Palabras del escritor y periodista Carlos Bribián Castro en la presentación del libro "Torrelavega, Historia de su prensa. Siglo XIX"

Salón de Actos del Instituto Marqués de Santillana. 11 de julio de 2000.

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Señoras, señores:

Culpable, seguramente, la amistad que nos une, la por subjetivas, inmerecida buena opinión que José Ramón Saiz tiene de este escribidor en cuanto a profesional del periodismo se refiere, acaba de meterme, otra vez más, en serio aprieto: el de comparecer ante ustedes, por tarea de lectura de unos fiolios, con el autor y su obra que hoy presenta aquí, como leit motiv de mi intervención en el acto.

Dejo dicho conocido filósofo que la falsa modestia es la vanidad de los tontos, y les confieso, por ello que, aún muy lejos de todo afán de notoriedad o protagonismo, el encargo me halaga y me esforzaré en hacer honor al mismo, no obstante la dificultad que conlleva.

En todo caso, si yo asumo el riesgo de la escritura y lectura de estos folios, quizá pueda tomarme la libertad de rogarles, la contrapartida de su paciencia. Dicho lo que han escuchado, de alguna forma había que comenzar, se me antoja que es muy buena cosa la de que hoy y ahora estén ustedes aquí, y, siendo mucho, no solo por los méritos del autor y el indudable interés del libro que presenta. Es bueno el que estén aquí, también, porque como asegura sabio adagio chino, el saber que no se aumenta todos los días, disminuye cada mañana.

Pues bien, después de la lectura de este libro de Saiz, segundo tomo de su trilogía sobre la Historia de la Prensa de Torrelavega, puedo asegurarles muy honestamente, que luego de que ustedes también lo lean, sabrán mucho más de esta ciudad y su entorno, y de las gentes que se les adelantaron en habitarlos. Porque,. En su obra, el autor acomete seria, detallada y profundamente, una especie de recuperación de la cultura torrelaveguenses, sabedor sin duda de que además de nuestro propio ser, todo lo que no sea el encuentro con los demás, es tiempo perdido. Es muy buena cosa, me repito, que hoy y ahora estén ustedes aquí, porque como solía asegurar el filósofo y ensayista inglés Bertrand Russell, Premio Nobel de Literatura de 1950, no cabe creer en una sabiduría colectiva basada en la ignorancia individual. No sé, nunca se lo he preguntado, pero quizá Saiz se ha inspirado más de una vez en Bertrand Russell, para que todos nosotros, individualmente, sepamos más y más, de la particular historia de Torrelavega y su entorno.

Saiz, además, por autor procedente del campo del periodismo ya casi a la antigua usanza, sigue fiel a línea de conducta que hoy no se practica con la diaria preciosa constancia, y por ello en su quehacer de escribidor no solo nos informa y entretiene, sino también, contribuye a nuestra mejor formación. Porque en verdad y a poco que se detengan a pensarlo, no todo puede quedar reducido a una veneración a esa especia de moderna DIOSA FORTUNA que es la Razón Digital, su cohorte de diocesillos que conocemos por ordenador-internet-teléfono-movil-televisor… Ciertamente, ya se sabe que el vehículo de locomoción de nuestras vidas, no dispone de marcha atrás. Pero no por ello deja de ser muy importante, para saber de donde se viene, que es como saber donde se está y a que lugar se quiere ir, el poner frecuentemente la mirada, en el espejo retrovisor.

En cuanto a Torrelavega y su entorno, leer esta obra y otras anteriores de Saiz, como es el caso de Crónicas de un Centenario, como es el caso aún más reciente del libro sobre la historia de El Impulsor, el primero de los libros que conforman la trilogía de Saiz sobre la Historia de la Prensa de Torrelavega. Una obra, que al ser imprimida, ha permitido que el vecino lugar de Torres, ahí abajo, luego de la Mies de Vega y El Cerezo, recuperarse un pedazo de su historia. Ahora, desde no hace mucho, Torres tiene una calle que lleva el nombre de Juan Francisco López Sánchez. En verdad, un poco tardíamente, noventa y un años después de su óbito, la apasionante aventura periodística del farmacéutico, ya puede ser abarcada en el espejo retrovisor, por las generaciones de Torres, de hoy, mañana y siempre.

Quizá pues, luego de este libro que José Ramón Saiz presenta esta tarde-noche a todos ustedes, señoras y señores, obra que se ocupa desde el republicano El Porvenir hasta la publicación católica, semanal El Medio Bólido, pasando por El Cántabro, La Montaña y su heredero El Fomento y otras muchas cabeceras, sea útil a los torrelaveguenses de hoy, como espejo retrovisor que les permita recuperar trozos de la historia de su ciudad y dejárselos, como legado, a venideras generaciones. De algún modo, sería una especie de silenciosa gratitud a la infatigable capacidad de trabajo de José Ramón Saiz, que sigue y estoy seguro seguirá alumbrando creaciones con imparable intensidad. Puntualizo, que, cuando digo gratitud, me refiero a la de tantos fieles lectores. De otras, más que obligadas, ni hablar cabe, ya lo dijo Oscar Wilde, todo se perdona, salvo el éxito…

Ya termino, solo medio minuto más, por favor. Y quiero hacerlo, ya sabrán ustedes que la más filosófica de las razones es la del me da la gana, recordando que este que hoy se presente aquí, es el libro número veinte en la personal producción literaria de Saiz. Y de todos ellos, solamente uno no ha tenido que ver con Cantabria. Quizá por ello y pensando y pensando principalmente en a quienes tal vez no los hayan leído, convenga terminar con unos versos del soneto que escribió aquel excelente poeta que fuera Rafael Sánchez Mazas:

    “¿Quién sabe, de los hijos de esta casa,
    la historia de las verdes mocedades?”.

Respecto a Torrelavega y su prensa, José Ramón Saiz la está haciendo vida otra vez. Reaprender tal historia, y legarla, es el desafío que ustedes todos, desde hoy ya, se enfrentan.

Señoras, señores: muchísimas gracias por su atención y, especialmente, la paciencia que han evidenciado.


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