Los voluntarios han comprobado in situ que la novena potencia del mundo, que es España, no estaba preparada ni con mucho para una
situación de emergencia.
Ya podemos despedirnos durante años de buenas porciones de naturaleza por esta calamidad, que abre una nueva concienciación
ciudadana sobre el medio ambiente.
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He
hablado en estos días con un buen amigo con gran experiencia marítima como es José Manuel Bedoya Pereda, residente en Vioño y
con quién comparto pasiones comunes, que durante más de treinta años vivió profesionalmente la mar como técnico de alto nivel y
que ha cruzado en imnumerables ocasiones las aguas turbulentas de Finisterre, tan próximas al lugar donde aquél bravo capitán
marino de Torres (Torrelavega), Baldomero Iglesias, vió como naufragaba su vapor Gijón en 1880 y a punta de pistola organizó la
salvación de los más indefensos para perecer, finalmente, en la tragedia que tanto conmocionó a la Torrelavega de finales del
siglo XIX, donde quedó reconocido para siempre como héroe torrelaveguense y cántabro. Desde los conocimientos de Bedoya Pereda
y de la lectura de opiniones de capitanes de marina mercante, tenemos que indicar que en esta dolorosa tragedia se han producido
demasiados errores que han generado lo que está siendo un gran desastre.
De estas conversaciones hemos llegado a algunas conclusiones que creo merecen ser resaltadas para tener a nuestro alcance más
conocimientos que nos permitan obtener la reflexión final de que se tomaron medidas inadecuadas y que lo ocurrido es, sin duda,
lo más grave de todo aquello que podía suceder en unas circustancias delicadas. Apunto estas opiniones de personas entendidas:
1.- No se entiende por qué se alejó el barco de la costa cuando se encontraba a una distancia comprendida entre tres y cinco millas
de Muxía. Esta tesis la mantiene el profesor Montes Coto, profesor de la Universidad de Oviedo y capitán de la Marina Mercante,
quién ha destacado que el capitán había ordenado lastrar tanques simétricos a los inundados inicialmente para compensar la gran
escora tomada al comienzo de la avería en el costado de estribor, además el tiempo tendía a mejorar y el hecho de que disminuyera
la altura de las olas, reduciría a su vez el riesgo de rotura. Entiende este experto, con cuyas tesis coincide Bedoya Pereda, que
obligar al barco a alejarse de la costa en ese momento era dejarle al libre albedrío de la mar, propiciando su rotura en el
momento en que se incrementara la altura de las olas, cosa previsible en vísperas de la entrada del invierno.
2.- Coinciden estas tesis expertas que estando tan cerca de la costa, la reacción más inmediata y lógica consiste en introducir el
barco en un lugar de abrigo seguro, con el fin de realizar una inspección a fondo; traspasar el fuel a otros buques y optar por
la posible contaminación de una sola zona, en vez de miles de kilómetros de costa. Creo que los menos doctos en materia marítima
son conscientes de que un buque navegando con mal tiempo y con problemas técnicos serios necesita, casi siempre, refugiarse
para escapar de posibles peligros y adversidades.
Después se encadenan otras preguntas e interrogantes, desde la discusión por el rumbo seguido por el barco cuando es remolcado,
las variantes constantes de ese traslado a alta mar en el terrible paseo por una costa cuando el buque tenía un noventa y nueve
por ciento de probabilidades de que se partiera en dos con el consiguiente desastre ecológico y económico para las comunidades
afectadas y, consiguientemente, para las arcas del propio Estado. En todo caso, aquí se ofrecen unas apreciaciones cargadas de
sentido común y de experiencia marítima, que no cuestionan totalmente otras opiniones igualmente técnicas que avalen otros
pronunciamientos sobre esta gran tragedia.
