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Veinte años de autogobierno  /3 

Falta de ambición por Cantabria: el caso Valdecilla

Con el paso del tiempo se comprobará el fracaso de nuestros gobernantes al optar por reformar el viejo hospital en vez de defender con uñas y dientes la construcción de un hospital nuevo con una estructura hospitalaria acorde con el siglo XXI. 

Es la prueba de que el Gobierno no ejerce el poder político que reside en el Estatuto, hecho que se agrava cuando  la inversión inicial de diez mil millones se adjudica a una empresa de fuera, lo que lastra el desarrollo del empresariado cántabro.

De nuestras anteriores reflexiones sobre lo que representa una falta de ambiciones por parte del Gobierno de Cantabria y que tiene una vinculación muy directa con la vida de los ciudadanos cántabros al afectar a nuestros derechos sociales  y al propio Estatuto de Autonomía, tenemos el ejemplo de las incógnitas e inquietudes que afectan al futuro del Hospital Marqués de Valdecilla, condicionado por una toma de decisiones desafortunadas tras la tragedia de noviembre de 1999 que costó la vida a cuatro profesionales del centro. Es el gran ejemplo de la falta de ambición, de nervio y de saber hacer las cosas a lo grande (es decir, que lo ideado y construido permanezca para disfrute de generaciones), aunque en este caso habría que referirse, sencillamente, a nuestro derecho como cántabros a tener un gran hospital para el siglo XXI. Cuando hubo que decidir, se dejó en manos de los altos funcionarios del  Insalud, cuando lo que se exigía era una decisión política, una apuesta de esas que hacen historia: construir un hospital nuevo, que respondiera al modelo de los hospitales de vanguardia del siglo XXI. Por cierto, preguntamos: ¿No es mejor y más prioritario concentrar esfuerzos y energías a favor de un hospital de vanguardia como derecho social  y de interés supremo de los ciudadanos, que una nueva sede de gobierno sobre la que, además, se impone una decisión que cosecha una fuerte contestación ciudadana?.  

Reiteraré una y mil veces que nuestra necesidad vital era un hospital nuevo. Ratifico, por tanto, que faltaron, primero, ideas y visión de futuro, pero también agallas, cuando a pocos meses de la transferencia del Insalud a Cantabria se decidió asumir –sumisamente- la decisión de los gestores de la Administración central de reformar lo viejo  frente a la alternativa que respondía a intereses cántabros, como era la de construir un nuevo centro. El reto del futuro  así lo exigía desde una visión no solo de defender intereses cántabros sino de sentido común. Veámoslas: 

1.- El error de reformar un hospital viejo. Esta alternativa es la que impusieron los burócratas del Insalud y nos sugiere que con el tiempo se van a mejorar los interiores y exteriores, que se va a pintar y a embellecer, pero a pesar de todo el hospital será viejo, de los finales de los años sesenta, con una infraestructura vertical, frente a la horizontal que es la que se impone actualmente. Es como si a una casona centenaria se la remoza con la inversión de unos buenos millones; que duda cabe que  mejorará de imagen pero seguirá siendo una casa centenaria en cuanto a sus formas arquitectónicas y funcionales. Valdecilla a pesar de los veinte mil millones que se inviertan (en el excesivo y no razonable plazo de ocho años), será un hospital que responda a técnicas del siglo pasado y, probablemente, un hospital con habitaciones de dos camas, cuando en este nuevo siglo las autoridades cántabras debieran diseñar infraestructuras hospitalarias que respondan a un enfermo por habitación. En definitiva, el hospital estará guapo, pero será viejo y anticuado.

