Tres siglos de secuestro de la Historia Cántabra /1

Entre los siglos XV y XVIII nos quedamos sin historia y solo gracias al Padre Enrique Flórez se recuperó el protagonismo de la Cantabria geográfica e histórica de la época romana.

El sábado, día 29, un grupo de cántabros  acudiremos a su pueblo natal de Villadiego para homenajearle  en el año que se conmemora el trescientos aniversario de su nacimiento.

Guardo como un tesoro una edición de 1877 de la obra La Cantabria. Disertación Sobre el Sitio y Extensión que en tiempo de los romanos tuvo la Región de los Cántabros con noticia de las confinantes y de varias poblaciones antiguas que editó la Real Academia de la Historia en la Imprenta de José Rodríguez, edición que fue la tercera –las dos anteriores se habían editado en 1768 en vida del historiador y, la segunda en 1786-, que confieso pude adquirir a un precio  módico en una subasta de libros antiguos. Su autor fue  Fray Enrique Florez y Setién de Huidobro, ex-asistente general de la orden de San Agustín en las provincias de España, nacido en Villadiego (norte de Burgos, antiguo territorio de la Cantabria romana) hace trescientos años y la trascendencia de su obra fue excepcional ya que ni más ni menos nos devolvió una historia –nuestra gran historia- que se nos secuestro y usurpó por historiadores vasquistas en el siglo XV y cuyas tesis estuvieron vigentes e impuestas durante nada menos que tres siglos. ¿Qué tesis, se preguntarán?. Sencillamente se aplastó nuestro pasado, afirmando aquellos teóricos de la historiografía  que el antiguo territorio que había luchado contra los romanos con heroicidad y carácter –frente a legiones infinitamente superiores- fue el de los pueblos ubicados en lo que hoy conocemos por País Vasco.

 

Las primeras reflexiones del P. Florez en su libro sobre los límites de La Cantabria parten de una afirmación que dicta el sentido común, como que la prueba sobre los acontecimientos desarrollados en los siglos primeros no puede basarse en lo que afirmen los historiadores más famosos y contrastados, sino lo que alegan testimonios antiguos que apoyen sus discursos. En la obra que estamos comentando, el historiador Flórez ya reconoce en sus primeras líneas que “la principal controversia acerca de la Cantabria es sobre la situación y extensión”, indicando como advertencia sobre el rigor de los estudios que “para hablar con distinción, reducimos ahora la investigación a la Cantabria antigua, esto es, al tiempo de Cristo, en lo inmediato de antes y después, en cuyo espacio hubo autores que hablaron de ella, a los cuales se debe estar y no a los posteriores de quince siglos, cuyos testimonios no merecen otro crédito que el antiguo documento en que escriben”. 

 

Esta es la razón por la que Flórez decidiera investigar todas las fuentes latinas, sobre todo la de los autores que acompañaron al emperador Augusto en su intento de dominar definitivamente a los cántabros (años 25-19 a. J.C.) que vivieron directamente la campaña que puso en territorio de la antigua Cantabria varias y poderosas legiones romanas decididas a aplastar al cántabro. Así, en su obra nos transcribe este párrafo que dejó escrito Lucio Floro, que es elocuente:

 

“Casi toda España se hallaba pacificada por los romanos a excepción de los cántabros y  asturianos, que eran dos castas de gentes muy poderosa y vivían sin sujección al imperio. El genio de los cántabros era peor, más altivo, y más tenaz a no rendirse a pactos; y no contentos en defender su libertad molestaban con frecuentes correrías a los Vaceos, Curgionios y Autrigones. El emperador Augusto no quiso tolerar inquietudes, ni visos de enemigos de España y para dar fin a todo, declaró guerra: abrió las puertas de Jano y vino personalmente a comandar el ejército”.

