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Veinte años de autogobierno   /5

Precariedad laboral juvenil en Cantabria

Los titulados  que salen de la Universidad se ven obligados bien a opositar para las Administraciones o buscar fuera de su tierra horizontes laborales; aquí, en Cantabria,  la alternativa es acudir a  una agencia de trabajo temporal. 

Mientras los nuestros no pueden opositar en las comunidades bilingües, Cantabria es una comunidad de “puertas abiertas” para acoger nuevos funcionarios en campos tan esenciales como la enseñanza y la sanidad.

Una de las preocupaciones más inquietantes de las familias cántabras se refiere al empleo de sus hijos, de nuestros jóvenes que, en principio, están llamados a ser el soporte de la Cantabria del futuro. Se trata de un problema profundo –que también con intensidad afecta a las mujeres cuyo desempleo duplica en Cantabria al de hombres- y que se agudiza progresivamente al faltar alternativas. Si fijamos nuestra atención en la Universidad, todas las promociones universitarias que salen de las aulas de Las Llamas están condenadas, en su mayoría, a aceptar trabajos por debajo de su preparación profesional o, a buscar trabajo fuera de Cantabria, que hoy por hoy es el destino de la mayoría. En todos los discursos oficiales faltan referencias a esta lacra que tiene, además, otra gravedad añadida como es el que perdamos energías jóvenes a cuya preparación profesional hemos destinado importantes recursos y, sin embargo, sobran declaraciones de los gobernantes cargadas de simplezas cuando sube el paro, que registra nuevamente índices por encima de la media nacional. Vamos a centrar este debate a falta, insisto, de estudios y análisis oficiales fiables, sobre la precariedad laboral juvenil en nuestro ámbito territorial: 

1.- Mayor dependencia familiar de nuestros jóvenes. Una de las preguntas que debemos hacernos ante la dura realidad del mercado laboral para nuestros jóvenes, se refiere a cuando deja de ser joven una persona en Cantabria. Si consideramos que una persona es adulta con el comienzo de una vida autónoma fuera del hogar familiar, la respuesta parece obvia y, como conclusión, obtendremos que en muchas familias conviven jóvenes que superan los veinticinco años e, incluso, llegan a los treinta ya que solo un trabajo fijo permite la autonomía de los jóvenes. La permanencia del joven en el hogar familiar está, pues, íntimamente ligada a la falta de alternativas laborales con cierta garantía de perdurabilidad. Y matizo esto último –estabilidad en el empleo- porque son muy pocos los jóvenes que abandonan el hogar familiar si su empleo, como viene siendo habitual en estos últimos años, dependen de un contrato temporal. El porcentaje de jóvenes cántabros en situación de temporalidad es muy alto, con todas las limitaciones que ello conlleva, que obliga a muchos a aceptar trabajos que nada tienen que ver con su formación o, que frente a la alternativa de lo aceptas o nada, tienen que asumir contrataciones bastante frágiles en cuanto a formación, seguridad, etcétera. Muchos de nuestros jóvenes están condenados, salvo buscar otros horizontes o encontrar una oportunidad de suerte, a trabajar de camareros dos meses y algunos fines de semana , permaneciendo parados el resto del año. 

2.- Búsqueda por necesidad de otros mercados laborales. Si analizamos las ofertas laborales que aparecen en los medios de comunicación para nuestros universitarios, nos encontraremos, con frecuencia, con pruebas de selección para vender seguros, libros y puestos equivalentes. Sin embargo, se echan en falta puestos de trabajo vinculados con los títulos que se imparten en la Universidad de Cantabria, teniendo sólo asegurada su salida aquellos que sus padres tienen un negocio empresarial o un bufete de abogados, aunque en estos casos es casi seguro que se preparen en otras Universidades de mayor calidad. El grueso de nuestros universitarios tienen que realizar algún máster especializado con el fin de no perder el tiempo mientras surge una oportunidad o, decidir su marcha de Cantabria hacia otros mercados laborales más dinámicos, salida ésta a la que se sienten condenados muchos de ellos. Conozco familias cuyos hijos, todos ellos formados en Cantabria, tienen su ocupación profesional fuera de su tierra natal.

