Valdecilla: histórica oportunidad perdida /y 2

 

Nuestros gobernantes en un error inmenso no lucharon por el logro de un hospital nuevo, moderno, habitable, arquitectónicamente de nuestros días y con infraestructuras hospitalarias del siglo XXI.

Gobierno con ideas y ambiciones claras no permite a un ministro de Sanidad imponer una reforma en un hospital con estructuras de hace treinta años en vísperas, además, de la transferencia sanitaria.

Escribí no hace mucho tiempo, que el presidente del Gobierno de la nación, señor Aznar, no ha tenido suerte con los dos ministros de Sanidad que ha nombrado. Cantabria, tampoco. El señor Romay Becaría y la señora Villalobos, forman parte del pelotón de ministros que comenzaron sus responsabilidades con claro suspenso y según han avanzado en la gestión, su nota y credibilidad caía por los suelos. Los dos tienen mucho que ver con el discurrir de las incertidumbres del hospital Valdecilla -patrimonio histórico de Cantabria desde finales de los años veinte- agravadas por la complicidad del Gobierno cántabro que no han percibido, primero, el futuro de Valdecilla para este siglo XXI con la perspectiva y los horizontes que merecen las cosas grandes y, segundo, porque su falta de carácter y firmeza ante el Gobierno central les llevó a aceptar su remozamiento en vez de apostar por la alternativa de construir un nuevo hospital.

Tras el triste accidente de 1999 con el saldo de cuatro muertos, el presidente de nuestra Comunidad Autónoma y, los dos partidos del Gobierno cántabro, cometieron un grave error: no aprovechar aquella circunstancia ante un desorientado ministro para reclamar un nuevo Valdecilla. Un hospital construido hace treinta años no es un hospital para mucho más tiempo. Meses antes del accidente visité a un amigo y vi un Valdecilla herido de muerte. Observé una dejación que me asustó, un hospital viejo, reventado por dentro; toda una una impresión tristísima. En el momento y en las circunstancias que sucedieron los hechos de la tragedia, un Gobierno con ideas claras y con visión nítida y ambiciosa de futuro, no permite a un ministro decantarse por reformar lo viejo -que seguirá siendo estructura antigua-, cuando la alternativa era apostar por un hospital nuevo, moderno, habitable, arquitectónicamente de nuestros días, además de dar otro aire a Santander permitiendo su crecimiento hacia esa zona y ganando nuevos espacios abiertos para disfrute de los ciudadanos.

Defiendo y defenderé siempre que un poder autonómico fuerte, con ideas claras, con capacidad reivindicativa no deja marchar, en aquellas circunstancias, al ministro responsable del Insalud con el único compromiso de reformar lo viejo, cuando la defensa de los intereses de Cantabria pasaba por construir un nuevo Valdecilla en terrenos próximos como los de la Remonta, por ejemplo. La alternativa era clara: invertir treinta mil millones para un Valdecilla nuevo, frente a los veinte mil que se van a gastar en reformas para que, además, hagan el negocio dos o tres empresas nacionales –como ya está ocurriendo con la adjudicación de la primera fase a una empresa de Madrid-, que se van a repartir la tajada, con lo cual el beneficio industrial se va a otras comunidades autónomas mientras que las cántabras siguen fuera de la adjudicación de las grandes obras, precisamente de su propia comunidad y donde pagan los impuestos y crean empleo fijo.

Valdecilla, insistiremos, es muy importante para Cantabria y los cántabros. Es un hospital nuestro, identidad de nuestra historia pasada de emigrantes a América, que como don Ramón Pelayo, fueron capaces de hacer una gran fortuna y revertirla a la sociedad, pero también ha venido siendo un hospital que ha atendido y atiende a pacientes de toda España y que ha formado y forjado a grandes especialistas médicos y enfermeras que hoy están en hospitales punteros. El doctor Izquierdo, coordinador del libro sobre los 70 años del Hospital editado con el patrocinio de Caja Cantabria, definió a Valdecilla como innovador en los años veinte, ilusionante en los treinta, pobre en los cincuenta, decadente en los sesenta, renovado en los setenta. Añadiré que en este tiempo el hospital Valdecilla está sufriendo los efectos de una falta clara de ambiciones por parte de nuestros dirigentes que no son capaces de ver un horizonte de décadas para crear infraestructuras y de haber apostado en el momento oportuno y en las circunstancias extraordinarias del trágico suceso de hace dos años, por un centro nuevo, horizontal y moderno e innovador en técnicas científicas y hospitalarias.