 

Una de las interrogantes que despeja Flórez en su obra es si el territorio de la Cantabria histórica corresponde al de la Cantabria geográfica. El historiador  en su apunte número 338 señala que “la expedición de Augusto, la resistencia del cántabro y los movimientos del ejército, todos fueron contra la Cantabria geográfica y de los cántabros, como habitadores de la Cantabria que nos describen los geógrafos, y no contra los confinantes, vaceos, turmogos y autrigones, por cuya libertad y seguridad movieron sus armas los romanos contra el cántabro”. Esta es una conclusión importante porque no sólo fue falso que en territorio vasco existiera un pueblo no dominado y valiente en la defensa de su independencia frente al invasor romano, sino que fueron éstos los que protegieron curiosamente a los vascos de los impetuosos cántabros. En el número 339 el apunte de Flórez es concluyente:

 

“Esto es lo que hallamos en la historia; pero ¿qué hay en esto en prueba de que la Cantabria histórica traspasase los límites de la geográfica?. Contra el territorio del cántabro es toda la historia de la guerra. A favor de sus confinantes viene Augusto; luego la Cantabria geográfica es la histórica, sin que por la historia se pueda alargar la región invadida: porque los historiadores distinguen bien al cántabro del autrigón, expresando que éste era el inquietado por el cántabro y defendido por el emperador. No puede, pues, decirse por los historiadores que el autrigón de Bilbao fuese cántabro, sino que no lo era”.

 

El próximo sábado, día 29,  ante su monumento ubicado en la plaza de Villadiego, su pueblo natal, organizado por la Asociación Bisalia y un grupo de escritores e historiadores, celebraremos un homenaje al padre Flórez con motivo del trescientos aniversario de su nacimiento. Se trata de expresar un agradecimiento que unánimemente debemos a su memoria y a su trabajo todos los cántabros, ya que nos restituyó la historia y gracias a esa historia e identidad, hoy conformamos una Comunidad Autónoma diferenciada. En un año cargado de actos institucionales en homenaje al padre Flórez es importante que los cántabros estemos presentes con un acto diferenciado y emotivo que surge de unos buenos corazones conscientes de la labor impagable de este agustino que nos devolvió la dignidad como pueblo frente al atropello de los de siempre.

 

No fue una huelga general, pero si importante

 

Es importante que la conclusión más unánime del 20-J haya sido el alto grado de civismo vivido en el desarrollo de la jornada de huelga general. Frente a las lecturas de unos y de otros, me quedo con las valoraciones de los grandes medios de comunicación europeos: no fue una huelga general en toda regla pero sí importante, llamando la atención, sobre todo, las manifestaciones de cientos de miles de personas de Madrid y Barcelona, así como la que discurrió con gran apoyo ciudadano por las calles de Santander. En todo caso, una huelga general puede entenderse como tal cuando el cierre es masivo y, prácticamente total, en sectores como la industria, la construcción y el transporte, como ha ocurrido. En España hay más de dos millones de autónomos y no es fácil su movilización en una huelga general, así como miles de comercios pequeños que muchos cerraron por ese anacronismo de los piquetes, que desprestigian a los propios sindicatos.

 

Es inmoral dar cifras absurdas, como las facilitadas en Cantabria y a nivel nacional. Viví el paro en Torrelavega que fue total. Ante un cierre tan general como el de la capital del Besaya, los sindicatos cometieron el exceso de obligar al cierre de pequeños negocios de autónomos que a efectos estadísticos no representan nada en el conjunto del paro. Por eso, insisto, el anacronismo en el siglo XXI de los piquetes informativos.

 

Lo grave es que la fractura social abierta no se cierre y no se abra la negociación. Los parados de Cantabria perderán derechos económicos por una nueva legislación lesiva y eso tiene efectos negativos para la comunidad cántabra, siendo  grave para la dignidad de unas personas que bastante tienen, en su mayoría, que soportan estar en paro por falta de alternativas reales de empleo.

 

Ha sido curioso el incidente protagonizado por el vicepresidente señor Revilla. Debemos solidarizarnos con él en lo que apuntamos de anacronismo de los piquetes; sin embargo, nos parece fuera del sentido común que un regionalista pueda menospreciar una movilización general por reivindicar unos derechos que en Cantabria representan una rebaja de cientos de millones de pesetas para un colectivo necesitado de políticas sociales y de empleo suficientes. Aunque más impresentable me parece su declaración posterior que en bastante  recuerda su discurso de los años setenta cuando juró lealtad al nacional-sindicalismo en Torrelavega al ser designado jefe del sindicato vertical. Es evidente que siempre quedan residuos de un pasado que está fresco en las hemerotecas.

 ALERTA 22/6/2002