1/  2/  3/  4/  5/  6/ 

 7/  8/  9/ 10/ 11/ 12/ 13/

 

Veinte años de autogobierno   /14

Valdecilla: nuevas evidencias de un error histórico.

Cuando es más perceptible el fracaso del Gobierno al optar por reformar un hospital viejo en vez de construir uno nuevo, propio del siglo XXI, se anuncia que se adelanta la culminación del plan director al ¡2007!.  

Un hospital nuevo se hubiera finalizado en el 2004, lo que es elocuente para evidenciar la falta de ambición y de asumir riesgos de los actuales gobernantes, ya que en el 2007 seguiremos con un hospital cuyas estructuras son de 1968.

 

 

Ya es el cuarto o quinto artículo que dedico a Valdecilla y según avanza el tiempo y se conocen nuevos detalles, más queda  avalada la tesis que vengo defendiendo en cuanto al error histórico que supuso que el Gobierno Sieso-Revilla optara por reformar un hospital viejo con cuarenta años de antigüedad en vez de liderar la alternativa más realista y de sentido común que consistía en construir un hospital moderno, de estructura y modelo acorde con las nuevas técnicas del siglo XXI. El titular de ALERTA del pasado jueves nos informaba que Sanidad acorta un año las dos primeras fases del Plan de Valdecilla, lo que significará que el grueso de la obra estará lista en el 2005 y el plan director entrará en vigor en el ¡2007!. Sin embargo, antes de entrar en otros detalles, este apunte: un hospital nuevo y vanguardista hubiera estado listo no más allá del 2004. 

En principio, habrá que tomar con muchas cautelas el anuncio del consejero de Sanidad, agobiado por la falta de soluciones prácticas en un hospital que ya es de su competencia. Sin equipo de dirección médica desde hace dos meses -parece que en vías de solución, no sin reacciones encontradas en el interior del hospital-,  las protestas de los ciudadanos que reciben un servicio sanitario en condiciones, a veces, tercermundistas, Del Barrio lanza esta promesa al ruedo, consciente de que a tan largo plazo nadie le pedirá cuentas. Puede, si quiere, prometer lo imposible, decirnos, como acostumbra el Gobierno, a propagar sus capacidades de hacer milagros con el dinero público, que son los mejores y que están haciendo historia, cuando el ejemplo de Valdecilla y la falta de una ambición lógica y legítima, han demostrado con creces, precisamente, no estar a la altura de la Historia con mayúsculas, al impedir con una ceguera irresponsable impulsar la salida más racional, sensata y positiva para todos los cántabros tras la tragedia de 1999.    

Conscientes como somos de que las obras se alargan en los plazos –justificación para que también se encarezcan de precio injustificadamente, a lo que es muy afín el actual Gobierno-, tenemos que volver a insistir en el inmenso error de los actuales gobernantes en cruzarse de brazos cuando debieron agitarlos; en callarse sumisamente llegado el momento de alzar la voz, a raíz de la tragedia que costó cuatro vidas y que justificaba reclamar con fuerza y vigor un nuevo hospital frente a la tesis del Insalud de reformar el viejo. ¡Lo que hay que ver en la política cántabra!. Hace diez años el señor Revilla armó una gorda por las famosas vallas de los aparcamientos  -que por cierto, no quitó cuando llegó al poder- y, sin  embargo, ha mantenido un silencio y una sumisión en algo más gordo, más decisivo para todos los ciudadanos como es la salud y sus mayores garantías a través de un hospital nuevo, vanguardista y digno para el siglo XXI.  