 

Valdecilla ha sido parte importante de nuestra identidad en el pasado siglo XX y las identidades enriquecedoras, positivas y que, además, afectan directamente a nuestra salud, tienen que cuidarse, fortalecerse y, como ahora se demandaba, refundarlas con la experiencia adquirida y atesorada.

En las actuales circunstancias y cara al futuro, lo que hay que hacer con el Hospital Valdecilla es lo que el Estatuto de Autonomía mandata a raíz de la última reforma de 1999. La disposición adicional segunda, apartado cuarto, es concluyente:

"La Comunidad Autónoma de Cantabria velará para que el traspaso de funciones y servicios de la gestión de la asistencia sanitaria de la Seguridad Social, incluida en el apartado 1 del articulo 26 del presente Estatuto, garantice la continuidad del hospital "Marqués de Valdecilla" como centro de referencia nacional, para que pueda mantener e incrementar en el futuro su alto nivel de actualización asistencial, docente, científica y tecnológica".

La iniciativa de este mandato estatutario correspondió al Partido Socialista y a su ponente, el diputado don Julio Neira. Cuando me presentó su iniciativa, prometí que la estudiaría y que la consultaría con expertos y partes implicadas, ya que los partidos en el Gobierno - PP y PRC - se opusieron desde el primer momento. Me cortejaron con insistencia sus portavoces para rechazarla, pero la apoyé en la ponencia y comisión donde mi voto era decisivo para que saliera adelante. La obstinación de los grupos parlamentarios del Gobierno fue absurda ya que el mandato de la disposición es impecable en cuanto a defensa de intereses cántabros centrados en Valdecilla. Pudiera entender que el PP recibiera instrucciones del Ministerio de Sanidad o de su organización central, pero la actitud del PRC de oponerse representa uno más de los muchos contrasentidos de este partido que se acomoda a cualquier decisión centralista con tal de mantener su cuota de poder. La actitud reiterada del PRC de estar al margen del debate sobre Valdecilla, de callar y asumir aunque sea un perjuicio grave para los cántabros, representa una indignidad política de un partido que poco a poco solo depende de los favores que hace desde el poder, del clientelismo que siempre censuró, del caciquismo que dijo combatir.

Finalmente, quiero reiterar opiniones que en otros artículos ya dejé escritos: es muy triste constatar que para Madrid no haya cántabros capaces de dirigir Valdecilla, resultado de un poder político cántabro que no ha sido capaz de promover candidaturas internas de Valdecilla para dirigir sus destinos desde el amor y la pasión que representa la historia de Valdecilla como institución emblemática de Cantabria. En los últimos años, dos directores han venido de fuera y el fracaso es conocido. El actual tiene que demostrar si es capaz de superar las incógnitas de su último destino -dirigir el pequeño hospital de Arriondas para de la mañana a la noche gestionar Valdecilla con cuatro mil empleados-, pero ya es inasumible que desde Cantabria los responsables políticos no hayan sido capaces de promover a prestigiosos médicos que conocen Valdecilla y que saben de sus males actuales, como de sus necesidades de diseño y competividad cara al futuro.

No puedo obviar para resumir lo escrito, una disertación del que fuera director general de Valdecilla, doctor Luis de la Sierra Cano, antecesor del doctor López Vélez, quién evocó en un discurso oficial al ilustre Lope de Vega por su origen montañés y abolengo, que puso en boca de Tello el Mozo en su obra los Tellos de Meneses (1625), dirigiéndose a su padre, lo que sigue y cuyas conclusiones trasladándolas a esa "casa" de todos que es Valdecilla, corresponde a ustedes, lectores:

El que en su casa no aumenta/ y la deja como estaba/, no es hombre digno de honor/antes de perpetua infamia./¿Para qué camina un hombre/ tanto mar sobre una tabla?/¿Por qué estudia y pelea/sino para que su fama/aumente en su casa el nombre?./Yo, en efecto, padre mío,/ no me inclino a cosas bajas;/ yo aspiro a Corte de Reyes/ y a ennoblecer nuestra casa.

ALERTA 30/12/2001