De Juan González Bedoya, entonces director de Hoja del Lunes de Santander, para el libro Construir Cantabria, por qué la autonomía (1980)

Es posible que los manuales de historia del siglo próximo empiecen el capítulo dedicado a la hoy mal llamada Provincia de Santander con parecidas palabras a las del profesor Julián Marías en su admirable libro La España real: “Cantabria fue devuelta a los cántabros hacia 1980 después de cuatro años de ocioso aunque inevitable (quizás necesario) debate sobre la identidad y la existencia del –en palabras de Joaquín González Echegaray- pueblo más citado, más famoso y más admirado por griegos y romanos de cuantos pueblos habitan el norte de nuestro Estado. Esta devolución de Cantabria, que no consiste solo en el proceso autonómico, ni en el futuro autogobierno sino también y, sobre todo, en la solidificación de nuestras señas de identidad, estoy convencido que es una de las grandes conquistas de este guerrero país y que no ocasionaría sino beneficios para nuestra región.

Muchas veces se escribe (yo mismo no me escapo a esa crítica) que nos ha tocado vivir dificultades numerosas y que Cantabria pasa por momentos de recesión y de penuria de crecimiento. Es verdad. Pero, como comentaba Borges de un antepasado suyo: “como a todos los hombres, le tocaron malos tiempos en que vivir”. Quejarse, pues, de las zozobras del presente que padecemos, no es hacer alarde de originalidad. A cambio, los cántabros de hoy, los que vivimos en 1980, tenemos la fortuna, que no tuvieron los de la generación inmediatamente anterior, de haber luchado por una noble causa y en especial por haber ganado esa gran batalla. Aquí, está de nuevo Cantabria. He aquí nuestra historia. Vean de que somos capaces. Tomen nota del futuro que vamos a construir. Hemos dejado de ser una región dormida.

José Ramón Saiz, en este libro precisamente titulado Construir Cantabria, tiene la amabilidad (que él me describe como rigor de unos hechos) de citarme entre los cántabros que, en este tiempo, echaron carga sobre el asno del centralismo hasta que lo dejamos desasnado. Es de agradecer. Y, a la recíproca, tengo que decir que el propio José Ramón no andaba muy lejos de aquellos trances porque me lo encontré en Hoja del Lunes cuando este periódico era dirigido por mi admirable paisano (al que José Ramón Saiz cita siempre como su gran maestro) Florencio de la Lama Bulnes, y conmigo continuó cuando fui llamado a suceder a mi colega. No olvido (e incluso tengo a gala el recordarlo) que las primeras crónicas políticas, cuando no había política en España sino en la clandestinidad, las escribió José Ramón Saiz para mi y buenos disgustos que hubo de padecer por ello, sin que en este recordatorio haya pizca de arrepentimiento. Estoy por decir que de cada nada nos tenemos que arrepentir, acaso de lo que dejamos de hacer, aunque esa es otra cuestión.

Pero vayamos con el libro que nos ocupa y que no es el primero que sale de la pluma de José Ramón. No tengo la intención de hacer aquí el resumen de su contenido. Tampoco estoy en condiciones de realizar su critica porque resulta ocioso opinar sobre la obra que hacen los amigos. Si quiero, sin embargo, decir que este tipo de libros son muy necesarios. Nos falta a los cántabros literatura económica y social e, incluso, histórica, y todo lo que venga a ocupar plaza en esta laguna será bien recibido, cuando, además ,como en el libro de José Ramón Saiz se aportan datos, cifras, opiniones sobre temas de tanta trascendencia como la comarcalidad, que autonomía es la mejor para la región, la fuga de cerebros y el paro, la gestión del ahorro, la ordenación del territorio, Cantabria ante la CEE... en fin, un libro que aborda temas de gran interés para los ciudadanos de nuestra tierra, insistiendo en la necesidad de que el organismo pertinente haga el esfuerzo imprescindible para dotar a esta región de los datos, las estadísticas, las cifras necesarias para la realización de futuros estudios sobre la situación real de Cantabria. Un país sin estadísticas, es un país ingobernable, y el nuestro, nuestra región, no las tiene actualizadas desde hace muchos años, situación esta que el autor, el amigo y compañero, aborda en el capitulo dedicado a la estadística regional.

Por lo demás, estoy seguro de que no será este el último libro de José Ramón Saiz, vocación política irrefrenable a la que, si algún reparo yo habría de poner, es la de haber sofocado, o al menos eclipsado, su otra vocación no menos incontenible cuando nos conocimos: la del periodismo. Aunque, en el fondo, habríamos de envidiarle porque no es esta una profesión para llegar a viejo con el humor entero, ni tengo la seguridad de que sea la nuestra una capacidad de presión y de influencia en la opinión pública tan grande como se nos atribuye.

Pero de su vocación y profesión periodística, ahí siguen todavía sus numerosos artículos en la prensa regional y su trabajo en Pueblo que ya describiría, con su oratoria tan característica, Pilar Narvión que le prologó su anterior libro Los Mil días de un Presidente (Claves históricas de una transición).

Y tras este prólogo, sigamos la lectura de este libro llamado a tener éxito desde la perspectiva de su título: Construir Cantabria, por qué la autonomía.

Julio de 1980