Torres Quevedo: otro olvido "ignorante" de nuestro Gobierno |
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Hoy se cumplen 150 años del nacimiento en Santa Cruz de Iguña de quién fue gloria de Cantabria en el mundo de la ciencia y la
inventiva, entre el silencio institucional más vergonzante.
Fue Doctor "Honoris Causa" por La Sorbona de París y con sus inventos sobre informática - el primer Autómata Ajedrecista- se adelantó tres décadas a los primeros ordenadores. |
Hoy
se cumplen ciento cincuenta años del nacimiento en el pueblo de Santa
Cruz de Iguña de don Leonardo Torres Quevedo, el ingeniero,
matemático e inventor que por méritos propios ha dado gloria y esplendor
a Cantabria. Cántabro universal, allá en las cataratas del Niágara, existe
una placa que evoca esta figura genial que, sin embargo,
para las instituciones públicas de Cantabria no es merecedora, hoy, de
un recuerdo y homenaje público que rinda sincero agradecimiento a quién
tanto aportó al buen nombre de Cantabria gracias a sus
aportaciones científica e inventivas pues no en balde el diario francés
Le Figaro le calificó como el más prodigioso inventor de
nuestro tiempo (1). En Santa Cruz de Iguña de donde era oriunda su madre, pasó don Leonardo Torres Quevedo sus años mozos para iniciar sus estudios en Bilbao, París y Madrid, capital a la que se traslada la familia en 1870. En su vida fue clave que unas tías, residentes en Bilbao, le legaran una importante fortuna, lo que le permitiría dedicarse de lleno a sus pasiones y aficiones, sin estar pendiente de ganarse el sustento. También le permitió liberarse de condicionamientos de todo tipo y acudir a Universidades libres en cuanto a ejerce, sin limitaciones, su propio pensamiento, vital para el desarrollo de los investigadores. Inquietud y autonomía económica van a ser los valores más importantes para el desarrollo científico de la gran cabeza de Torres Quevedo, que apenas cumplidos los treinta años va a registrar su primera patente, concretamente un sistema de camino funicular aéreo de alambres múltiples, cuya principal innovación la va a constituir el hecho de alcanzar un coeficiente de seguridad apto para el transporte de personas sin apenas riesgo. Tres años más tarde, en su rica capacidad de aportar ideas innovadoras y sorprendentes, presenta en Suiza el proyecto de su transbordador que, sin embargo, fue rechazado. Y no será hasta el año 1916 cuando se reconozca su trabajo al ganar el concurso internacional para la construcción de un transbordador sobre las cataratas del Niágara (Canadá), diseñado y llevando a la práctica el Spanish Niágara Aerocar, que aún hoy día funciona uniendo los Estados Unidos con Canadá y en cuyo lugar se recuerda con letras de elogio y reconocimiento el nombre de este cántabro universal. El año 1893 fue también muy importante en la vida de nuestro genio al presentar su Memoria sobre las Máquinas Algébricas, lo que hizo en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Pero el ingenio de Torres Quevedo va más allá y presenta varias máquinas de calcular, entre ellas la de resolver ecuaciones algébricas, momento en el que nuestro gran inventor alcanza un éxito sin precedentes, que le acompañará para el resto de sus días. Estos avances fueron presentados con gran éxito en las academias más prestigiosas de Europa, considerándose una auténtica revolución. Importante y trascendente fue, sin duda, sus aportación a los experimentos en los campos de la automática, la cibernética y la computación, que quedaron definidos en su primer Autómata Ajedrecista, el primer jugador de ajedrez automático del mundo. Fue un primer ordenador capaz de procesar información y actuar en consecuencia, todo ello a partir de estímulos eléctricos controlados mediante relés. En el ajedrecista se ejecutaba el mate de rey-torre contra rey inevitablemente, fuese cual fuese los movimientos del contrario humano, estando previsto, incluso, la posibilidad de que se tratase de "engañar" al autómata. Este y otros avances, proyectaron a Torres Quevedo como el padre de la informática actual ya que al escribir en 1914 sus Ensayos sobre Automática se adelanta en tres décadas a las primeras disquisiciones inglesas, americanas o alemanas sobre la analogía mente-máquina y sobre los primeros ordenadores. Al tiempo que su nombre fue cobrando gran fuerza en el mundo intelectual y científico de la época, Torres Quevedo inicia sus grandes relaciones sociales, culturales, literarias y científicas, frecuentando el Ateneo de Madrid. Sus opiniones son escuchadas con gran respeto y admiración, al tiempo que va alcanzando importantes honores y distinciones: Presidente de la Real Academia de ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1910) en la que había ingresado nueve años antes; "Medalla Echegaray" (1916); Doctor "Honoris Causa" por la Universidad de La Sorbona de París (1922); miembro de la Real Academia de la Lengua (1918) y, finalmente, en 1927 se le nombra uno de los doce miembros asociados de la Academia de Ciencias de París. De todos los reconocimientos y nombramientos solo rehusa uno, concretamente la cartera de Fomento que le fue ofrecida por el Presidente del Consejo de Ministros, Marqués de Alhucemas, en 1918. En todo caso, su rica biografía es tan enorme que este es un mínimo extracto sobre sus grandes aportaciones a la ciencia y a la invención en los últimos años del siglo XIX y primeras décadas del XX. No deja de ser lamentable a todos los efectos la actitud del Gobierno de Cantabria respecto a nuestras grandes biografías. Ignorados conscientemente Amós de Escalante y Gregorio Lasaga Larreta en el centenario de su muerte, ahora nos ocurre lo mismo con este gran genio que fue Leonardo Torres Quevedo y cuyo nombre figura en muchos libros de estudio de las Universidades más prestigiosas del mundo. En 1978 se celebró con grandes honores una importante exposición en el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid y, posteriormente, en el Museo municipal de Bellas Artes de Santander, organizado por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y, en nuestra Universidad existe la Fundación que lleva el nombre de tan ilustre cántabro desde que fuera aprobada por el Ministerio de Educación en 1962. Pero hoy, día tan especial en la biografía de Torres Quevedo, el Gobierno de Cantabria y sus consejeros de Cultura y Educación ponen de manifiesto, una vez más, su "ignorancia" que tanto daño hace al prestigio de Cantabria a través de sus más grandes biografías. ¿No son conscientes estos consejeros del daño que hacen a la identidad de esta comunidad ignorando nuestras biografías más brillantes?. ¿Ignorancia o dejación?. Una u otra razón no deja de ser una toda una vergüenza para nuestro autogobierno. (1). Para más información consultar la página web http://cantabria.galeon.com (Biografías de Personajes Cántabros). |
ALERTA 28 de Diciembre de 2002 © José Ramón SAIZ www.joseramonsaiz.com |