2. Un nuevo hospital con criterios hospitalarios del siglo XXI. Esta era la propuesta por la que se debió trabajar sin desmayo no sólo por estar, entonces, en vísperas de la transferencia del Insalud sino por voluntad y visión de futuro; sin embargo, el Gobierno y sus codirigentes no apostaron por el riesgo que significaba.  Para este objetivo –rentable para Cantabria y los cántabros aunque se asumiera la diferencia económica entre una y otra alternativa-, se podría haber optado por un concurso de diseño -como no han tenido reparos en hacerlo para la sede-, garantizándose que el nuevo hospital estaría culminado para no más tarde del 2005 (frente al horizonte del 2008, año para el que finalizarán las reformas); moderno arquitectónicamente; vanguardista en criterios y servicios hospitalarios. Finalmente la ciudad habría ganado un nuevo espacio, al buscarse otra ubicación –como la gran finca La Remonta- de accesos más rápidos para el nuevo hospital. 

Cuando con el paso del tiempo se analice más en profundidad este asunto, existirá un consenso general de que nuestros gobernantes no estuvieron a la altura de las exigencias de una sociedad que en derechos sociales y, sobre todo, en salud, no quiere perder nada de lo que tanto costó lograr y, que fue posible no sólo por las aportaciones públicas sino a iniciativas privadas como la surgida de la gran visión y generosidad  de don Ramón Pelayo.  Valdecilla siempre ha representado el más alto interés general de la sociedad cántabra y, por tanto, en su momento debió abrirse un debate que desde las instituciones no se favoreció, es decir, no se quiso buscar la salida más óptima y consensuada, apostándose por la comodidad que ofrecía la solución impuesta desde Madrid.  Solo hay que ver el empeño que las autoridades de Navarra ponen a favor de su Clínica Universitaria –que ha alcanzado un prestigio que en otros tiempos gozó Valdecilla- y, por el contrario, para lamento nuestro, resalta el déficit de gestión y de ver el futuro sobre un nuevo diseño para nuestro histórico centro que han demostrado -para daño de los intereses cántabros-  nuestros gobernantes.  

En los últimos dos años se hacen continúos esfuerzos oficiales para rechazar que Valdecilla es actualmente un hospital decadente – esta misma semana ha dimitido otro alto cargo- a pesar de su gran capital humano y profesional. En este asunto, en el que la salud está en juego y un Valdecilla competitivo siempre fue una garantía para los ciudadanos, la sociedad cántabra, con seguridad, no perdonará. Es tristísimo que sobre Valdecilla el interés de algunos políticos se haya centrado más sobre el aparcamiento en el exterior (las famosas vallas), que sobre los contenidos del interior, que éstos si son los que nos afectan seriamente a todos. Ya saben a que me refiero y  quién orquestó aquella campaña que, por cierto, cuando llegó al poder se olvidó de todo, incumpliendo en los momentos cruciales en los que se tomaron las decisiones el mandato del Estatuto (disposición adicional segunda) que insta al Gobierno a garantizar “la continuidad del hospital “Marqués de Valdecilla” como centro de referencia nacional, para que pueda mantener e incrementar en el futuro su alto nivel de actualización asistencial, docente, científica y tecnológica”.  

Por otra parte –y aunque nos ocuparemos de ello con más detenimiento- otro dato trascendente de lo que ocurre en torno a Valdecilla, se centra en la parte empresarial que se lleva el beneficio final por la inversión hasta ahora adjudicada –curiosamente por el Insalud cuando la transferencia ya se había pactado y, además, se pagará con dinero de Cantabria- en torno a los diez mil millones de pesetas. Compitieron con buenas ofertas empresas de Cantabria, pero una vez más el valor político de nuestro Gobierno quedó en entredicho y la adjudicación se fue para una empresa que en nuestra comunidad no tiene su sede oficial (es decir, no paga aquí sus impuestos) y apenas cuenta con un responsable y unos pocos empleados. Así, por supuesto, no se desarrolla la empresa cántabra y nuestros gobernantes hacen lo contrario de lo que luchan los de Asturias, el País Vasco, Galicia o Castilla y León por contar con un empresariado autonómico fuerte y competitivo.

ALERTA 2/3/2002