Aquí, en Cantabria, durante las primeras semanas nuestras autoridades negaron cualquier peligro real de llegada del fuel a la costa
cántabra. Estaban contagiados de la prepotencia de Madrid y convencidos de que los vientos y las mareas no podían estar en su
contra. Cuando llegó el fuel y las manchas tóxicas se produjo el descontrol y la ineficacia institucional, incapaces de coordinar
y encauzar los sacrificios de miles de voluntarios. No tuvieron siquiera la iniciativa solidaria de enviar contenedores a tierras
gallegas, que lo han hecho cientos de municipios españoles. Se han dedicado a hacer declaraciones y ocupar los medios de
comunicación como si todo funcionara eficazmente y, sin embargo, el desorden era evidente, tal y como han narrado muchos
voluntarios que lo han sufrido y soportado.
Por último, la desesperación e irritación de muchas gentes no solo está en la mentira consciente ejercida por algunos políticos
a nivel estatal y autonómico sobre si estaban o no disfrutando del ocio de la escopeta nacional cuando la tragedia había comenzado
a desarrollarse, sino cuando miles de voluntarios exponiendo su propia salud y casi siempre sintiéndose impotentes por la escasez
de medios, han comprobado in situ como la novena potencia del mundo, que es España, no estaba preparada ni con mucho para una
situación de emergencia. Pero si esto fuera poco, la clase gobernante ha demostrado una más que manifiesta incapacidad, al tiempo
que intentar lanzar las piedras a los pies de los técnicos, de las empresas de los remolcadores e, incluso, del mal tiempo,
escondidos en La Moncloa cuando el presidente del Gobierno debió instalar su particular tienda de campaña en la zona de la
catástrofe o, en el caso de otros, minimizando el alcance de esta gran tragedia ecológica para la costa cantábrica que significa
que ya podemos despedirnos durante años de buenas porciones de naturaleza.
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La última sobre la Historia de Cantabria
De nuevo financiado con dinero público de los cántabros a través, en este caso del Parlamento de Cantabria, un profesor alemán
ha participado en el encuentro de historia celebrado hace unas semanas en el que ha expuesto una nueva tesis con el soporte,
insistimos, de nuestros dineros. Afirma el docto profesor que la guerra de los cántabros contra las legiones infinitamente
superiores de Roma "fue de poca monta, pero de gran importancia para el emperador Augusto". Niega, además, que Augusto se
trasladara desde Tarraco a tierras de Cantabria y lanza otras peregrinas ideas sobre el pasado y la Cantabria antigua con el
amparo del Parlamento que controla el tripartito PP-PRC-PSOE. No le ha faltado tiempo al escritor Roberto Lavín Bedia para
puntualizar lo afirmado y ante lo que han callado, una vez más , los responsables de la cultura y la enseñanza en Cantabria,
amén del presidente del Parlamento cántabro.
En un contundente artículo publicado en ALERTA del pasado domingo, Lavín Bedia titula con gran clarividencia: "Una guerra de poca
monta".. y duró casi diez años", añadiendo "las guerras cántabras fueron muy duras también para los romanos, aunque a algunos les
moleste saberlo. Diez años de guerra fueron muchos: la Galia sólo pudo resistir a César durante siete años". Nuestra gratitud al
doctor Lavín Bedia por su nuevo ejemplo de defender la historia de Cantabria a través de documentadas citas y reflexiones,
mientras tantos callan y caminan de traición a traición en relación a nuestra identidad histórica. Gracias permanentes, una vez
más, al historiador burgalés de Villadiego, Enrique Flórez, de cuyo nacimiento se cumplen trescientos años a quién homenajea toda
España -excepto en Cantabria- cuando nos devolvió la historia y la dignidad como pueblo después de tres siglos de falsedades de
los historiadores vasquistas. Y nuestra más firme condena hacia unas autoridades políticas que siguen financiando campañas
contra la historia de nuestro pueblo.
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ALERTA 14 de Diciembre de 2002
© José Ramón SAIZ www.joseramonsaiz.com
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