Gobierno y ciudadanía: visiones diferentes sobre Cantabria |
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Dicen que todo va bien, pero siete de cada diez universitarios cántabros
tienen que salir a otras comunidades para lograr un empleo en el que desarrollar
dignamente conocimientos. Mientras los nuestros no pueden opositar en comunidades bilingües, aquí abrimos todas las puertas para acoger nuevos funcionarios en campos tan esenciales como la enseñanza y la sanidad. |
El
presidente del Gobierno de Cantabria, señor Martinez Sieso, en un acto
oficial de la Confederación de Empresarios celebrado el pasado jueves
para la entrega de medallas y otros honores, ha reiterado su visión
idílica sobre la situación de Cantabria: que todo va bien, que el
sector industrial va en alza, que todos, por decreto, somos felices. Puede
entenderse que existan ocasiones en las que psicológicamente es necesario
fomentar el optimismo pero cuando se ignoran premeditamente situaciones
graves, que cuestionan, incluso, un futuro prometedor para Cantabria,
es necesario alertar y contraponer las tesis de la sociedad civil
a las de la propaganda oficial. Hay un balance inequívoco: estamos en
un mal año para el turismo y es posible que ya exista exceso de
oferta; la ganadería está muy mal con precios infames de la leche
sobre los que nadie habla; la pesca con dificultades externas importantes;
el sector industrial decrece de forma muy lenta pero se deteriora
y, finalmente, siete de cada diez universitarios formados en la
Universidad de Cantabria tienen que salir de nuestra Comunidad Autónoma.
Trabajar decididamente y con más ambiciones en estos asuntos para buscar
mejores expectativas es lo que reclama la ciudadanía cántabra. Abordaré en este artículo el problema de la precariedad laboral juvenil en Cantabria, que es una de las preocupaciones más inquietantes de las familias cántabras; en concreto, el empleo de nuestros jóvenes que, en principio, están llamados a ser el soporte de la Cantabria del futuro. Se trata de un problema profundo -que también con intensidad afecta a las mujeres cuyo desempleo duplica en Cantabria al de hombres- y que se agudiza progresivamente al faltar alternativas. Si fijamos nuestra atención en la Universidad, todas las promociones universitarias que salen de las aulas de Las Llamas están condenadas, en su mayoría, a aceptar trabajos por debajo de su preparación profesional o, a buscar trabajo fuera de Cantabria, que hoy por hoy es el destino de la mayoría ya que, como hemos señalado, unos siete de cada diez titulados cántabros tienen que salir de Cantabria. Una reflexión sobre este problema se decanta en los siguientes apartados: 1.- Mayor dependencia familiar de nuestros jóvenes. Una de las preguntas que debemos hacernos ante la dura realidad del mercado laboral para nuestros jóvenes, se refiere a cuando deja de ser joven una persona en Cantabria. Si consideramos que una persona es adulta con el comienzo de una vida autónoma fuera del hogar familiar, la respuesta parece obvia y, como conclusión, obtendremos que en muchas familias conviven jóvenes que superan los veinticinco años e, incluso, llegan a los treinta ya que solo un trabajo fijo permite su autonomía. La permanencia del joven en el hogar familiar está, pues, íntimamente ligada a la falta de alternativas laborales con cierta garantía de perdurabilidad. Y matizo esto último -estabilidad en el empleo- porque son muy pocos los jóvenes que abandonan el hogar familiar si su empleo, como viene siendo habitual en estos últimos años, depende de un contrato en una empresa, frecuentemente, de trabajo temporal. El porcentaje de jóvenes cántabros en situación de temporalidad es muy alto, con todas las limitaciones que ello conlleva, que obliga a muchos a aceptar trabajos que nada tienen que ver con su formación o, que frente a la alternativa de lo aceptas o nada, tienen que asumir contrataciones bastante frágiles en cuanto a formación, seguridad, etcétera. 2.