El empresario que derrotó a un monopolio |
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Sebastián Soldevilla gano al Estado este importante pulso que en los años sesenta favoreció la necesaria liberalización económica para el desarrollo y la modernización del país. | Existen biografías que al forjarse en el día a día sin buscar el protagonismo y discurriendo en la discreción mas absoluta, sus logros y méritos se ignoran o han quedado en el olvido, lo que no deja de ser injusto desde ese principio moral de reconocer a cada cual lo que desde su inteligencia, tesón y esfuerzo personal aporto al progreso y desarrollo de la sociedad de su tiempo. Muchos nombres han quedado en el olvido o, la mezquindad institucional y social los relegó injustamente. Un ejemplo de esa talla especial de gente emprendedora la ha representado don Sebastián Soldevilla Roldan, recientemente desaparecido, prototipo de esa raza de empresarios que desarrollaron su actividad en circunstancias adversas y triunfaron en la promoción industrial y en sus negocios cuando no existía un contexto favorable, no se conocían las subvenciones, ni las nuevas tecnologías; todo lo contrario, en el caso personal de Sebastián Soldevilla podemos afirmar que luchó contra la poderosa maquinaria del Estado –dependiente entonces de un régimen autoritario- para lograr la necesaria liberalización de la economía que superando la autarquía dominante de aquellos años represento, sin duda, una de las claves del progreso de la sociedad española en los comienzos de la década de los sesenta. Sebastián Soldevilla nació en un pueblo de La Rioja, aunque su protagonismo como empresario estuvo siempre radicado en Cantabria y, posteriormente, en Madrid. La firma Soldevilla es conocida por las generaciones de cántabros que durante años no contaron con mas alternativa que circular por aquella carretera encajonada entre dos montes –propia de los tiempos de la diligencias- a mitad de camino de Riocorvo y Las Caldas de Besaya; allí, al lado de las aguas del río Besaya se levanta una empresa -hoy dedicada a la energía eléctrica- que hasta 1971 y durante décadas centro su actividad en la fabricación de sacos, tiempos en los que el plástico aun no existía o no se comercializaba a gran escala. En el gran frente de esta planta industrial –hoy carretera muy secundaria al quedar desplazada en los finales de los setenta por el nuevo trazado de la carretera general y, últimamente, por la autovía Torrelavega-Los Corrales de Buelna-, figura en un gran rotulo el nombre de Ángel Soldevilla, el patriarca de esta familia de empresarios caracterizados por el trabajo y la discreción entre los que destacaron varios hijos, entre ellos Sebastián. La firma Soldevilla gano un gran prestigio nacional, en la fabricación de sacos, especialmente para suministrar a empresas como Solvay e Sniace, en nuestra comunidad, así como empresas azucareras ubicadas en distintos puntos del país, fabricación realizada a partir del yute que se importaba de India y Pakistán. La empresa llego a contar con mas de cuatrocientos trabajadores, manteniendo una alta productividad hasta que, recordemos, se impuso el plástico. Fue entonces cuando los telares de la fabrica de Las Caldas de Besaya enmudecieron para siempre después de una etapa de actividad empresarial, asumida directamente tras la desaparición de don Angel Soldevilla por uno de los hijos, don José Soldevilla, el único hermano-empresario de la familia que sigue con vida. En la empresa de Las Caldas trabajaron muchas jóvenes de la zona de Vioño, Las Presillas y Renedo que se trasladaban diariamente en los autobuses de Aranda Calderón y que encontraron en esta empresa una salida laboral nada fácil para la mujer en los años cincuenta y sesenta. Don Sebastián Soldevilla en esos tiempos y en representación de la empresa familiar, se dedico a explotar nuevos mercados empresariales, con negocios en Madrid y Valencia, donde estaban destinados sus hermanos Julián y Diego ya fallecidos. Todas las semanas, Sebastián cogía el tren expreso Santander-Madrid, siendo una figura tan familiar para el personal ferroviario como lo era entonces don Emilio Botín, presidente del Banco Santander, que con igual frecuencia viajaba a la capital de España. Pernoctaba en hotel Palace, al lado de las Cortes, donde era tan conocido como el Conde de Godó, impulsor de una gran cadena de comunicación con La Vanguardia como buque estrella, con el que tuvo una estrecha relación. En los años sesenta y en un contexto social y político en el que no era costumbre llevar la contraria a la Administración, contribuyo con su tesón y capacidad de riesgo a la liberalización económica de España, sin duda un paso importante para la modernización del país, superando el periodo de la autarquía económica que finiquitaron los tecnócratas del régimen de Franco. Puso todo su empeño y energía en combatir el monopolio estatal de las cerillas que ostentaba Fosforera Española, logrando desarticular este monopolio, lo que le permitió, consciente de la importancia de la publicidad comercial que comenzaba a brotar con fuerza, crear la empresa General Fosforera, S.A., instalando una planta industrial con esta firma en Humanes de Madrid. Recuerdo que en aquellos años Sebastián se identificaba con las tesis sobre publicidad de su amigo personal y empresario cantabro, afincado en Méjico, don Eulalio Ferrer que en aquellos años había escrito varios libros sobre una materia en la que es un experto. Durante años, primero su hermano Diego Soldevilla y mas tarde Sebastián tras una reorganización de responsabilidades empresariales en el seno de la familia, llevaron a la empresa General Fosforera a ser la primera en la producción de cerillas publicitarias a través de una red comercial implantada en toda España. Y si los sacos de la fábrica de Las Caldas perdieron su valor estratégico por la aparición y desarrollo del plástico, la cerilla paso a un segundo plano con la universalizacion del mechero de gas. Pero para entonces a Sebastián Soldevilla ya le había llegado al zenit de su carrera empresarial con el inicio de su retirada en la empresa de Humanes, cuyo paisaje quedo ligado durante años a una magnifica bolera montañesa, demostración del espíritu de identidad con la tierra, mecenazgo que también mantuvieron con el fútbol y los bolos en mi pueblo de Cartes, promocionando la firma Soldevilla. La Federación Española de Bolos, en aquella etapa presidida por don Julián Gutiérrez Sánchez, siempre agradeció a Sebastián y a los Soldevilla su mecenazgo bolistico ya que la bolera de Humanes marco un hito en el impulso a este deporte en la comunidad madrileña. De Sebastián, Chan Soldevilla, como era tratado en sus círculos mas íntimos, podemos afirmar que fue un hombre obstinado en sus ideas y solo así pudo vencer a la Administración en el fin del monopolio de cerillas, el primer gran monopolio en ser derrotado en aquellos años sesenta. Era todo un señor –hasta su inseperable sombrero lo llevaba con exquisita elegancia- adornado de gran inteligencia, un indiscutible carácter emprendedor y espíritu firme, alentado por un generoso corazón que cuando se dilataba desbordaba en humanidad. Pero no voy a deslizarme por la vía de los sentimientos que corresponde a otro ámbito –mis primeros años en Madrid están íntimamente ligados a esta señera figura del empresariado- y este artículo ha intentado proyectar la vida profesional y su compromiso con la sociedad de su tiempo de Sebastián Soldevilla. Cantabria, como ha ocurrido en muchos aspectos de nuestra vida como
pueblo, no ha sabido apreciar los valores y las aportaciones de este
tipo de personajes que hoy honramos en este recuerdo de Sebastián
Soldevilla. Quienes le conocimos y le hemos querido,
somos conscientes de que la tierra eterna de la que surgimos ha llamado
al reposo merecido a este hombre incansable. ALERTA - 17 de Agosto de 2003 © José Ramón SAIZ ![]() |