El habla montañesa: otra pérdida de identidad cántabra
Observando como las instituciones no protegen nuestro habla -a efectos culturales y de investigación- a pesar de que desde hace varios siglos ha sido trasmitida de padres a hijos, evoco en este artículo a "Juan Sierra Pando", el gran escritor costumbrista nacido en Sopeña pero torrelaveguense de adopción, heredero literario de don José María de Pereda.
Ahora que el Ayuntamiento de Polanco ha saldado un honor pendiente con el escritor universal don José María de Pereda y, al mismo tiempo, con el filólogo Anthony H. Clarke que en este año ha cumplido cuarenta años de sucesivos viajes a Cantabria para investigar la obra perediana, siendo su más destacado analista, tenemos que recuperar y recordar la magna obra escrita del cabuérnigo de Sopeña - y torrelaveguense de adopción - don Juan González Campuzano, que hizo famoso el seudónimo de "Juan Sierra Pando", heredero de Pereda y uno de los escritores de nuestra tierra que más obra nos legó en habla montañesa, que vuelvo a insistir es necesario proteger a efectos culturales y de investigación por lo que representa de patrimonio colectivo.
Accedí al conocimiento de este notabilísimo escritor costumbrista de Cantabria a través de mi estudio de la publicación torrelaveguense Hidalguía Cántabra (1913-14), adicta al partido conservador-liberal-independiente que encabezaba en Torrelavega don Ramón Fernández Hontoria, Conde de Torreanaz, con quién estaba emparentado nuestro escritor. En las páginas de Hidalguía destacaron, además de "Juan Sierra Pando", el escritor y poeta, José del Río Sainz, Pick, y Florencio Ceruti, hijo, escritor de aventura y riesgo que pronto se trasladó a Madrid. Esta publicación merece un estudio detenido - que aparecerá en mi tercer volúmen sobre la prensa torrelaveguense -, ya que se destacó por resaltar el costumbrismo montañés/cántabro desde su identificación ideológica con el conservadurismo, fomentando las colaboraciones de escritores de la tierra, especialmente de González Campuzano ("Juan Sierra Pando") y de José del Río Sainz.
Todo lo que sabemos del heredero literario de Pereda se lo debemos a compañeros de redacción de La Atalaya y a dos de sus directores - don Eusebio Sierra y don José del Río -; a Buenaventura Rodriguez Parets, promotor de publicaciones torrelaveguenses como El Dobra (1888) y El Fomento (1891), además de impulsor de El Cantábrico con su hermano Manuel y el destacado periodista don José Estrañi, y de plumas como las de Ramón de Solano; Adriano García-Lomas a través de su obra "El lenguaje popular de la Cantabria montañesa" (Santander 1966) y de Enrique de Huidobro, que en 1920 recopiló para el Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo un vocabulario montañés del escritor costumbrista.
De Juan González Campuzano sabemos que emigró a Cuba muy joven donde pronto destacó por sus cualidades literarias, comenzando a trabajar en los periódicos más importantes. De espíritu bohemio, viajó por todas partes del mundo, adquiriendo una cultura poco común, de la que siempre supo hacer gala en las tertulias de amigos que frecuentaba, que le enriqueció para convertirse en uno de los grandes escritores montañeses en inteligencia, buen gusto y una gran capacidad para dar valor al dialecto como elemento estético. El escritor y poeta José del Río escribió sobre la obra de "Juan Sierra Pando" que "sus cuentos y bosquejos de costumbres montañesas merecieron que se le considerase como el heredero espiritual del gran maestro Pereda, pues después del autor de "El Sabor de la Tierruca" nadie como él supo asimilarse el léxico de los campesinos de La Montaña".
Otro periodista que analizó su obra, Ramón de Solano, destacó en su estudio que González Campuzano pasó la mayor parte de su vida escribiendo cuentos montañeses, con un estilo sobrio, peculiar, graciosísimo, conocedor a la maravilla de los tipos montañeses y de los giros y decires de la comarca de Torrelavega, buscando argumentos muy humanos y muy divertidos para sus relatos, en los que ponía siempre un aguijoncillo de sátira fina y un punto de alusiones ciertamente enfocadas.
Fue González Campuzano o "Juan Sierra Pando" escritor de La Atalaya, a cuya redacción llegaba después de cerrados los cafés y todos los posibles refugios de la noche santanderina, personalidad sobre la que escribió Del Río Sainz que "llevaba a La Montaña impresionada en lo más recóndito de su alma", mientras que otro escritor como don Buenaventura Rodriguez-Parets -desde las páginas de El Cantábrico- lamentaba que sus cuentos y cuadros montañeses quedaran desperdigados en las columnas de los periódicos y revistas, instando a instituciones y amigos a recopilar y publicar toda su creación literaria, así como ultimar su proyecto de colección de voces, modismos, giros y frases de La Montaña, en la que trabajaba cuando le sorprendió la muerte.
Ochenta años después esta propuesta de Rodriguez-Parets se vio cumplida con la edición de una obra con el título "Cuentos de la tierruca, cuentos de mi pueblo" gracias a Ediciones "Cantabria Tradicional" y, en especial, a Ramón Villegas López, que realizó el estudio y recopilación y las colaboraciones de Manuel Bahíllo y Roberto Diego, obra que agotada a los pocos meses de editarse ha representado el único homenaje póstumo a "Juan Sierra Pando", que precisa en estos momentos de una nueva edición.
Desde esa brillantez literaria que en todo momento puso de manifiesto "Juan Sierra Pando", los folletines de Hidalguía Cántabra, con la firma del gran escritor costumbrista, alcanzaron un importante eco e interés entre los lectores de la publicación. Fijamos nuestra atención en el titulado "La Onjana y el Sevillanu" escrito en habla montañesa del que transcribimos este párrafo:
"Pos cuandu las cabañas de Sopeña, de Valle, de Terán y de Selores suben a los puertus de Sejus o de Palombera, las brujas de Bárcena Mayor, de Colsa y de Correpocu si ponin en lus pernales que dan sobre el caminu, pa ver d´embrujarlas comu embrujan a las gajucas, peru viedu que ven que son del Valle, déjanlas pasá dujendu: AVaigan, vaigan de mala man/ que éstas bien jisopás van".
El recuerdo del este gran escritor desaparecido hace ochenta años - heredero literario de don José María de Pereda - es una oportunidad para reclamar a las instituciones la protección de nuestro habla a efectos culturales y de investigación, labor en la que nada se ha hecho en estos años y cuyo abandono significa otra pérdida de identidad para Cantabria, Recuerdo que cuando participé en la ponencia de reforma del Estatuto de Autonomía propuse incluir en nuestra norma de autogobierno (la iniciativa quedó recogida, no obstante, en el Boletín Oficial del Parlamento) la necesidad de que las instituciones protegieran ese habla montañesa de la que aún quedan huellas trasmitidas de padres a hijos en distintas comarcas cántabras. Recuerdo que me miraron como si estuviera trastornado y la rechazaron sin más. Claro que dudo mucho que aquellos compañeros de ponencia y Parlamento conocieran no solo a este legendario escritor, sino su grande y hermosa obra que representa un orgullo para nuestras letras.
(ALERTA 31.03.2001)