Una advertencia seria al sector turístico cántabro
En los datos negativos de este verano hay consecuencias que van más allá de la climatología y del efecto "euro".

Hay sensación de que existe improvisación en dos acciones claves de la política turística: la promoción y comercialización.
     Por muchas lecturas que se hagan desde las instancias oficiales, el verano turístico para Cantabria ha significado una seria advertencia para el sector y para los responsables públicos. Se hicieron lecturas triunfalistas, se pensó que las secuelas de los actos del 11 de septiembre del 2001 se centrarían, especialmente, en un bajón hacia los destinos de Canarias y Baleares y que el turismo tradicional se comportaría como otros años en su reencuentro con Cantabria. Sin embargo, los gobiernos canario y balear movieron pieza, se anticiparon a las previsiones y ajustaron los precios con ofertas tentadoras para el turista que tradicionalmente viene al norte, con lo cual el impacto ha sido menor.

Para nuestra comunidad han existido, además, dos riesgos que han hecho decrecer el turismo: uno, imprevisible, el comportamiento climatológico que ha sido un gran desastre en los meses de julio/agosto; el otro, debió tenerse en cuenta por las autoridades responsables, centrado en el efecto "euro". En todo caso, además de la climatología y el de una moneda única más cara para nuestros bolsillos, hay algo más -inquietudes o incertidumbres sobre el futuro económico.- en esta caida turística del verano del 2002 que conviene tener muy en cuenta.

Cantabria cuenta con un total de sesenta mil plazas entre hoteles, hostales, pensiones, alojamientos rurales, apartamentos y campings y hay expertos que opinan que es excesivo, sobre todo cuando la ocupación media en nuestra comunidad es veinte puntos inferior a la media nacional. Es conveniente señalar, llegados aquí, que en este verano se ha dado una circunstancia distinta a las de anteriores veranos en los que tradicionalmente durante los treinta días claves de la temporada los precios de los hoteles son los oficiales; sin embargo, esta situación apenas se ha podido mantener más allá de diez días y, ante la existencia de plazas, los precios han tenido que ser pactados, por supuesto, a la baja. Quiere decir que si no se produce una fuerte demanda en próximos periodos vacacionales, podemos asistir a una guerra de precios y, como riesgo probable, una rebaja en la calidad.

No hace falta reiterar que Cantabria combina su oferta turística tradicional con unas alternativas culturales y de ocio que han venido siendo referentes importantes. Altamira ha significado un paso adelante, pero otros alicientes que siguen siendo la referencia más cualificada y atrayente para el visitante, caso de Cabárceno, el Gobierno de Cantabria no ha hecho esfuerzo alguno para hacer más grande lo que ya de por sí ha sido un catalizador importante de la atención nacional e internacional. Cabárceno en estos años no ha vivido el impulso que precisaba porque no han existido ideas o no existe interés real por su promoción, aún cuando es evidente que estos grandes atractivos turísticos tienen que aportar nuevas novedades y, sobre todo, centrar más recursos en su promoción.

Si nos damos cuenta, Cabárceno es el gran escondido de la oferta turística cántabra, cuando es la mayor referencia que existe, quedando reelegado en promociones turísticas que, como la que se está desarrollando actualmente, parece más un despropósito que fruto de una reflexión seria y pensada sobre que es lo que debemos ofrecer y publicitar para que vengan más visitantes. En este campo de la pomoción no hay mucho por inventar, cuando el gran equipamiento turístico cántabro es la propia comunidad, comenzando por su prodigiosa naturaleza, continuando por sus pecualiaridades culturales y, culminando con el carácter abierto y acogedor de nuestras gentes. Pero para mantener lo que tenemos en turismo o ampliar su estructura, es preciso proyectar eficientemente una oferta atractiva.

En toda política turística, la promoción y la comercialización representan dos objetivos claves. Estamos ante un sector dinámico que puede verse afectado por situaciones inesperadas y desde la Administración no hay, muchas veces, alternativas rápidas, ágiles y eficientes. No se pueden dar visiones burocratizadas al sector turístico cuando se trata de vender una imagen y comercializarla, campos en los que la competencia es muy fuerte. No es bueno ni positivo para el sector andar con improvisaciones y campañas que solo son de un momento, como la que el Gobierno ha impulsado estos días, sin un debate a fondo en el sector, con el prodigio del barquereño Bustamante. La improvisación siempre es mala y esta campaña más bien intenta capitalizar una ola juvenil importante en la que el ingenio del chaval ha sido eficacísima, que atraer el turismo con la seriedad y el rigor que requieren todas las partes involucradas en su desarrollo.

Entiendo que las autoridades competentes del Gobierno de Cantabria deben extraer conclusiones sobre una temporada turística que no ha mejorado las anteriores y que para determinados intereses del sector ha representado un balance negativo. Los beneficios de las pequeñas y medianas empresas del sector en los meses punta no han sido superiores a los de meses anteriores, porque el aumento de ingresos se ha equilibrado con mayores costos de personal.

Esperemos que los datos del verano a punto de terminar permitan una reflexión a fondo y no, como es habitual, una huida hacia adelante afirmando que todo ha sido exitoso. Hay que aprender como otros que intuyeron la caída turística y reaccionaron a tiempo. En Cantabria el futuro del sector dependerá de que se le sepa dar soluciones acertadas. La advertencia está ahí. Para extraer conclusiones y decisiones.






Soluciones para la Pontificia de Comillas.

Hay problemas y situaciones que indican muchas cosas. Es el caso de la Universidad Pontificia de Comillas en venta desde hace tres años y con un deterioro importante que está preocupando a destacados arquitectos que en El País han reflejado sus inquietudes. En relación a este inmueble histórico, que podría ser una referencia importante del turismo hacia Cantabria, la inhibición del Gobierno cántabro es evidente. En vez de liderar la búsqueda de un fin que responda a intereses generales y, que al mismo tiempo, genere riqueza turística para la zona, el Ejecutivo está al margen de todo, observando como se deteriora, cuando tiene competencias muy importantes en la defensa del patrimonio arquitectónico y la Universidad de Comillas lo es. ¿Por qué estas inhibiciones y cruzarse de brazos ante problemas que encontrando la solución adecuada dan riqueza y mejoran la imagen de Cantabria?. La falta de liderazgo del Gobierno en este asunto -que otro gobierno autonómico no permitiría por las consecuencias que puede generar- permite que las cosas estén en una situación cada día más lamentable para su significado como patrimonio.

Mi idea al respecto la he defendido en los foros competentes: no se debe ver su venta como un asunto mercantilista y de negocio, sino como una oportunidad para crear riqueza. La alternativa docente encabezada por universidades prestigiosas, con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura y de la Comunidad cántabra, debieran sentar en una mesa a todos los protagonistas y buscar una salida para un problema que refleja la pobreza existente en el impulso de iniciativas. La Caja, además, debería aportar el inmueble con alguna compensación que en ningún caso debiera ser su precio real. Frente a la necesidad de impulsar iniciativas para cerrar este problema que no dice nada bueno para la imagen de Cantabria, existe el encogimiento de hombros y el pasotismo. Mientras tanto, es una pena mirar hacia un inmueble histórico cerrado y camino de un mayor deterioro.






ALERTA 14/09/2002

© José Ramón SAIZ