De ADIC al PRC: un capítulo de historia cántabra.
La asociación ha sido fiel en estos veinticinco años al principio irrenunciable de defensa a ultranza de los intereses de Cantabria, mientras que su hijo político, el partido, se ha reorientado hacia el centralismo, siendo cómplice útil en nuestra indefensión común: Plan Hidrológico, Valdecilla, imposición de un peaje, abandono de los intereses de nuestros ganaderos, etcétera.En 1976 coincidiendo con los inicios de la transición efectiva a la democracia, se fundó la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), que en estos días celebra sus veinticinco años de existencia, reafirmando los valores de identidad de la Comunidad Histórica de Cantabria.
Surgió con una frase de su primer presidente, don Ignacio Gómez Llata, que merece ser recordada porque fue profética: desde hoy oiremos hablar mucho más de Cantabria y mucho menos de Santander o La Montaña. Este deseo y aspiración de ADIC se hizo realidad oficialmente seis años después de su constitución al aprobarse por las Cortes Generales el Estatuto de Autonomía, si bien la ratificación popular del nombre de Cantabria se retrasó un tiempo porque no es fácil modificar la terminología en la mentalidad de las personas, un proceso que ha sido lento aunque imparable, a pesar de que durante años - todavía, de vez en cuando, el nombre de Cantabria queda relegado por el de provincia de Santander - lo cierto es que estos lapsus son cada día más escasos y el nombre de Cantabria ha calado con fuerza y definitivamente - en las nuevas generaciones que en su formación en las aulas han asimilado, sin reservas, el nombre de Cantabria.
La Asociación para la Defensa de los Intereses surgió como un despertar esperanzador en unos momentos en los que se iba a decidir el nuevo sistema político y, consiguientemente, la nueva estructura territorial y de poderes de la nación española. Nació, además, como una reacción frente a las muchas promesas incumplidas de la Administración central y la necesidad de anteponer la defensa de los intereses cántabros a las ideologías que por entonces se esforzaban por buscar su hueco en la tolerancia que comenzaba a abrir espacios de libertad todavía no reconocida. En ADIC se integraron gentes que, sobre todo, deseaban lo mejor para nuestra tierra, regionalistas moderados y radicales, nacionalistas, demócratas-cristianos, liberales, derecha moderada y futuros representantes de la izquierda, sin que faltasen algunos reformistas que provenían del Movimiento Nacional y sindicalistas del oficialismo imperante. Esta pluralidad fue vital para que la asociación se asentara en el tejido social de Cantabria y comenzase sus llamadas a una mayor concienciación en favor de lo nuestro, organizando algunas manifestaciones y concentraciones, además de abrir debates vivos sobre temas polémicos de la época, con el apoyo y el aliento vital para su fuerza futura de Hoja del Lunes, cuyo protagonismo fue decisivo para asentar una mínima cuota de concienciación cántabra, sin olvidar otra publicación como Cántabro, editada en Torrelavega y que basó todos sus empeños en el logro de un Estatuto de Autonomía para Cantabria.
Lo trascendente de ADIC fue que marcó un rumbo que era el de la autonomía y el concierto económico y, al menos, se logró el primero. El colectivo, que inició su andadura con el manifiesto de los cien, comenzó a popularizar el nombre de Cantabria, a hablar y escribir de autogobierno, a defender una bandera propia para nuestra comunidad, promocionar nuestro folklore, tradiciones y demás señas de identidad y, desde éstos y otros objetivos se puede decir que defendía un valor esencial incardinado en el clamor popular de aquel tiempo: la libertad para los españoles ya que solo con democracia, una Constitución abierta y progresista podría abordarse un problema que precisaba de decisiones valientes y atrevidas, como era el de acabar con un Estado supercentralizado y dotar a las regiones y comunidades de una determinada autonomía. En consecuencia - y ADIC lo entendió - democracia y autogobierno eran dos valores inseparables para el éxito de ambos.
