Inquietud por Valdecilla y la caída de la industria cántabra.

Sobre nuestro hospital, ya hemos denunciado el error histórico de reformar algo viejo, cuando la alternativa era uno nuevo y del siglo actual  como tendrá Asturias.

Escribíamos la pasada semana que el debate en el Parlamento sobre el estado de la comunidad cántabra había sido una representación irreal en la que se presentó un supuesto estado feliz de Cantabria y de los cántabros, ignorando o pasando por alto preocupaciones latentes en la sociedad, que van desde las miles de familias que viven en la pobreza e, incluso, en una situación de pobreza severa -leánse los informes de Cáritas- y el alto porcentaje de jóvenes cántabros que terminando  sus carreras o la formación profesional, sus conocimientos  los invierten, por necesidad, en otras comunidades al no existir trabajo de cualificación media y alta   en Cantabria. Sin embargo, éstos y otros problemas no existen para los gobernantes, trasmitiendo una imagen falsa de la comunidad que, además, choca frontalmente con la percepción de las familias y los ciudadanos en general. 

A pesar de la utilización de toda la propaganda política por parte del Gobierno, al final siempre quedan resquicios abiertos a una crítica más o menos controlada pero que ofrece las pistas sobre la situación que vivimos. Así, el Consejo Económico y Social de Cantabria que preside el que fuera director general de Industria del propio Gobierno cántabro -es decir, persona competente en la materia- ha diagnosticado que el sector industrial está cayendo progresivamente y que en el año 2001 hemos perdido peso en relación a la media nacional. Me imagino que ayer habrá generado indignación en el Gobierno cántabro este informe del CES y sus conclusiones más significativas ya que desguaza el reiterado mensaje de Martinez Sieso-Revilla de que todo va extraordinario y que superamos todos los récords nacionales e internacionales en crecimiento económico, empleo, etcétera. Al evocar este nuevo informe del CES recuerdo al primer presidente  de este organismo -don Fermín Cuesta- que por ser honesto, coherente y fiel a interpretar la realidad socioeconómica de Cantabria, prestigiando, por tanto, al organismo con una dimensión de independencia, solo permaneció una legislatura en el cargo por no someterse, presumiblemente, a  lecturas domesticadas.


El Consejo Económico y Social de Cantabria en su informe correspondiente al 2001, en cuya elaboración han participado técnicos y representantes sociales -entre otros los de CEOE, la patronal cántabra, que también percibe con detalle  la progresiva caída del sector industrial- aunque pone paños calientes a esa pérdida de la ya débil fuerza  de la industria cántabra, deja meridiamente clara esa dinámica regresiva; por tanto, lo honesto sería aceptar los datos desde el Gobierno y tomar medidas urgentes que puedan evitar una caída acelerada. Claro que desde algunas instancias del Ejecutivo cántabro  comienza a venderse la cantinela de que la autovía de la Meseta va a traer cientos de empresas; así lo expresó el vicepresidente señor Revilla en una reciente entrevista. Desde luego, ojalá fuera cierto, pero la autovía nos traerá, sin duda,  más personas pero  poca o muy poca  industria, ya que el retraso en al menos veinte años de estas obras, en tal largo plazo de espera los asentamientos industriales están prácticamente definidos y consolidados.

 Los datos del CES no solo indican que el año 2001 ha sido negativo para la industria cántabra que ha perdido peso respecto a la media nacional, sino que advierte que la industria cántabra pierde fuerza año tras año, lo que indica que estamos ante una regresión  lenta pero continuada e, incluso, acelerada. Ha sido la industria, además, el sector menos dinámico en Cantabria el pasado año, tendencia que, sin embargo, viene manifestándose desde ejercicios anteriores. Constatamos  que aunque el CES ofrece los datos correctos;  a  la hora de poner la reflexión dulcifica el balance, retrato que es igual de  evidente como el hecho de que numerosos medios de comunicación de Cantabria han pasado a segundo plano o, minimizado, este balance del CES por aquello de contribuir a la anestesia de la conciencia ciudadana.

 

Otra expresión de la preocupación del Consejo Económico y Social se refiere a Valdecilla. Los datos ofrecidos por el presidente cántabro en el Parlamento acentúan la gravedad del tremendo error histórico de no haber optado por un nuevo Valdecilla. El señor Martinez Sieso ha señalado que se han obtenido más de treinta mil millones de pesetas para las obras de Valdecilla; pues bien, imagínense ese dinero invertido en un edificio viejo o invertido en un hospital nuevo. La diferencia es abismal. A lo largo del siglo XXI vamos a tener un hospital remozado con aires de hospital de los años sesenta del siglo pasado, cuando el interés general reclamaba un nuevo Valdecilla, al igual que Asturias ha obtenido del Gobierno central importante financiación para construir un modernismo Hospital General, que marcará  diferencias sustanciales con el nuestro. 

