrarnos en el siglo XXI. No es, desde luego, la Cámara de Comercio un foro del que puedan esperarse análisis de profundo calado crítico ya que este tipo de entidades está dentro de lo que consideramos el tramado institucional de Cantabria, impresión que no es obstáculo para que reconozcamos un espíritu constructivo de apuntar la atención hacia determinados problemas sobre los que existe un grave déficit desde las instituciones competentes, en este caso, el Gobierno de la Comunidad Autónoma.
El reciente discurso del Presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Cantabria aporta una serie de reflexiones trascendentes sobre las que conviene profundizar en los argumentos de la crítica y puntualizar, en principio, que el progresivo incremento de los presupuestos de Cantabria no se ha visto traducido, en la práctica, en una apuesta por configurar en la ley presupuestaria una alternativa real de solución a algunos de los problemas que se apuntan en el diagnóstico de luces y sombras de la Cámara de Comercio a través de un discurso que construido en clave de futuro -ausencia de una apuesta por las nuevas tecnologías, natalidad, Valdecilla, política forestal, etcétera-, apunta con exactitud y rigor hacia algunos problemas de fondo que no se están afrontando con el interés, la pasión y la constancia necesarias para modernizar Cantabria.
No es la primera vez que incido en la necesidad de apostar sin reserva alguna y con los presupuestos públicos que se precisan -aunque reduzcan otras partidas- sobre las nuevas tecnologías y la implantación general de Internet, comenzando por la escuela donde las nuevas generaciones de cántabros se preparan para afrontar los retos desconocidos del nuevo siglo. Las opiniones manifestadas por el Presidente de la Cámara de Comercio -sostenidas sobre la claridad que aportan las estadísticas- de que Cantabria "está en la cola del ranking nacional" en el uso del Internet (que ha calificado como coyuntura "de ciegos") reflejan la temeridad de una comunidad que no apuesta debidamente hacia lo que representa "una nueva revolución industrial". La estadística que se ha facilitado es elocuente -el porcentaje de población cántabra (9,7%) con acceso a Internet está muy por debajo de La Rioja (17,3%) -situación ésta tan deficitaria que ha llevado al primer representante de la Cámara a afirmar que si importante es, sin duda, la modernización de las infraestructuras y contar con buenas comunicaciones, no menos trascendente en este tiempo y en el que se avecina, representa apostar por las infraestructuras en telecomunicaciones. Esta reflexión es incontestable cuando los hombres de negocios y los expertos asemejan los servicios de Internet con la revolución que supuso hace ya ciento veinte años la electricidad. En este campo nos jugamos mucho y seguir muy atrás en esta estadística de vinculación a las nuevas tecnologías nos puede dejar fuera de juego y al déficit de vías de comunicación modernas que hemos tenido que soportar con resultados tan negativos en el siglo XX, sucedería un nuevo déficit -el tecnológico- en el siglo XXI. En consecuencia, seguiríamos sin ser competitivos.
Otro problema apuntado y realmente grave se refiere a la formación profesional. El modelo educativo de la FP es un gran fracaso y los estudios profesionales están de espaldas a las necesidades del mercado laboral. La asunción de las competencias en enseñanza por el Gobierno de Cantabria no ha modificado para nada este triste y desalentador panorama de la enseñanza profesional, cuando el mercado demanda buenos profesionales en ramos como la fabricación mecánica, automoción, construcción, madera y mueble e, incluso, hostelería. Así lo apunta el informe de la Cámara de Comercio que, como representación de intereses económicos, tiene información de primera mano sobre las necesidades de las empresas de Cantabria. Aquí, probablemente, habría que recuperar experiencias del pasado como las famosas escuela de aprendices que tan excelente mano de obra cualificada proporcionó en el pasado a las grandes empresas de Cantabria que apostaron por este modelo tan directo en la formación de nuevos profesionales.
La natalidad, el futuro de Valdecilla, la política forestal (mejor, la ausencia de una auténtica gestión en este área), el problema del agua, además de otros temas de no menor calado, fueron también abordados en este discurso anual del Presidente de la Cámara de Comercio. Apuntaré una breve reflexión sobre estos asuntos, para abordar finalmente una conclusión . Sobre la natalidad, este Gobierno nada ha hecho, ni siquiera crear una dirección general de la Familia que apostara por una serie de medidas que incentivaran el bajísimo índice de natalidad, asunto de gravedad al que he dedicado, en su momento, tanto iniciativas parlamentarias como reflexiones periodísticas. A pesar de la incidencia extrema de este problema, el Gobierno cántabro no ha desarrollado una política específica para familias monoparentales. La propuesta que realicé en su día de crear ayudas a familias con niños menores de tres años, se ha quedado en el olvido y en este área no existe una sola iniciativa que merezca un mínimo de reconocimiento. En cuanto al futuro de Valdecilla, la inquietud que se expresaba desde la Cámara de Comercio se confirmaba a la misma hora en Madrid en boca de un responsable del Insalud, problema éste sobre el que hay que lamentar profundamente que el Gobierno regional renunciara a un liderazgo reivindicativo ante Madrid que respondiera a un gran consenso social, lo que ha permitido finalmente que el Gobierno central imponga su proyecto que diseña un hospital de menor entidad, reformado pero viejo; en definitiva, un centro hospitalario que finalmente será un hospital más de los que existen en cada capital de provincia. Esta dejación ante Valdecilla es bochornosa para un Gobierno autónomo y generará consecuencias irreparables. Finalmente, la falta de una política forestal está impidiendo generar una riqueza inmensa en la Cantabria del interior que podría ser de vital trascendencia para los intereses de la comunidad. Poco más que decir al rigor con que se plantea este problema en el diagnóstico de la Cámara de Comercio; en cuanto al agua y el Plan Hidrológico nacional, el planteamiento de esta entidad es más prudente. Mi opinión es ya conocida al respecto en lo que ha representado una gran injusticia para una comunidad que ha dado agua para dar riqueza a otras regiones, que ha asumido importantes sacrificios como el del pantano del Ebro y, sin embargo, ha recibido muy poco a cambio.
Cierro estas reflexiones con una conclusión. Cuando se acaban de aprobar los presupuestos regionales para el 2001 que casi alcanzan los 160.000 millones de pesetas, faltan partidas presupuestarias que apuesten decididamente por situar a Cantabria en ese contexto de modernidad que demanda un cambio de siglo. Se repite en éste y anteriores presupuestos una estrategia de no arriesgar, de no afrontar los problemas con nervio y pasión; en definitiva, de continuar gastando en lo de siempre y mostrar insuficiencia en lo que es el más difícil reto: apostar por un proyecto que defina ante España y Europa la Cantabria del siglo XXI.
(ALERTA 23.12.2000)