Afirma el consejero que reforzará los trabajos de las empresas adjudicatarias; por cierto, se habrá dado cuenta de la monstruosidad que significa para los propios intereses cántabros la actitud del Gobierno y sus máximos responsables de mirar para otra parte cuando el Insalud –ya en plena transferencia- decidió adjudicar con prisas las obras para decidir desde Madrid y no en Cantabria, una tarta de, en principio, más de diez mil millones de pesetas que se han ido completos para empresas que no cotizan en Cantabria, que no tienen aquí empleo fijo, que no pagan a la comunidad cántabra sus impuestos; en consecuencia, Cantabria pierde ingresos que revierten en otras comunidades. ¿Se puede dar otro disparate como el que comentamos?.  Estoy citando a Del Barrio pero a quienes correspondió decidir el futuro de Valdecilla en las alternativas abiertas –reforma de lo viejo, construcción de un nuevo centro- fueron el presidente y vicepresidente del Gobierno. Pero hubo –como en otros asuntos claves- mutis por el foro, como en todo aquello que signifique apostar por algo que suponga ambición, riesgo y pasión por Cantabria y el futuro de los cántabros. 

Esta situación, reiteramos, es el  gran ejemplo de la falta de ambición, de nervio y de saber hacer las cosas a lo grande (es decir, que lo ideado y construido permanezca para disfrute de generaciones), aunque en este caso habría que referirse, sencillamente, a nuestro derecho como cántabros a tener un gran hospital para el siglo XXI. Cuando hubo que decidir, se dejó en manos de los altos funcionarios del  Insalud, cuando lo que se exigía era una decisión de gobierno, política, una apuesta de esas que hacen historia: construir un hospital nuevo, que respondiera al modelo de los hospitales de vanguardia. Por cierto, preguntamos: ¿No es mejor y más prioritario concentrar esfuerzos y energías a favor de un hospital de vanguardia como derecho social  y de interés supremo de los ciudadanos, que una nueva sede de gobierno sobre la que, además, se impone -aunque ya se duda- una decisión que cosecha una fuerte contestación ciudadana?. Faltaron ideas y visión de futuro, pero también agallas.  

Lo que ocurre en Valdecilla solo lo ven los ojos que están dentro y quienes por circustancias de enfermedad o revisiones médicas, acuden al centro hospitalario. Pocos ciudadanos saben que hay que eliminar alguna planta porque los cimientos no son suficientemente sólidos; son muchos, sin embargo, los usuarios de la seguridad social que constatan las condiciones casi tercermundistas en las que reciben la asistencia médica, aunque sus opiniones no trascienden; incluso a efectos de detalle intrascendente pero significativo, muchos médicos tienen que llevar su bata en el coche porque no hay donde ubicar sus pertenencias profesionales, aunque más grave es donde han ido a parar decenas de miles de historias médicas de pacientes que todavía viven y que representan una documentación muy útil para su seguimiento médico, según se comenta y denuncia en voz baja, como con miedo a represalias.  Podríamos seguir en un sinnúmero de situaciones absurdas, precisamente por optar por reformar algo viejo, superado gracias por la profesionalidad del colectivo médico y auxiliar. 

Vuelvo a insistir, en cada ocasión con más fuerza y con el aval de lo que va sucediendo: cuando con el paso del tiempo se analice más en profundidad este asunto, existirá un consenso general de que nuestros gobernantes no estuvieron a la altura de las exigencias de una sociedad que en derechos sociales y, sobre todo, en salud, no quiere perder nada de lo que tanto costó lograr y, que fue posible no sólo por las aportaciones públicas sino a iniciativas privadas como la surgida de la gran visión y generosidad  de don Ramón Pelayo.  Valdecilla siempre ha representado el más alto interés general de la sociedad cántabra y, por tanto, en su momento debió abrirse un debate que desde las instituciones no se favoreció, es decir, no se quiso buscar la salida más óptima y consensuada, apostando nuestros gobernantes por la comodidad que ofrecía la solución impuesta desde Madrid.   

Reitero este apunte: solo hay que ver el empeño que las autoridades de Navarra ponen a favor de su Clínica Universitaria –que ha alcanzado un prestigio que en otros tiempos gozó Valdecilla- y, por el contrario, para lamento nuestro, sobresale la miopía de quienes gobiernan que apostaron por lo fácil para ellos, pero lo más negativo para todos, como es reformar un hospital de estructuras viejas que están en desuso en los países modernos desde hace décadas.

ALERTA 27/4/2002