Un pueblo con dos milenios de
continuidad histórica 1/

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Tenemos un patrimonio que ya quisieran quienes exigen en base a la historia más derechos políticos.

Escribió Cicerón que “la Historia es el testimonio de los tiempos, la luz de la verdad, la vida de la memoria, la maestra de la vida y la anunciadora del porvenir”. Casi nada en poco más de veinte palabras. Haciendo caso al sabio romano, necesitamos la historia, la nuestra, para reafirmar la existencia de Cantabria, la tierra y la patria de nuestros orígenes, de los antepasados, de los predecesores en la expresión latina “patria terra” o la inglesa “fatherland".

Es nuestra intención escribir unas reflexiones sobre el valor de nuestra historia, tema que hemos abordado en numerosas ocasiones pero que de vez en cuando hay que recordar para los débiles de memoria, y especialmente cuando se abren debates nacionales en los que la historia es el argumento para reclamar más derechos políticos y económicos. Conviene adelantar que nuestra historia sufre una inquietante orfandad ya que bien puede ser cuestionada, ignorada, pisoteada o despreciada que reaccionamos más bien pocos y quienes debieran hacerlo, bien por ignorancia o por comodidad, no lo hacen. Con una Cantabria autónoma con determinadas competencias en la elaboración de los libros de textos de la enseñanza, esa historia sigue relegada a los armarios en lo que es una grave inhibición de los responsables.

Trazaremos en dos artículos unos apuntes sobre cómo se ha secuestrado nuestra historia –siempre por nuestros vecinos, los vascos-, y asistimos a otra fase igualmente compleja por el proceso de asturianización de la génesis de la Monarquía española, para completar el análisis con unas reflexiones sobre dos milenios de continuidad histórica que es la prueba evidente de que en este debate hay argumentos suficientes para defender una patrimonio que ya quisieran otros pueblos, especialmente los que reclaman más derechos y ventajas sobre los demás.

Guardo como un tesoro una edición de 1877 de la obra La Cantabria. Disertación Sobre el Sitio y Extensión que en tiempo de los romanos tuvo la Región de los Cántabros con noticia de las confinantes y de varias poblaciones antiguas que editó la Real Academia de la Historia y de la que fue autor Enrique Florez y Setién de Huidobro, ex-asistente general de la orden de San Agustín en las provincias de España, nacido en Villadiego (norte de Burgos, antiguo territorio de la Cantabria romana) hace trescientos años. La trascendencia de esta obra –que debiera estar presente en todas las bibliotecas de los centros de enseñanza- fue excepcional ya que ni más ni menos nos devolvió una historia que se nos secuestró y usurpó por historiadores vasquistas en el siglo XV y cuyas tesis estuvieron vigentes, implantadas e impuestas durante nada menos que tres siglos. ¿Qué tesis, se preguntarán?. Sencillamente la que afirmaba -como casi un dogma- que el territorio cuyos habitantes lucharon contra los romanos fue el de los pueblos ubicados en lo que hoy conocemos por País Vasco.

En las primeras reflexiones de Florez en su libro sobre los límites de La Cantabria reconoce en sus primeras líneas que “la principal controversia acerca de la Cantabria es sobre la situación y extensión”, indicando que como advertencia sobre le rigor de los estudios que “para hablar con distinción, reducimos ahora la investigación a la Cantabria antigua, esto es, al tiempo de Cristo, en lo inmediato de antes y después, en cuyo espacio hubo autores que hablaron de ella, a los cuales se debe estar y no a los posteriores de quince siglos, cuyos testimonios no merecen otro crédito que el antiguo documento en que escriben”.

Esta es la razón por la que Flórez decidiera investigar todas las fuentes latinas, sobre todo la de los autores que acompañaron al emperador Augusto en su intento de dominar definitivamente a los cántabros (años 25-19 a. J.C.) que vivieron directamente la campaña que puso en territorio de la antigua Cantabria varias y poderosas legiones romanas decididas a aplastar al cántabro. Así, en su obra nos transcribe este párrafo que dejó escrito Lucio Floro, que es elocuente:

“Casi toda España se hallaba pacificada por los romanos a excepción de los cántabros y asturianos, que eran dos castas de gentes muy poderosa y vivían sin sujección al imperio. El genio de los cántabros era peor, más altivo, y más tenaz a no rendirse a pactos; y no contentos en defender su libertad molestaban con frecuentes correrías a los Vaceos, Curgionios y Autrigones. El emperador Augusto no quiso tolerar inquietudes, ni visos de enemigos de España y para dar fin a todo, declaró guerra: abrió las puertas de Jano y vino personalmente a comandar el ejército”.

Una de las interrogantes que despeja Flórez en su obra es si el territorio de la Cantabria histórica corresponde al de la Cantabria geográfica. El historiador en su apunte número 338, señala que “la expedición de Augusto, la resistencia del cántabro y los movimientos del ejército, todos fueron contra la Cantabria geográfica y de los cántabros, como habitadores de la Cantabria que nos describen los geógrafos, y no contra los confinantes, vaceos, turmogos y autrigones, por cuya libertad y seguridad movieron sus armas los romanos contra el cántabro”. Esta es una conclusión importante porque no sólo fue falso que en el territorio vasco existiera un pueblo no dominado y valiente en la defensa de su independencia frente al invasor romano, sino que fueron las legiones romanas los que protegieron curiosamente a los vascos de los impetuosos cántabros. En su apunte histórico número 339, Flórez es concluyente:

“Esto es lo que hallamos en la historia; pero ¿qué hay en esto en prueba de que la Cantabria histórica traspasase los límites de la geográfica?. Contra el territorio del cántabro es toda la historia de la guerra. A favor de sus confinantes viene Augusto; luego la Cantabria geográfica es la histórica, sin que por la historia se pueda alargar la región invadida: porque los historiadores distinguen bien al cántabro del autrigón, expresando que éste era el inquietado por el cántabro y defendido por el emperador. No puede, pues, decirse por los historiadores que el autrigón de Bilbao fuese cántabro, sino que no lo era”.

Fueron tres siglos de secuestro de nuestra historia como resultado de una alianza entre historiadores vasquistas y los de la escuela de Nebrija, entonces todopoderoso en la corte. La providencia de que un erudito como Flórez se dedicara a la tarea de poner en orden la historia antigua de Cantabria permitió deshacer los entuertos y restablecer la relevancia histórica de nuestra comunidad, lo que contó definitivamente con el aval de la Real Academia de la Historia. Pero, insistimos, fueron tres siglos en los que la historia impuesta intentó borrar todas las huellas de la antigua Cantabria, coyuntura solo salvada gracias al empeño de este burgalés de Villadiego, pueblo muy próximo a la Peña Amaya, de tanto simbolismo en nuestra historia antigua. Una deuda que tenemos todavía pendiente ya que sobre su significado, protagonismo y empeño de Enrique Florez en la recuperación de nuestra historia nada saben nuestros estudiantes. Hasta ahí llega el disparate.


ALERTA - 20 de agosto de 2004