 No nos puede sorprender, en parte, esta lamentable situación ya que la empresa cántabra tiene lastrado su futuro con la complicidad de nuestras instituciones al adjudicar casi toda la gran obra pública a empresas foráneas –más de cien mil millones de pesetas actualmente- que apenas tienen una oficina y media docena de empleados en Cantabria. Sin embargo, las empresas del sector que en Cantabria acumulan varios miles de empleos fijos y cuentan con su sede fiscal en nuestra comunidad, sufren la marginación, anulándolas en su justas aspiraciones de hacerse más competitivas. Son nuestras empresas cántabras que, por otra parte, no pueden concursar en autonomías no sólo ya del País Vasco o Galicia, sino también en Asturias, Castilla o La Rioja donde sus autoridades apoyan sin reservas a sus empresas.  Es éste el gran disparate de nuestros gobernantes en el actual contexto del autogobierno. 

 

 

3.- El recurso de la Administración. El problema de nuestros opositores. Una de las pocas alternativas que se ofrecen a nuestros universitarios se centra en la necesidad de preparar oposiciones para las administraciones públicas. Aquí, sin embargo, surge otro problema ante el que hay que rebelarse por ser injusto. Así, mientras nuestros jóvenes opositores tienen difícil –por no decir imposible- acudir a disputar un puesto de funcionario en una Administración bilingüe –País Vasco, Galicia, Cataluña o Valencia-; sin embargo, a Cantabria vienen a opositar todos los excedentes de otras Comunidades Autónomas, especialmente de la vecina vasca, que han copado muchas plazas en educación y sanidad, dos áreas de gestión que son, precisamente, básicas para proyectar un determinado modelo de gobierno. Ya ha habido algún caso de educadores que han venido de otras comunidades, que ante sus alumnos cántabros han expresado su desinterés por nuestra historia. En cierto modo es lógico aunque sea incomprensible, pero ¿como vamos a dar identidad cántabra a nuestra enseñanza - además de los criterios de modernidad y calidad- con una parte del profesorado que desconoce nuestra historia y no tiene interés por nuestros temas?. 

4.- El fracaso del modelo educativo de la formación profesional. Este es el gran déficit de nuestra formación profesional que ofrece muchos profesionales en especialidades para los que no hay demanda laboral y, sin embargo, presenta un gran déficit en aquellas ocupaciones para las que es muy difícil encontrar excelentes profesionales. El cierre de las Escuelas de Aprendices –ejemplo de la de Nueva Montaña Quijano- significó un duro golpe, lo que hace necesario reclamar, ahora que la educación es competencia de Cantabria, un nuevo modelo de Formación Profesional para que las titulaciones estén estrechamente vinculadas con las necesidades del mercado. Hoy, profesionales de algunas especialidades están muy cotizados y, sin embargo, nuestro modelo de enseñanza en la FP no cubre estas necesidades, probablemente por el fracaso de los planes de estudios o la falta de horas de avanzar experiencia a pie de tajo, como ocurría en las añoradas escuelas de aprendices que tanta cualificación profesional aportaron a la industrialización de comarcas como la de Torrelavega-Los Corrales de Buelna. 

5.- Concluyendo ¿ en que somos los primeros?. Invitaría a los gobernantes para salir de su larga etapa de autocomplacencia, que realicen una encuesta entre nuestros jóvenes que con seguridad, nos acercará al dramatismo del problema que vienen soportando en relación a las alternativas profesionales que se les plantean al final de sus estudios. El panorama abierto es complejo y difícil; por ello,  hay que pedir menos propaganda oficial absurda de que somos los primeros (¿en que se plasman los beneficios del supuesto crecimiento?) y sí reivindicar con firmeza para nuestros jóvenes salidas profesionales y trabajos estables. Lo que hay ahora es precariedad laboral absoluta y ocupaciones que están lejos de la capacitación para la que han sido preparados. No valen las políticas oficiales de encogimientos de hombros, como que el problema no va con ellos; por el contrario, estamos ante circunstancias muy adversas que tenemos que lamentar profundamente ya que lastran las grandes posibilidades de los jóvenes cántabros. Pero, ¿alguien se ocupa de nuestros jóvenes y sus alternativas profesionales?. Me temo que son los que más sufren la orfandad de políticas que enganchen con el trabajo a nuestras nuevas generaciones.

ALERTA 9/3/2002