Autogobierno 1/ Autogobierno 4/ Autogobierno 3/

20 años de autogobierno (1982-2002)   /2

Un Parlamento lejano y una Administración disfuncional

 

La Cámara Legislativa está alejada de los ciudadanos por una mayoría muy absoluta que convierte los debates en una regla matemática y un reglamento rígido que pervierte sus funciones. 

Una Administración que no cumple el mandato de acercar las decisiones a los ciudadanos, representa todo un “caballo de Troya” al socavar los principios e  ideales básicos del autogobierno.

En nuestras reflexiones de ayer destacábamos que en los últimos veinte años se ha consolidado la autonomía y que, finalmente, contamos con un Estatuto que tras la reforma de 1998 ha superado todas las restricciones y limitaciones impuestas en su texto en 1981. Ha quedado reconocida la dimensión de identidad de Cantabria como Comunidad Histórica, empeño en el que en su momento pusimos toda nuestra voluntad y estrategia parlamentaria y, prácticamente, tenemos todas las competencias que define en su Título VIII  la Constitución Española. Reflexionábamos sobre las disfunciones políticas, la falta de capacidad reivindicativa, el conformismo, la ausencia de nervio, la limitada autonomía de nuestros dirigentes al convertirse en sumisos al poder central, la creencia hoy mayoritaria de que no existe liderazgo en las instituciones cántabras y la constatación de una inhibición institucional en la promoción de la historia cántabra y el fortalecimiento de su identidad. 

En el Parlamento cántabro escuchamos el otro día discursos retóricos  carentes de autocrítica. No podemos ni debemos recrearnos en cuestiones banales; por el contrario, la necesidad de ejercer la reflexión, profundizar en el pensamiento y las exigencias de la calle, al tiempo que preguntarnos que piensan nuestros ciudadanos sobre cuanto sucede en nuestra autonomía, nos plantea estas nuevas  reflexiones: 

3.- Un Parlamento alejado de la ciudadanía, sin frescura en los debates ni improvisación en el control del Gobierno. Cuando dice De la Sierra –y puede ser un deber institucional- que tenemos un Parlamento sobre cuya actividad se concita el interés de la ciudadanía, tenemos que decir que no es así. Hoy, nuestro Parlamento por la mayoría muy absoluta en la que está instalado el Gobierno, está alejado de los ciudadanos, los debates son de escasa entidad aunque se ponga buena voluntad, lo que puede estar motivado por el hecho de que los resultados de las votaciones responden a una regla matemática: veinticinco votos del Gobierno se imponen sin diálogo ni búsqueda de consenso, a los catorce de la oposición.  

El problema es que los partidos del Gobierno tienen en sus manos el  dinamizar el Parlamento, buscando una mayor sintonía con la calle pero nada hacen en ese sentido; no les interesa activar el pluralismo y el debate, lo que es egoismo y comodidad que, sin embargo, afecta gravemente a la imagen del Parlamento. Un reglamento que hace viejos todos los asuntos que se llevan a debate a la Cámara, es un reglamento para pervertir las funciones del Legislativo. Un reglamento que no permite preguntas de control al Gobierno a bote pronto es un Parlamento sin el ingenio y la chispa de la improvisación. Comenta la oposición –y tendrá razones- que el Presidente de la Comunidad a quien no le dotaron, por cierto, de brillantez dialéctica ni parlamentaria lleva un block de anillas en el que tiene escritas distintas opciones de respuesta a diferentes tonos de las preguntas o interpelaciones. Este control hasta lo absurdo de tener preparado el modelo de respuesta, hace que los pocos debates en los que interviene el señor presidente sean aburridos, monótonos, sin frescura ni alardes intelectuales y, por tanto,  de nula improvisación fina y brillante. Nuestro Parlamento es, a todos los efectos, una Cámara Legislativa pero dista de ser el Parlamento que queremos con un reglamento que convierta a la institución parlamentaria en flexible, dinámica y fluida para conectar de verdad con la ciudadanía. 

