El reto de la comarcalización de Cantabria 1/

 

En nuestra comunidad tenemos comarcas que responden a una identidad histórica y geográfica, además de otras basadas en criterios económicos o de funcionalidad.

 La comarca no es una simple estructura oficial; es una idea riquísima en formas y manifestaciones; es como la tradición una fuerte carga de sentimiento y razón.

 El tema de las comarcas y el reto de la comarcalización me ha llevado recientemente a Puente-Pumar (Polaciones) con el fin de impartir una conferencia sobre esta alternativa territorial, organizada por la Asociación Sociocultural de Pejanda, que como seña de identidad publica con gran decoro una revista con la elocuente cabecera Territorio Purriegu. Sobre la comarca tengo escrito un libro –La Comarca en la Autonomía de Cantabria (1988)-, al entender que este ente territorial es de vital  importancia  para una nueva organización territorial de Cantabria y presentar una alternativa real para salvar de su agonía demográfica a los municipios de la Cantabria del interior, que con el apoyo de artículos periodísticos y una decidida acción parlamentaria en la legislatura pasada, culminó, por un lado, con un reconocimiento más explícito de la comarca en el Estatuto y, finalmente, la aprobación de la Ley de las Comarcas, objetivos en los que tuve la oportunidad de aportar mis conocimientos y mis pasiones como ponente, tanto de la Reforma estatutaria como de la ley comarcal. 

En mi libro “Para que Conste: una propuesta de mayor autogobierno para Cantabria”, presentado en 1997 para impulsar en el Parlamento la Reforma del Estatuto, defendí un mayor protagonismo para la comarca, basándome en la necesidad de reforzar su dimensión como entidad local dotada de personalidad jurídica, lo que se logró finalmente al incorporarse al artículo 2 de la norma estatutaria. Por tanto, sin entrar en otras consideraciones podemos afirmar que en el mapa territorial de Cantabria, podemos observar cuatro modelos de comarcas, que responden a los siguientes criterios:

1.- El criterio histórico cuando existe una tradición de conciencia histórica y de identidad  del hipotético territorio comarcal que puede servir de guía adecuada para tener en cuenta la idiosincrasia y hábitos de vida de los habitantes. Por ejemplo, a bote pronto, Liébana y Campóo  tienen una historia propia,  además de  una identidad; así, cuando fuera de Cantabria se pregunta a uno de  Camaleño o de Fontibre de donde es originario, la primera respuesta es soy lebaniego o campurriano; posteriormente concretará de que pueblo.

2.- El criterio geográfico es particularmente importante porque el relieve, el espacio natural, las montañas o las cuencas hidrográficas configuran verdaderas unidades naturales que influyen en el asentamiento de las poblaciones en la utilización de recursos naturales, en el desarrollo económico, en la disponibilidad de comunicaciones y accesibilidad a los núcleos poblados. 

3.- El criterio económico exige la disponibilidad de buenas estadísticas referidas a áreas muy reducidas, básicamente los municipios, lo que no siempre es posible. A partir de las producciones, las distancias, los mercados, los impuestos, el gasto público y otros factores se pueden construir modelos matemáticos, ante los que hay que mantener la cautela de que no siempre dan resultados plenamente satisfactorios. 

4.- El criterio socioeconómico dentro de cuyo concepto entran las relaciones de vecindad, la densidad de población, las formas de vida y las afinidades culturales y lingüísticas, además de la estructura económica. Y,

5.- Además de estas diferentes concepciones sobre la comarca, en los finales del siglo XX y a raíz de la Constitución de 1978 que no solo hace lícito el movimiento comarcalista sino que emplaza a las Comunidades Autónomas para que regulen este ente territorial, se ha producido un cambio por completo de signo. Ya no se habla de un criterio de lo natural. La comarca no es solo un fenómeno natural -sea histórico, geográfico o económico- sino que se monta artificialmente sobre el criterio de la funcionalidad administrativa.

 

Existen otras concepciones básicas para el establecimiento de divisiones comarcales adecuadas; sin embargo, la cuestión no ha tenido una solución satisfactoria. La tradición popular responde a realidades obvias; pero no ayuda a delimitar las comarcas como es necesario, ni se ajusta siempre a las perspectivas de la vida actual, aunque entendemos que las que hemos definido pueden servir para buscar un modelo comarcal para Cantabria.

Atendiendo los criterios antes expuestos, es incuestionable que Cantabria es una comunidad territorial de gran pluralidad como nos lo demuestran múltiples factores, formas de vida, historia, identidad, tradiciones e, incluso, la propia arquitectura regional. Así, la casa de Trasmiera es diferente de la de Liébana y Campóo y, en esa dialéctica entre los rasgos comunes y diferentes es donde radica su riqueza y complejidad pues siempre defenderé que la arquitectura ha sido nuestro arte popular y la “casa” elemento donde lo cántabro y montañés ha expresado sus creencias y preferencias.

  En un artículo que publiqué en el diario Alerta el 21 de mayo de 1982 –con el Estatuto ya vigente y formado el primer Gobierno de Cantabria-  expresé que “la comarca es una realidad incuestionable, imposible de borrar, porque la identidad de los pueblos es algo que se transmite de generación en generación y la comarca, como el municipio, es en muchos casos algo absolutamente innato del ser y existir de nuestras gentes”, añadiendo:

“¿Quién puede desconocer que el hecho comarcal existe en Cantabria?. Aunque nuestra comunidad apenas supera los cinco mil kilómetros cuadrados, lo cierto es que existe una clara diferenciación comarcal. La comarca, como la región o el propio Estado, no es una simple estructura oficial, ni tampoco un nuevo aparato burocrático. Es mucho más; es una idea riquísima en formas y manifestaciones; es como la tradición una fuerte carga de sentimiento y razón. En la comarca se puede conjugar la síntesis de la historia y la funcionalidad, al tiempo que supone una forma importantísima de organizar la convivencia humana

Hechas estas reflexiones, quisiera definir los objetivos de una Cantabria de comarcas y que marcan profundamente mis criterios sobre la necesidad comarcalizadora.  Siempre he entendido que una comunidad enriquecida por la identidad comarcal refuerza la propia identidad del territorio autonómico, así como posibilita una mejor gestión en los asuntos de gobierno y, más concretamente, en nuestro caso, tratándose de una comunidad uniprovincial.

(Extracto de la conferencia sobre el Reto Comarcalizador celebrada el día 8 de diciembre en Puente–Pumar (Polaciones), organizada por la Asociación sociocultural de Pejanda.

ALERTA 18/12/2001