- Búsqueda, por necesidad, de otros mercados laborales. Si fijamos la atención en las ofertas laborales que aparecen en los medios de comunicación para nuestros universitarios, nos encontraremos, con frecuencia, con pruebas de selección para vender seguros, libros y puestos equivalentes. Sin embargo, se echan en falta puestos de trabajo vinculados con los títulos que se imparten en la Universidad de Cantabria, teniendo sólo asegurada su salida aquellos que sus padres tienen un negocio empresarial o un bufete de abogados, aunque en estos casos es casi seguro que se preparen en otras Universidades de mayor calidad. El grueso de nuestros universitarios tienen que realizar algún máster especializado con el fin de no perder el tiempo mientras surge una oportunidad o, decidir su marcha de Cantabria hacia otros mercados laborales más dinámicos, salida ésta a la que se sienten condenados muchos de ellos. Conozco familias cuyos hijos, todos ellos formados en Cantabria, tienen su ocupación profesional fuera de su tierra natal. No nos puede sorprender, en parte, esta lamentable situación ya que la empresa cántabra tiene lastrado su futuro con la complicidad de nuestras instituciones al adjudicar casi toda la gran obra pública a empresas foráneas -más de cien mil millones de pesetas actualmente- que apenas tienen una oficina y media docena de empleados en Cantabria. Sin embargo, las empresas del sector que en Cantabria acumulan varios miles de empleos fijos y cuentan con su sede fiscal en nuestra comunidad, sufren la marginación, anulándolas en su justas aspiraciones de hacerse más competitivas. Son nuestras empresas cántabras que, por otra parte, no pueden concursar en autonomías no sólo ya del País Vasco o Galicia, sino también en Asturias, Castilla o La Rioja donde sus autoridades apoyan sin reservas a sus empresas. Es éste el gran disparate de nuestros gobernantes, frente al que callan las asociaciones empresariales, dándose la paradoja de que al adjudicar las obras a empresas foráneas, estamos financiando indirectamente los presupuestos de las comunidades donde tienen su sede fiscal. Autonomía, Estatuto, autogobierno, representan poder económico y presupuestario; sin embargo, aquí se traiciona de la forma comentada. 3.- La vía de la Administración. El problema de nuestros opositores. Una de las pocas alternativas que se ofrecen a nuestros universitarios se centra en la necesidad de preparar oposiciones para las administraciones públicas. Aquí, sin embargo, surge otro problema ante el que hay que rebelarse por ser injusto. Así, mientras nuestros jóvenes opositores tienen difícil -por no decir imposible- acudir a disputar un puesto de funcionario en una Administración bilingüe -País Vasco, Galicia, Cataluña o Valencia-; sin embargo, a Cantabria vienen a opositar todos los excedentes de otras Comunidades Autónomas, especialmente de la vecina vasca, que han copado muchas plazas en educación y sanidad, dos áreas de gestión que son, precisamente, básicas para proyectar un determinado modelo de gobierno. Ya ha habido algún caso de educadores que han venido de otras comunidades, que ante sus alumnos cántabros han expresado su desinterés por nuestra historia. Sin duda, todo ello incomprensible, pero se trata de problemas que al no sufrirse por los gobernantes y sus círculos más próximos, no existen. Sería deseable por el bien de Cantabria menos autocomplacencia, menos propaganda, casi siempre sobre lo efímero, y más compromiso con los grandes problemas de nuestra Comunidad. Tanto crecimiento como nos dicen y, sin embargo, seguimos desconociendo en que se plasman los beneficios de ese expansionismo económico, ya que son muchas las familias de Cantabria que en su entorno no perciben la situación que se vende por los gobernantes. Pediríamos, por tanto, una reflexión sobre esta precariedad laboral juvenil en Cantabria, concluyendo que son hoy nuestros jóvenes los que más sufren la orfandad de políticas que enganchen con el trabajo que precisan para quedarse en su tierra natal. |
ALERTA 20/09/2002 © José Ramón SAIZ |
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