Pantano del Ebro: sin beneficios para Campóo 1/

Nos quieren dar las migajas del Plan Hidrológico cuando las aguas del Ebro garantizan riqueza y una renta per cápita superior a la cántabra a otras comunidades autónomas que, sin embargo, recibir n cientos de miles de millones de pesetas del Estado.

Recordar la historia sobre la construcción del pantano evoca la injusticia cometida contra cientos de familias y los pueblos afectados y nos mueve a exigir que para aceptar ese plan billonario se promuevan planes especiales para la comarca y se cumpla todo lo que se prometió .

El Plan Hidrológico ha recobrado una actualidad que no perder en lo que resta de legislatura tras las inoportunas confesiones del ministro de Agricultura a un grupo de regantes del sur en el sentido de que el plan, por mor de la mayor a absoluta y de algo más, saldrá adelante, cuando al tratarse de un gran asunto de Estado sobre el que existen muchas reticencias y no menos exacerbadas sensibilidades, se precisa de un amplio consenso para evitar que a las primeras de cambio, es decir, la llegada de un nuevo Gobierno haga decaer lo que el anterior puso en marcha. Desde una perspectiva de Cantabria, estamos ante un Plan y unas inversiones billonarias ante las que no podemos quedarnos de brazos cruzados, sino que se precisa, una vez más, de una activa defensa de los intereses cántabros, aunque también una vez más podemos observar la pasividad y la falta de ese carácter reivindicativo y negociador con la que se toman estas cosas de tanta trascendencia y que no dejan indiferentes - sino todo lo contrario - a las instituciones de otras comunidades, como estamos viendo con las movilizaciones en Aragón.

Este dato es elocuente: el plan es billonario, algunas Comunidades Autónomas recibirán algunos cientos de miles de millones de pesetas y, sin embargo, Cantabria sólo espera que lleguen a sus arcas algo más de 50.000 millones en casi una década, aún cuando en nuestra comunidad surgen las fuentes del río Ebro, "cuyo nacimiento está en el país de los Cántabros", escribieron hace veinte siglos Estrabón, Ptolomeo y Plinio el Viejo . A la vista de estos hechos, no está de más que reclamemos y exijamos solidaridad, justicia y la reparación de tantos perjuicios ocasionados a cientos de familias cántabras que fueron desalojadas de su hábitat para hacer posible el pantano del Ebro, perdiendo nada menos que casi once mil hectáreas - las más productivas - que fueron anegadas por las aguas y, por tanto, inutilizadas para la producción agro-ganadera, vital en la economía de aquellos años. Fue, sin duda, una gran obra pública, sin beneficios para Campóo y sus habitantes.

Aunque la primitiva idea del pantano del Ebro surgió en 1912 hasta 1940 no se reanudaron las obras, quedando terminadas en 1947. Se calculó un embalse de 540 millones de metros cúbicos, por un importe de 20 millones de pesetas; sin embargo, la dilación de las obras desde su proyecto inicial hasta la terminación hizo variar el importe total que resultó en 135 millones de pesetas, 75 millones en obras y 60 millones en pago de expropiaciones, indicándose en un estudio del Consejo Económico Sindical provincial editado en 1963 que "teniendo en cuenta la depreciación de la moneda, aún resulta de gran baratura". Según el referido estudio, que contiene aspectos muy críticos, el pantano del Ebro resultó , en su proyecto, la obra hidráulica más barata del mundo en relación al volúmen embalsado ya que si el coste medio por metro cúbico se situaba en 0,50 pesetas, en el pantano del Ebro este coste se redujo al O,013 pesetas; coste que como señalaron los expertos fue bajísimo pero que no se transformó en mayores indemnizaciones para las pobres familias campurrianas que se vieron desalojadas a la fuerza de sus hogares y de su vida tradicional.