Es el caso de las preguntas que forman parte del control al Ejecutivo. En una Comunidad pequeña como la nuestra, debiera proyectarse el estilo parlamentario inglés, donde el presidente y los consejeros se sometan a preguntas sin conocer su  contenido previo. Así, el responsable que demuestre una falta de dominio sobre los problemas reales de la comunidad referidos al departamento de su competencia o, desconocer donde está Bolmir o Calseca y quién fue y lo que representó Amós de Escalante, automáticamente se le debiera mandar a casa porque no sirve para el cargo que ostenta. 

 

4.- La Administración sigue excesivamente burocratizada y no se ha mejorado su servicio a los ciudadanos a raíz de la asunción de competencias. Un principio esencial además de la identidad histórica y diferenciada del espíritu del autogobierno se centra en el funcionamiento más eficaz, más rápido y más directo de los servicios a los ciudadanos en las materias transferidas. En este aspecto tan esencial se ha avanzado muy poco y hoy puede afirmarse que aunque la Administración se ha incrementado en número de empleados –y no sólo a través de la asunción de transferencias- el servicio a los administrados se ha ralentizado y, por consiguiente, ha empeorado. Muchos ciudadanos critican con razón, por ejemplo, que la Administración no contesta a sus peticiones o, tarda en exceso en resolver, cuando ya no hay que enviar los papeles a Madrid.  

Este funcionamiento anómalo de la Administración cántabra es evidente, por ejemplo, en el campo de los servicios sociales, área en la que el Gobierno ha demostrado últimamente su mayor incompetencia provocando la crisis de AMICA que gracias a la presión ciudadana se encuentra, afortunadamente, en vías de solución al dar marcha atrás en sus propósitos insolidarios la Consejería de Bienestar Social. Pues bien, en este caso de los servicios sociales que puede trasladarse a otros departamentos que regulan ayudas o subvenciones a través de convocatorias públicas, se reiteran estas disfunciones: los presupuestos entran en vigor cada año el 1 de enero pero su aplicación no es automática ya que se tardan hasta ocho y diez meses en publicar las órdenes que regulan las ayudas. Dichas convocatorias tardan también varios meses en resolverse y, finalmente, otros tantos meses en abonarse, con lo cual se ha reiterado que organizaciones sociales que trabajan en el día a día y que cuentan con recursos muy justos o insuficientes, perciben las ayudas un año y medio después de la entrada en vigor de los presupuestos. Por supuesto, muchos meses más tarde –lamentablemente- que cuando la Administración central las abonaba cuando eran de su competencia.  

No es fácil entender y asumir estas anomalías que tanto deterioran el sentido práctico de la autonomía y que juegan a favor de los objetivos de unos nostálgicos que presentan sus alternativas de reconquista. Estas disfunciones representan una seria incompetencia, realmente grave  porque socavan el propio espíritu que inspiraron la autonomía. El Gobierno debiera corregir estas graves anomalías dedicando esfuerzos constantes en la ordenación de una Administración dispersa y de baja eficacia, ya que representan todo un “caballo de Troya” que amenaza la consolidación de  los ideales de un autogobierno eficaz. 

Esta situación anómala en la Administración se puede agravar por la reiteración de errores del Ejecutivo cántabro en materia de función pública. La reciente asunción por el Gobierno de la potestad de nombrar jefes funcionariales al margen de los méritos y del concurso, representa una grave adulteración de las normas que deben presidir la función pública en un Estado de derecho y democrático; además, en el caso de esta área del PP en el Ejecutivo supone incumplir el espíritu que Aznar prometió en su investidura presidencial.  En definitiva, se politizan los cargos medios y se instala el caciquismo funcionarial que tanto denunció el señor Revilla en el pasado reciente. Es una más de las disfunciones que se producen y que lastimósamente  afectan a un pilar básico del autogobierno, como es la necesidad de una Administración competente, rápida, eficaz, próxima al ciudadano y apolítica.

ALERTA 24-02-2002