Cuando la democracia se ganó definitivamente con la Constitución de 1978, muchos integrantes de la asociación fueron buscando su ubicación ideológica en los partidos políticos y aquellos que no se sentían cómodos en partidos centralistas crearon el PRC que surgía del mismo seno de ADIC ; unos años más tarde la organización se lanzó a la operación fracasada de la Agrupación Nacionalista de Cantabria (ANAC), liderada por el actual presidente del Parlamento cántabro y que en su concurrencia electoral perdió ante una mayor fuerza del regionalismo encabezado por Revilla, al obtener no más de tres mil votos. Esta vinculación de la asociación a dos partidos o agrupaciones electorales - divididas y confrontadas - llevó al colectivo a pasar por situaciones delicadas, imperando la necesidad de orientar sus objetivos a la defensa de las tradiciones, de la identidad cultural de Cantabria y, especialmente, a la defensa a ultranza de sus intereses. Momentos delicados que representaron casi un desierto para ADIC cuya superación - por el esfuerzo, sobre todo, de dirigentes jóvenes - ha garantizado que celebre un cuarto de siglo de vida, que no es poco y que habla del enraizamiento en muchas conciencias de unos valores cántabros irrenunciables.
Los hijos políticos de ADIC - actualmente el regionalismo de Revilla/De la Sierra/López Marcano - cortejaron a la asociación en su época de oposición a los distintos Gobiernos de Cantabria, asumiendo muchos de sus postulados, aunque otros fueron arrinconándose como el del concierto económico. Su llegada al poder compartiendo gobierno y pactos con el Partido Popular fue transformando a los radicales regionalistas en un partido cómodo y conformista para la actual estructura de gobierno, descartando entre sus acciones un valor sustancial innegociable en la historia de ADIC, como es la defensa sistemática de los intereses de Cantabria. El regionalismo renunció, además, a una ambición vital para fomentar una mayor cantabricidad en la defensa de la identidad de la comunidad, como es la asignatura pendiente de colocar representantes en las Cortes Generales, no presentándose a las últimas convocatorias de elecciones generales y exigiendo la presidencia del Parlamento - un cargo decorativo con solo efectos protocolarios - en vez del senador autonómico que habría convertido al PRC en algo más que un partido localista.
Esta reorientación centralista del regionalismo - es decir, una cierta negación de su razón de ser - es la frustración de muchos defensores de la asociación, que se ha dejado sentir en un cierto aislamiento de los dirigentes del PRC en su presencia, a efectos gráficos, en los actos conmemorativos.Personalmente tengo que agradecer a ADIC todo su aliento en el logro de una reforma del Estatuto digna, aunque fuera insuficiente al quedar fuera propuestas que sin duda reforzaban la identidad de Cantabria. Coincidimos en la defensa del término de nacionalidad como propuesta que sabíamos imposible - se opusieron los partidos centralistas y el PRC - pero yo era consciente de que siendo vital el consenso, mi apoyo definitivo a ese consenso solo podría decantarse si se concretaba una definición suficiente de Cantabria. El rango de Comunidad Histórica me satisfizo profundamente, sobre todo cuando PP, PSOE, PRC e IDCAN habían pactado una definición mucho más regresiva que la que ya figuraba en el Estatuto a reformar. Las actas de la Ponencia y de la Comisión Institucional del Parlamento de Cantabria para la reforma estatutaria es una prueba incontestable de lo que afirmo.
ADIC conmemora su cuarto de siglo de vida y lo celebramos porque es una referencia trascendente en la defensa de unos valores que han reforzado a Cantabria. La pena es que aquella vaca que en 1976 pasearon las gentes de la asociación por las calles de nuestras más importantes poblaciones - ver la fotografía - sigue siendo ordeñada y adelgazada. Ahora ese expolio se llama Plan Hidrológico, abandono del sector ganadero, falta de estímulo para plantear reivindicaciones en favor de lo nuestro, peajes que se imponen desde Madrid, Valdecilla; en definitiva, una Cantabria indefensa. ¿Quién ha traicionado a Cantabria para que con Estatuto, Parlamento y, sobre todo, libertad, pueda ocurrir semejante indefensión?.
(Publicado en el diario ALERTA el 28 de Abril de 2001)