Si para Campóo y sus pueblos, el pantano representó un abuso público sin compensaciones razonables, para tierras de Aragón, Navarra, La Rioja y Cataluña significó la fuente de riqueza de más de cien mil hectáreas de regadío y la garantía de magníficas cosechas de los cultivos que se prodigan en esas comunidades, sin cuyas aguas - las que nacen en Fontibre, tierra de los Cántabros - correrían el peligro de malograrse. Puede afirmarse que la rica agricultura de esta parte de España, que tanto ha contribuido al despegue de la renta per cápita de comunidades como La Rioja y Aragón, no sería la misma sin las aguas que se almacenan en el pantano del Ebro bajo las cuales están enterrados pueblos enteros, hogares queridos y anhelos e ilusiones de otras generaciones de campurrianos de Campóo de Yuso y Las Rozas. En el informe del sindicalismo del antiguo régimen, podemos encontrar esta determinante reflexión:

"Los inmensos beneficios otorgados en la zona de cultivos de la cuenca media y baja del Ebro están forjados en la desgraciada situación de unos montañeses a los que las nuevas perspectivas de la coyuntura actual han sumido en unas condiciones de vida míseras. La expropiación de las mejores tierras de cultivo no fueron acompañadas de medidas de protección para aquellas personas que con dinero cobrado carecían de iniciativa para reanudar un nuevo rumbo en sus vidas. Algunas promesas quedaron incumplidas y los pueblos que quedaron al pie del pantano no tuvieron la compensación en proporción con su sacrificio, uniéndose a la pérdida de tierras la desaparición de las industrias comarcales".

Han pasado casi sesenta años de unas actuaciones de la Administración central que si bien tuvieron en cuenta la necesidad de agua para la España seca, poco les importó llevar a la miseria y a la expulsión de su hábitat a cientos de familias campurrianas, que fueron impedidas de ejercer sus derechos elementales de recurso y manifestación ante una injusticia que merece ser recordada y hasta reparada, así como el efecto de una economía de pobreza al que quedaron condenados todos los municipios afectados. Las pérdidas materiales sufridas por la comarca campurriana por el embalse del Ebro fueron enórmes, pero no deben olvidarse otras imposibles de fijar, por ser de orden menos material y que en el estudio del Consejo Económico Sindical provincial de 1963 se denuncia:

"La protesta que ya ha surgido en los pueblos interesados es muy natural. No se trata sólo de sacrificar a una obra de utilidad pública la propiedad individual y, con ella, la colectiva de los pueblos y municipios; es que además, esos atribulados vecinos van a contemplar cómo desaparece bajo un inmenso lago el solar de sus mayores, el templo parroquial en que todos fueron bautizados, el cementerio donde reposan los restos de sus seres queridos, lugares sagrados que todos queremos conservar intangibles, y algo que es inmaterial, pero muy respetable y estimado, como son las leyendas, tradiciones y recuerdos que se borran y destruyen con el lugar a que se hallan estrechamente unidos".

Estas duras críticas tienen aún más valor al provenir de las estructuras autoritarias del anterior régimen que ejecutó la construcción final del pantano. Reconocían, además, que en 1963 aún estaban sin liquidar muchas indemnizaciones de propietarios expropiados, "dilación en el pago que dejó sentir sobre los perjudicados toda la fuerza de la ley económica del daño emergente y el lucro cesante con todos sus trastornos en sus modestas haciendas". La injusticia fue, sin duda mayor, con las familias que tenían terrenos arrendados y que prácticamente no recibieron nada a cambio, perdiendo los ya escasos beneficios que obtenían de su trabajo que les permitía malvivir.

En los próximos días vamos a insistir en hacer un poco de historia sobre el pantano y la necesidad de que por las instituciones cántabras se defiendan los intereses de Campóo y sus ciudadanos, una reivindicación que no fue posible en los años cuarenta cuando las estructuras políticas no permitían el ejercicio de derechos ciudadanos como los de reunión y manifestación. Igualmente deseamos reconocer el valor de personas y entidades en la defensa de justicia y solidaridad en todo el proceso que culminó con la construcción del pantano y, que como popularmente se dice, "dieron la cara" e hicieron lo posible en impulsar y ejercer reivindicaciones en favor de los cientos de familias y de aquellos pueblos que sin defensa alguna soportaron su desalojo y unas expropiaciones pagadas en los años sesenta en pesetas de los años treinta. Es lo mínimo que nos demanda nuestra condición de cántabros.

(ALERTA 25.11.2000)