Propaganda y autocomplacencia del Gobierno PP-PRC 1/

 

No es razonable hacer triunfalismo cuando en el año 2001 estamos a veinticinco años de los indicadores económicos y sociales de Navarra o de la media europea.

La Administración autonómica que gestionan es cada día más cara e intervencionista; lo contrario de la filosofía que dice que a Gobiernos austeros, sociedades prósperas.

 

Hace unos días acudí a la Hemeroteca municipal para repasar los diarios de sesiones del Parlamento cántabro de los años 1988-90 y recuperar, a los solos efectos de evocar aquél pasado, las críticas del entonces dirigente de la oposición y hoy vicepresidente del Gobierno cántabro, señor Revilla, cuando otro gobernante de la comunidad insertaba de pago páginas de publicidad en los periódicos sobre los logros de su gestión. Aquellas acusaciones son irreproducibles, las más elegantes hablan de corrupción, nepotismo, malversación de dinero público, etcétera. Hete aquí que el acusador de ayer es actualmente co-protagonista con el señor Martínez Sieso de una estrategia millonaria de propaganda y autocomplacencia que se paga con el dinero de todos los contribuyentes. Lo recuerdo -insisto- a efectos meramente anecdóticos porque la polémica por ahí no nos lleva a ningún sitio ya que lo importante es analizar el presente y lo que crudamente nos plantea el futuro.

Aprovechando una foto idílica a color de San Vicente de la Barquera y con el slogan "somos comunidad" - que lo somos de hecho pero no de voluntad, de la que carecen quienes nos gobiernan, como explicaré- nos presentan las supuestas grandezas de su gestión en sus casi siete años de gobierno; etapa en la que existen algunas luces y bastantes sombras. Como para pregonar las luces ya se ha encargado por el Gobierno una campaña de propaganda millonaria, hablemos nosotros de las preocupaciones, que parten, desde mi punto de vista, de que en Cantabria no se puede hablar de una concreta acción de gobierno, que responda a un programa con horizonte de años, dirigido a solucionar las carencias de nuestra comunidad. Se puede hablar de unas consejerías, a modo de departamentos estancos, a las que se aplican unos presupuestos -sin duda los más generosos de la historia gracias a las ayudas europeas que otros gestionaron y que, finalmente, llegaron- cuyos titulares gastan sin más ambiciones en garantizar el mantenimiento de la Administración y de sus altos gastos corrientes, cumplir demandas que llegan de los ayuntamientos o, de la sociedad, si nos referimos a los presupuestos sociales o a las distintas modalidades de subvenciones. Sólo desde esa perspectiva de gastar y no de invertir en grandes objetivos y para muchos años, puede entenderse que se lleguen a inaugurar con cansina reiteración, obrucas con gran acompañamiento gráfico y protocolario, también a cargo de los presupuestos. No hay más o, poco más, de lo mismo.

Me limitaré a comentar sin sujetarme a un rigor en la exposición, a algunas reflexiones que me sugiere este primer artículo. Por empezar, recuerdo que se insiste desde las áreas de gobierno que la comunidad cántabra ha sido la primera en crecimiento. Esto no quiere decir que los cántabros seamos más ricos o, que hayamos reducido sustancialmente la diferencia con los españoles que viven las comunidades más prósperas, que se han beneficiado de un mayor crecimiento sostenido y, por tanto, superior al nuestro en este ciclo de gran bonanza económica. Podría afirmarse que Cantabria ha crecido a pesar del Gobierno, que ha engordado la Administración y las empresas públicas en contra de la propia filosofía del presidente del Gobierno de la nación; una Administración PP-PRC que gasta con facilidad e invierte mal, dejando todos los años varios miles de millones de pesetas sin ejecutar. Tomando como guía una frase del líder del PP al que los gobernantes de aquí deben sus réditos electorales y sus puestos, me inclino por aquella que pronunció hace algunos años que señala que cuando los Gobiernos son austeros, las sociedades son prósperas. No brilla aquí la austeridad, donde el gasto fácil y corriente es habitual; lo no habitual es lo difícil, invertir en proyectos ambiciosos, de futuro, que definan un horizonte largo en años de nuestra comunidad, que es lo que se echa en falta.

