Ejercer de cántabros, una necesidad
Mientras otros pueblos luchan con vigor por sus intereses, nosotros mostramos una actitud conformista que no es la propia de un pueblo que históricamente ha demostrado un determinado carácter propio.
En los libros de literatura inglesa sobre Cantabria se nos atribuye un papel de Cenicienta. Me temo que ese es el puesto en el que definitivamente nos instalaremos sino se ejerce una defensa activa de "lo nuestro".
Con motivo de una reciente conferencia que he impartido en Campóo sobre la actitud pasiva de nuestras instituciones y de la sociedad en general en relación con las aguas del río Ebro, que contrasta con la capacidad de lucha de otras comunidades por extraer los mejores resultados de su inteligente estrategia de patrimonializar en favor de sus intereses el caudal del río que como escribió Ptolomeo hace más de dos mil años "nace en el país de los cántabros", considero oportuno abrir una reflexión sobre las movilizaciones multitudinarias de las últimas semanas que han protagonizado aragoneses y catalanes en favor de sus intereses y, sin embargo, nosotros los cántabros que sin duda tenemos mucho que decir sobre las aguas del Ebro - no sólo por los grandes sacrificios asumidos en el pasado y las injusticias sociales sufridas por cientos de familias de nuestra comunidad con motivo de la construcción del pantano -, mostramos una actitud conformista que no es la propia de un pueblo que históricamente ha demostrado un determinado carácter propio. Por cierto, en una televisión nacional y en un debate sobre el Plan Hidrológico celebrado esta semana, uno de los tertulianos - el director de El Mundo - afirmó que Cantabria está haciendo el bobo en lo que definió como una lucha de grandes intereses.
A la vista de estas situaciones y observando cómo desde Madrid se nos achaca, incluso, "hacer el bobo", nos preguntamos: ¿Está en peligro nuestra identidad?. ¿Es el resultado de falta de una estrategia de defensa de nuestros intereses por parte de las instituciones? o, por último, ¿esta anestesia colectiva nos tiene inutilizados e inmóviles a todos?. Para contestar a estas preguntas recurro a ese hispanista de nombre Anthony H. Clarke que lleva cuarenta años pofundizando en el ser cántabro a través del conocimiento de la obra de don José María de Pereda y su contexto social y cultural, quién recientemente, con el patrocinio de la Obra Cultural de Caja Cantabria, ha desarrollado la segunda parte de un ciclo de conferencias con el titulo "Los cántabros, ¿quienes somos?", que ha permitido profundizar en nuestro alma y carácter con rigor, haciendo suyas las palabras de su compatriota y también hispanista E. Allison Peers que en 1927 escribió un libro sobre Cantabria a raíz de un viaje que le llevó a distintos puntos y ambientes de nuestra geografía en el que se evocó que los cántabros eran "independientes, valientes y resistieron hasta la muerte toda tentativa para sojuzgarlos, regocijándose en la seguridad de sus moradas montañesas donde la libertad tenía su hogar". Es éste un bello texto que nos llena de sentimiento.
Del primer seminario sobre los cántabros y su identidad recuerdo que Anthony H. Clarke se refirió a la referencia norte/sur. En su país, Inglaterra, se acepta incondicionalmente que los del norte son duros, tacaños, resistentes, trabajadores, mientras que los del sur son endebles, perezosos, despreocupados y viven "a la buena de Dios". En gran parte esta tesis coincide con la arraigada en España sobre nuestro norte y el sur. Es el temperamento, formas de vida, el estilo de vida, que existe realmente con un contraste señalado entre un sur blando y suave y un norte fuerte y duro. No afirma Clarke que sea así, simplemente entiende que existe popularmente esta idea y que al estar tan difundida, debe de tener cierto núcleo de verdad.
Para Anthony H. Clarke la idea de lo cántabro que suscribo - gente, tierra, carácter, cultura - y su cualidad de diferencia de lo castellano, lo asturiano, lo vasco, se remonta a tiempos muy anteriores al siglo XIX cuando el término "montañés" se impulsaba en un contexto de orgullo, pleitos, alcurnia, etcétera, lo que quiere decir que en ese tiempo existió una explosión de una identidad de la que formaban parte conceptos tan arraigados como el amor a la tierruca, animadversión al centralismo, defensa de lo propio, evocación de un espíritu montañesista...aunque todo ello no abarque todos los matices del fenómeno de identidad de un pueblo. Es evidente que pasados los años y cuando precisamente Cantabria consigue lo que ni siquiera soñaba en el siglo XIX - una autonomía política - algunas virtudes de entonces se están perdiendo, especialmente la que se refiere a una falta de capacidad y movilización en defensa de lo nuestro.
Defiende muy bien y con claridad Anthony H. Clarke que el impulso regionalista en el Santander -La Montaña del último tercio del siglo XIX se debe a varios factores, destacando los comerciales y culturales. Pero antes de que hayan podido entrar en juego esos factores, tenía que existir un sentimiento de diferenciación, unas "señas de identidad", lo que justifica que el cántabro de una cultura mediana tenía que reconocer distintivos diferenciadores con respecto al asturiano, castellano y vasco. Esta es una tesis razonable y acertada por cuanto a la diferencia entre individuos había que añadir la diferencia colectivista, entre pueblo y pueblo; la gente de una región comparada con otra. Esta tesis se sustenta en que una buena parte de este reconocimiento de las diferencias regionales: tipo, traje, costumbres, lengua, pasado histórico, etc.- tuvo gran fuerza en tiempos del costumbrismo, reflexiones éstas que nos sugieren, entre otras, estas conclusiones:
1. Es trascendental el papel de la literatura costumbrista para la asunción de un carácter cántabro que se ha visto fortalecido como heredero del costumbrismo montañés del último tercio del siglo XIX. Con los grandes de la literatura y del pensamiento como Pereda, Menéndez y Pelayo, Amós de Escalante, Juan González Campuzano ("Juan Sierra Pando"), Manuel Llano... "la savia regional comienza a florecer".
2. Sin la aportación de José María de Pereda y de otros importantes escritores sería muy difícil profundizar en la identidad montañesa y costumbrista del pasado. La oleada de declaraciones entusiastas en pro de La Montaña en el último tercio del siglo XIX alcanzó una trascendencia que no se ha vuelto a recuperar.
3. En los libros de viajes de la literatura europea -la inglesa especialmente, que es la que más ha sido analizada- Cantabria siempre ha salido con papel de Cenicienta y, a menudo, desatendida por completo. Este papel de Cenicienta se está trasladando al terreno de los intereses generales y a la escasa capacidad reivindicativa que surge de las instituciones. Los ejemplos de Valdecilla, el Plan Hidrológico, la imposición de un tramo de autopista de peaje o el coste de los vuelos, representa un ejemplo de nuestra debilidad como Comunidad Autónoma.
Creo que nos tenemos que tomar en serio lo que no hacemos y lo que hacen otros en defensa de sus intereses, como factor no solo de identidad sino de supervivencia. Porque no es posible que sea yo - únicamente - quién vengan manifestando desde hace meses que estamos perdiendo oportunidades que no volverán a repetirse para defender nuestros intereses - léase, en este caso, el Plan Hidrológico y las consecuencias negativas del pantano - y que desde Madrid, en un debate en Antena 3, alguien autorizado como la voz de un director de un diario con fuerte implantación, reconozca que los cántabros estamos haciendo el bobo. Reclamar un cambio de actitud y salir de esta situación anestesiante es una prioridad, aunque no figure, por supuesto, en el programa de la coalición gobernante en Cantabria.
(ALERTA 17.03.2001)