Por un auténtico Día de Cantabria

 

La conmemoración de las Instituciones, al no declararse festivo, pierde fuerza y valor por la torpeza del propio Gobierno de la Comunidad Autónoma.

Una jornada cántabra festiva debe responder al fomento de la identidad y las tradiciones, que arraigue en la conciencia cántabra y explote todas las posibilidades de nuestros valores históricos.

Nuestros visitantes e, incluso, nuestros propios ciudadanos acumulan una gran confusión sobre al celebración de un Día de la Comunidad Autónoma ya que cada año y en el transcurso de apenas dos semanas, se conmemoran el Día de las Instituciones, en Puente San Miguel, y el Día de la Región en Cabezón de la Sal. Si a ello sumamos que sobre la festividad en torno a la Casa de Juntas se añade la confusión de que un año es fiesta y al siguiente no - lo que no deja de ser una incoherencia institucional y, hasta un deseo encubierto de que estas conmemoraciones no arriaguen en la conciencia ciudadana -, la confusión es todavía mayor. Y si a esto apuntamos que nuestras dos fiestas autonómicas se traducen en invitar, por un lado, a un pregonero a que cante no la historia o la fuerza de nuestra identidad milenaria sino las bellezas que ve en Cantabria, relato que surge de su condición de turista accidental y, por otro, a ofrecer una paella que cada día atrae a menos, el fracaso institucional debiera sonrojar a quienes en estas circunstancias acuden a representar un esperpento de fiestas de las que se salva, sobre todo en Cabezón por su tradicional solera que las imprimió Ambrosio Calzada, una reafirmación de determinados valores para los que se precisa un cierto "aggiornamiento".

El Parlamento de Cantabria aprobó hace años la fiesta del Día de las Instituciones en torno a la Casa de Juntas de Puente San Miguel que Amós de Escalante, nuestro poeta y escritor, cita en su obra "Ave Maris Stella" como nuestro pequeño Capitolio desde el que nuestros antepasados defendieron las libertades cántabras y que representa la más genuina expresión de identidad y de historia más próxima de nuestra Comunidad Autónoma. Por otra parte, un decreto del Gobierno de 1983 firmado por el Presidente don José Antonio Rodríguez, dio categoría de Día de la Región a la jornada del segundo domingo de agosto que se celebra en Cabezón de la Sal.

No se trata de abrir un debate sobre la legitimidad de ambas conmemoraciones que han sido oficializadas; lo que trato es de demandar a las instituciones y, en concreto, al Gobierno de Cantabria que estas jornadas cántabras - que pueden, incluso, ser compatibles - se organicen con más seriedad y rigor, que respondan sus actos a una reafirmación auténtica de nuestras tradiciones e historia; en definitiva, que sean auténticamente participativas; en definitiva, explosivas en identidad cántabra. Esto no ocurre actualmente y el Gobierno de Cantabria, como he señalado, añade más confusionismo al declarar un año sí y, al siguiente, no, la festividad del Día de las Instituciones que, por cierto, este año ha estado más deslucida y desarraigada, con unos mensajes cargados de lugares comunes e insustanciales, a excepción - me dicen - del discurso del alcalde invitado, en este caso, el de Cabuérniga.

 

 

Decía Cicerón que "la Historia es el testimonio de los tiempos, la luz de la verdad, la vida de la memoria, la maestra de la vida y la anunciadora del porvenir". Haciendo caso al sabio romano, necesitamos la historia, la nuestra, para reafirmar la existencia de Cantabria y para proyectar nuestro Estatuto en la ciudadanía cántabra. Una historia que en estos tiempos de existencia de Cantabria como Comunidad Histórica diferenciada, encuentra en la Casa de Juntas una raíz profunda de esos valores de identidad que permitieron a nuestros antepasados tomar conciencia real de su valor y significado y, que sin protocolo ni solemnidades, sirvieron para agruparse y recuperar la vieja tradición de pueblo. Pero una fiesta necesitada de un fuerte arraigo gira exclusivamente sobre los mismos discursos y los mismos lugares comunes y, finalmente, en torno a una paella como aliciente más popular.

Mirando con hondo respeto y orgullo esa Casa de Juntas de Puente San Miguel, afirmo que concibo a Cantabria como una patria, esto es, como la tierra de nuestros orígenes, de los antepasados, de los predecesores en la expresión latina "patria terra" o la inglesa "fatherland", con ese aspecto de aceptación íntima, de vinculación a través de la tierra de realidades conexas pero distintas. Es precisamente esa vinculación afectiva la que produce el sentimiento de pertenencia a una comunidad como consecuencia del devenir histórico, actuando sobre un territorio, con unas convicciones y valores propios trasmitidos a través de la cultura, las tradiciones, el ser y sentir de los cántabros.

Además, esta percepción puede ser consecuencia no sólo de la vinculación afectiva, sino también de la racional y voluntaria por parte de los ciudadanos, de modo que la idea de nacionalidad o Comunidad Histórica, fruto de la historia, se alimenta y mantiene en la voluntad del pueblo expresada democráticamente. En torno al significado de esa Casa de Juntas hay que integrar a todos los ciudadanos en las tareas comunes de la construcción de Cantabria a través de sus instituciones, con independencia del proyecto político que anime a cada partido u organización, de modo que las instituciones sean el elemento aglutinante; y la voluntad de mejorar y de progreso de Cantabria el común denominador de todas las distintas opciones políticas que tienen, incluso, que ser más plurales para enriquecer el panorama político de Cantabria y la representación de los cántabros. En consecuencia, reafirmar que Cantabria como pueblo que necesita ser consciente de su identidad, no sólo reivindica su autogobierno como manifestación de aquélla, sino todos los aspectos que sirvan para identificarla y, sobre todo, la conciencia de pertenencia a un pueblo con voluntad de ser y proyectarse hacia el futuro.

Para nosotros, Cantabria es la Cantabria de los cántabros y las cántabras, la Cantabria de las gentes que viven su realidad día a día, que viven sus problemas, que viven su bienestar o su malestar, que quieren trabajar por conseguir una sociedad en la que haya mayor justicia, mayor participación, mayor libertad y más igualdad. Por eso nuestra idea base es la integración, una Cantabria integrada por los cántabros, pero a su vez una Cantabria que sea capaz de integrar a todos los cántabros. Porque si hay algo que nos une a todos los cántabros por encima de otras diferencias, es que todos los cántabros tenemos dentro de nosotros un amor que hay que traducir en hechos, no en meras referencias personales, - "Yo quiero a Cantabria, - ¡Y ahí se quedan!. Lo tenemos que traducir en acciones políticas distintas a las que existen, en una Cantabria a la que se respete y fomente con fe su historia y esa historia positiva genere una fuerza y un legítimo amor y orgullo por Cantabria.

ALERTA 11/8/2001