 

Aceptando que se ha crecido a pesar del Gobierno, que no ha tenido capacidad de aprovechar todas las consecuencias de la gran bonanza económica, pongo sobre la mesa uno de los varios desbarajustes que vivimos. En el pasado mes de octubre en el que Cantabria soportó el mayor incremento del desempleo del Estado, sólo la construcción mantuvo la ocupación. Pues bien, este sector está hoy sometido a unos interrogantes de extrema gravedad por la falta de unidad en el Gobierno de arbitrar un urbanismo sostenible, de buscar salidas pactadas con urgencia y acabar con la inseguridad presente de planes de urbanismo que aprueba el Gobierno y suspenden los jueces, gestión intervencionista (y con acciones discordantes) de las consejerías de Obras Públicas-Urbanismo y Medio Ambiente, cuestionando la autonomía municipal; en definitiva, unas normas sobre suelo que en vez de despejar horizontes, complican el panorama, atenaza al sector y le condena a una ralentización e, incluso, a un parón que puede ser peligroso para la evolución futura del empleo.

Basa el actual Gobierno el futuro en lo que criticaban en el pasado, cuando un gobernante apostó por el sector de servicios, afortunadamente hoy por una apuesta en esa dirección que ha impedido una caída productiva ante la regresión industrial y ganadera. Hace unos días en responsable de Turismo del Gobierno al referirse a Campóo cifraba sus expectativas en el turismo y no en la industria, cuando esta comarca ha sido netamente industrial. Pues bien, resulta absolutamente insuficiente para asegurar a nuestra comunidad un futuro más o menos próspero y para generar nuevos empleos. En consecuencia, somos los primeros en España en exportar por obligación a nuestros universitarios cuando salen formados ,ya que prácticamente no existen empleos ligados a nuestros títulos universitarios. Este fracaso es clamoroso, grave para el futuro, que parece no preocupar a los triunfalistas gobernantes. Como preocupante es la estrategia de clientelismo político en la cooperación local donde se distribuye la inversión como favor político y no como necesidad de sus ciudadanos o, el que nos presenten Valdecilla como un inminente renacimiento tras un gasto que alcanzará los veinte mil millones para seguir teniendo un hospital dentro de ocho años -quizás lujoso y bonito pero anticuado como estructura propia de los años sesenta del siglo pasado-, cuando un hospital nuevo, moderno, del siglo XXI, se habría culminado en tres/cuatro años y para un horizonte de décadas. Así entienden el "renacimiento".

El slogan "somos comunidad" encabeza la lista de acciones dirigistas, redundantes, clientelares o simplemente propagandísticas que el Gobierno Sieso-Revilla denomina pomposamente obra de gobierno. Los más bien nimios beneficios quedan ampliamente desbordados por el deterioro de las expectativas - lo no hecho, lo no crecido en la etapa de más bonanza económica desde los años sesenta-, que, por supuesto callan, nos mantiene distantes a un cuarto de siglo del status socioeconómico pujante de Navarra o de la media europea.

Señores del Gobierno: no es concebible un futuro de progreso económico si no se regenera y rejuvenece la actitud vital de los cántabros., pues no es precisamente entusiasmo lo que se genera desde Puertochico. Nuestra población envejece, tenemos uno de los más altos índices de mortalidad de España, cuando hace unos años era inferior a la media nacional. No hay capacidad de generar, a pesar de las circustancias favorables y de no tener obstáculo alguno de oposición, un estado de ánimo creador. Porque precisamente a los que crean riqueza les rodean de incertidumbre. De eso escribiremos mañana.

ALERTA 24/11/2001