Un nuevo Valdecilla sí era cuestión de Estado

Asturias obtuvo de las transferencias un nuevo Hospital General; por tanto no tiene razones de ningún tipo para protestar por una financiación que por un error histórico de nuestros gobernantes se dirige a reformar, no a plantear un nuevo centro puntero y del siglo XXI.

Acaba de señalar el presidente del Gobierno que la reforma de Valdecilla es “cuestión de Estado”. Ahora mismo, cuando ya no es posible dar marcha atrás para optar por alternativas mejores que la de la reforma de un viejo hospital con casi medio siglo de antigüedad, tiene razón. Pero es un debate simplista que esconde la mayor, es decir, lo que se debió hacer y no se hizo; lo que más convenía a Cantabria y se rindió a otros intereses; en definitiva, cómo se cometió por los gobernantes actuales el error histórico que pesará sobre los cántabros de hoy y del futuro, por no ser capaces de plantear, exigir y convencer a Madrid de que los más de doscientos millones de euros que finalmente aportará para las obras de reforma podían ser casi suficientes para construir un gran hospital, moderno, puntero, del siglo XXI. Y ese nuevo Valdecilla sí era cuestión de estado que, sin embargo, se traicionó mirando para otra parte, como explicaré. 

La referencia siempre es Asturias, ahora de actualidad el tema por unas declaraciones del presidente asturiano que no tienen justificación alguna, sobre todo desde su gobierno que está tirando bien de la teta de los presupuestos del Estado con los fondos mineros, el metrotren Gijón-Oviedo, el nuevo hospital general, la autovía con el Ebro, etcétera. La pregunta sobre por qué no se optó por un nuevo Valdecilla, tiene claves asturianas y dice mucho del vasallaje de nuestros gobernantes, como explico a continuación.  

El Partido Popular asturiano vino realizando en los cuatro últimos años una oposición rotunda a la construcción de un nuevo Hospital General en Asturias, objetivo finalmente ganado por el Gobierno socialista de esta comunidad vecina. Eran órdenes de Madrid que se cumplían de inmediato. Cuando desde algunos sectores, aquí en Cantabria, se planteó públicamente la necesidad de optar por un nuevo Valdecilla, propuesta en la que estuvimos de los primeros, rápidamente se produjo una llamada telefónica para evitar que el debate ganara adeptos. En síntesis, la justificación es que el PP no podía defender en Asturias su oposición a un nuevo hospital, si en Cantabria el mismo partido, con financiación de Madrid, se decantaba por la decisión lógica de construir un nuevo Valdecilla. Las órdenes del PP las cumplió hasta el vicepresidente Revilla y todo el PRC, que sobre el hospital solo ha tenido una obsesión, aquellas malditas vallas que, además, prometió retirar y nunca lo hizo desde que llegó al cargo. 

¿Qué ocurrió finalmente?. Lo siguiente. El Gobierno asturiano perseveró en su idea de nuevo hospital, se negó a firmar las transferencias sanitarias y como al Gobierno central le corría prisa cerrar las negociaciones, cedió y Areces logró financiación suficiente para la construcción de un nuevo hospital, de moderno diseño y construido en el siglo XXI para todo el siglo presente. Aquí, sin embargo, nos quedamos descolgados y perdimos la gran oportunidad, provocado, sin duda, por ese seguidismo y vasallaje que existen en nuestros gobernantes ante cualquier orden que llega de las alturas, momento en el que lo de menos es Cantabria y sus intereses generales. 

El nuevo Valdecilla si era una “cuestión de Estado” y se abandonó por otros intereses. Areces, el presidente asturiano, así lo entendió y mantuvo firme su postura, que finalmente triunfó. Navarra también  considera su clínica universitaria como cuestión de estado y hace de la misma una referencia nacional e internacional. Sin embargo, los partidos en el Gobierno con el silencio de una oposición muda y muerta, optaron por la reforma de Valdecilla, que traerá un edificio guapo pero viejo estructuralmente y siete o nueve años de incomodidades para los usuarios que solo se atenúan por el trabajo de todos sus profesionales. Un nuevo hospital, construido en otro emplazamiento más razonable, a partir inmediatamente de la tragedia de 1999, podría inaugurarse probablemente el año próximo, cuando las reformas de Valdecilla finalizarán en el 2007. 

Por tanto, “cuestión de Estado” sí que somos los ciudadanos cántabros, orgullosos históricamente de Valdecilla y que hemos sido ninguneados en algo que nos afecta muy de cerca como es la salud. Y, también, cuestión de estado es lo que determina la ley orgánica del Estatuto de Autonomía sobre Valdecilla como centro de referencia nacional y, sin embargo, el PP y el PRC votaron en contra de un artículo que tenía que ser el catecismo del día a día para potenciar y prestigiar más una herencia de generaciones anteriores y que fue aprobado en el Parlamento cántabro y por las Cortes Generales, con el voto en contra, aquí en nuestra Cámara, de los partidos en el Gobierno, artículo que yo apoyé en la reforma del Estatuto y que fue decisivo para que matemáticamente saliera adelante. 

Podemos decir que la financiación de Valdecilla, su reforma, es ahora “cuestión de Estado”. No hay otra alternativa. Pero jamás olvidaremos el error histórico de los gobernantes de hoy por no defender un nuevo Valdecilla, que sí era la gran cuestión de estado, esas que definen la ambición de un gobierno y el intuir el futuro, aunque sea a costa de riesgos políticos.

 ALERTA 7-08-02