No deja de ser, por otra parte, una mala noticia que el Gobierno de la nación haya confirmado que Valdecilla ya no es un centro de referencia nacional, cuando las Cortes Generales aprobaron el 1998 la ley orgánica del Estatuto de Autonomía incluyendo esa definición en  la reforma estatutaria con el voto en contra del PP y PRC. Esta actitud, en aquél tiempo, de los dos partidos en el Gobierno fue tan asombrosa como lamentable. Por favor, adonde se llega votando en contra de un interés general de Cantabria como representa Valdecilla; ahora bien, si aquello ya fue hasta doloroso -como lo es que un Gobierno se posicione contra una enmienda que  salió adelante gracias a los votos de UPCA y PSOE-, no menos triste es el problema del actual Gobierno al dejarse ningunear sobre el futuro de Valdecilla, que refleja la calidad política de nuestros gobernantes. )Se recuerdan, por ejemplo, los dos años de polémicas que el señor Revilla  promovió desde la oposición en torno a las vallas de Valdecilla y, sin embargo, aquél furor se ha transformado en estos tiempos en no decir palabra sobre las alternativas de futuro para nuestro histórico hospital en lo que ha representado de error histórico para nuestros intereses generales al no apostar por un Valdecilla nuevo.  

En definitiva, el CES apunta muchos puntos débiles de la gestión del actual Gobierno que venimos machacónamente abordando en estas páginas semana tras semana. Se trata de una llamada de atención desde una controlada independencia, pero resuena con fuerza su diagnóstico sobre la industria y Valdecilla porque el CES es un órgano público surgido del Estatuto de Autonomía. No hace falta señalar con detalle que ALERTA ha reflejado en toda su dimensión informativa este informe crítico  que otros medios han ocultado para que sigamos en este proceso de  anestesia casi colectiva.  


Emociones en Fontaneda de Aguilar de Campoó

 

El pasado sábado unos cientos de cántabros que asistimos en Villadiego al homenaje al historiador Padre Enrique Florez, vivimos unos momentos emocionantes en Aguilar de Campoó cuando en la entrada de las instalaciones de la histórica empresa Fontaneda nos esperaban no menos de doscientos empleados y sus familias, profundamente emocionados por nuestra solidaria presencia. No es fácil reflejar esos momentos de apoyo a  su activa lucha por el mantenimiento de una empresa que está intímamente ligada  a esta histórica población que tuvo un protagonismo importante en la Cantabria antigua a cuyo territorio perteneció. 

Aguilar de Campoó es una población muy querida para los cántabros y la relación de esta localidad con las poblaciones del sur de Cantabria es intensa, positiva y afectiva, como una tradición que se transfiere de generación a generación. La lucha de los trabajadores  de Aguilar de Campoó por sus empleos merece la activa solidaridad de los cántabros, que en otras ocasiones hemos tenido que afrontar situaciones muy adversas y de gran tensión ciudadana, como los hechos ocurridos en los años ochenta en la vecina Reinosa. Luchan, ójala que tengan suerte, contra una multinacional que quiere desmantelar la vieja fábrica de Fontaneda y trasladarla al País Vasco en busca de mayores incentivos fiscales y, por consiguiente, beneficios.  

El problema social que genera en Aguilar es agobiante al representar la destrucción de una histórica empresa y, quien sabe, si el inicio de un desmantelamiento de la poca industria que existe en esta comarca de la montaña palentina. Un grave problema para que reflexionen todos los que en Cantabria vienen minimizando el atractivo de la fiscalidad vasca, sus exenciones y privilegios que vuelcan, sobre todo, en sectores productivos como la industria.  

Fueron, pues, unos momentos emocionantes para los cántabros y los empleados de Fontaneda, con  aplausos, canciones, abrazos y, sobre todo, por parte cántabra, el deseo de suerte en su activa lucha, que es férrea y que ponen de manifiesto con un impresionante cañón, de los construidos en Reinosa, a la entrada de la factoría como expresión de su carácter en la defensa de un patrimonio centenario de Aguilar de Campoó.

ALERTA 7/7/2002